2021: el año que el vinilo revolucionó la música

2021: el año que el vinilo revolucionó la música

Por Mariano Muniesa*. LQSomos.

Fueron necesarios bastantes años para constatar que la edición digital comprimía de tal manera el sonido de la grabación original que muchos detalles, matices, elementos que en gran medida le daban a muchas canciones su personalidad, incluso su entidad sonora, se perdían

Un querido e inquieto compañero periodista, corresponsal en Londres de la revista La Heavy, Ñako Martínez, me mandó un enlace a un interesantísimo artículo publicado unos días antes de navidad en el diario británico The Guardian, que comentaba una noticia que personalmente me ha alegrado conocer: tras una dinámica de crecimiento que comenzó hace ya 14 años, la B.P.I., la Asociación de la Industria Fonográfica Británica, ha publicado en su informe oficial que a falta de confirmar datos pertenecientes a las últimas semanas del año, se vendieron más de 5 millones de álbumes de vinilo en 2021, siendo por primera vez desde 1990 el formato de soporte discográfico más vendido en todo el mundo. Otras fuentes enormemente fiables aseguran que la popularidad del formato en los últimos años no solamente no muestra signos de disminuir, sino que se prevé que las nuevas cifras en los años venideros muestren un crecimiento a futuro todavía mucho mayor.

Para quienes por pertenecer a una generación muy anterior a la irrupción de la tecnología digital aplicada a la música, por el valor intrínseco que el disco Lp de vinilo tenía no solamente por los sonidos contenidos en sus microsurcos y toda la magia que se desplegaba a través del contacto entre la aguja y la ranura del acetato conocemos y apreciamos la placentera experiencia de escuchar música en vinilo, tal vez no sea necesario volver a reivindicar ese soporte. Sí obviamente para quienes son hijos de la era digital y no han comprado música en vinilo, un formato que desde comienzos de los 90 además de quedar relegado a una situación cercana a la extinción, fue muy denostado a favor de la supuesta superioridad en cuanto a calidad del sonido del compact-disc, idea que finalmente se ha demostrado que era, digámoslo amablemente, muy discutible.

Fueron necesarios bastantes años para constatar que la edición digital comprimía de tal manera el sonido de la grabación original que muchos detalles, matices, elementos que en gran medida le daban a muchas canciones su personalidad, incluso su entidad sonora, se perdían. Tal y como ocurre con el MP3 o las masterizaciones para Spotify, que hacen algunas canciones irreconocibles. Los servicios y las plataformas de transmisión música en streaming utilizan como herramienta fundamental la compresión de archivos digitales para reducir el ancho de banda de Internet, lo cual influye no tanto en la calidad del sonido, sino en su percepción y en la capacidad de reproducción conforme a los masters de grabación originales. El disco de vinilo se ha revelado como el formato más fiel al sonido original que salía de las celebres cintas de bobina que se llevaban a fabricación.

Personalmente lo comprobé con un disco que había escuchado miles de veces en vinilo antes de hacerme con su versión en CD: “Sticky Fingers” de los Rolling Stones. Hagan la prueba: escuchen cualquier canción, especialmente “Sway” o “Can´t You Hear Me Knocking” en ambos soportes y díganme si los bajos suenan igual, si hay exactamente el mismo número de aéreos de batería o si el balance entre las guitarras es igual en los dos. No imaginan la sorpresa que se van a llevar. Simplemente por esa peculiaridad ya el vinilo es el soporte básico para la música –excepto, según me ha comentado más de un experto en la materia, para la música clásica orquestal- pero unido a ello, no se puede obviar en modo alguno que por su tamaño, la portada del disco, que hasta mediados de los años 60 solía ser una fotografía insustancial y fría del grupo o artista en cuestión y que a medida con el espíritu de innovación, de progresión y de transformación de la música, y más propiamente el rock como vehículo de expresión de las nuevas formas de vida que esa generación quería desarrollar, todo lo que rodeaba al disco, tal vez de manera muy significativa la portada, se convirtió a su vez en todo un nuevo campo de experimentación y de desarrollo de la vanguardia artística en el mundo del diseño y las artes plásticas.

Artistas consagrados en otros ámbitos del arte como Andy Warhol o Salvador Dalí convirtieron su trabajo en las portadas de los discos de vinilo que diseñó en muchas de las obras más reconocidas de su trayectoria y agencias de diseño desconocidas llegaron a convertirse en referentes inevitables para la industria del disco, como Hipgnosis. La lista de discos que deben su entrada en el catálogo de leyendas en la historia del rock es inagotable: Entre los clásicos, las similitudes, paralelismos, leyendas urbanas y toda suerte de significados ocultos que teóricamente existen entre las portadas de “Sargeant Pepper” de los Beatles y “Their Satanic Majestic Request” de los Rolling Stones daría como para escribir varios artículos, pero jeroglíficos al margen, “Thick As A Brick” de Jethro Tull o “School´s Out” de Alice Cooper eran mucho más que portadas: eran estuches, cofres, si se quiere juguetes para mayores, pero proporcionaban la sensación de tener entre las manos por supuesto una obra musical, pero también algo más.

Afirma en el artículo antedicho Andy Kerr, director de marketing de productos y comunicaciones de Bowers & Wilkins, un fabricante británico de amplificadores y equipos de sonidos algo que creo que resume muy bien esa sensación de vivir una experiencia diferente abrir un disco de vinilo. “Hay cualidades táctiles y sensitivas en el vinilo que lo convirtieron en un formato único. El streaming hace la música más fría, el vinilo es lo opuesto a eso. Tiende a hacer que el sonido sea envolvente, exuberante y cálido”.

Al igual que cuando nos sentamos en la butaca de una sala de cine para ver una buena película nadie nos proporciona un ratón de ordenador o un mando a distancia para saltar tal o cual secuencia, o volver atrás a ver una escena en la que estábamos distraídos o sonaba el teléfono, sino que nos sumergimos totalmente en la película, el disco de vinilo siempre favoreció que la música fuera escuchada de la manera que idearon sus creadores. Con independencia de que el disco fuera o no una Ópera Rock o un álbum conceptual, ese espíritu transformador del rock de los 60 y 70 hacía del Lp una obra para escuchar íntegramente y no para jugar con el ratón ni escuchar 30 segundos de una canción y luego saltar a la siguiente. Si han visto la película “Casi Famosos” de Cameron Crowe, tal vez recuerden una maravillosa escena al comienzo de la cinta, cuando la hermana mayor del protagonista le explica el mundo que se crea al escuchar “Tommy” de los Who viendo girar el disco a través de la luz de una vela, y han sentido esa íntima complicidad con esa sensación, creo muy poco más tengo que explicarles. Que 2022 y dentro de poco los Reyes, les traigan muchos vinilos.

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