Alacant: la última victoria de Castedo

Alacant: la última victoria de Castedo

castedodimisión-lqsDiego Farpón. LQSomos. Enero 2015

La victoria del Partido Popular en Alicante el próximo 24 de mayo será muy representativa de las diferencias que hay entre los sueños y la realidad en -y de la- izquierda, así como de la falta de un análisis político y una praxis que le sirvan para situar los distintos elementos en la lucha de clases y erigirse como vencedora.

No hay lugares aislados: en tal sitio el PP no puede vencer, porque aquí lo han hecho muy mal -o la definición despectiva que se quiera- y la izquierda lo ha hecho muy bien –o la definición grandilocuente que se quiera-. Mentira. La realidad es una, y por mucho que la izquierda se empeñe en decir que las municipales son municipales y no generales -por ejemplo-, y que el electorado no se comporta de la misma manera en las primeras que en las segundas, lo cierto es que hay una lógica entre todo proceso electoral, que no es más que una foto fija de la correlación de fuerzas entre las clases sociales, así como el grado de consciencia de cada una en un momento dado. Y la correlación de fuerzas, aunque se amortigüe y cambie por distintos factores -que evidentemente existen-, es la que es, sean elecciones europeas, estatales, autonómicas o municipales -aunque, claro, siempre hay excepciones-.

Después de tantos años de Partido Popular, de tanta corrupción y de tanta imputación, la gente está harta de quienes nos gobiernan. Mentira. La falta de una dirección revolucionaria condiciona en lo fundamental el desarrollo de la lucha de clases, y en la medida en que la izquierda carece de ese elemento -o prima otros, como una baja unidad ideológica para lograr la unidad electoral- la gente -la clase trabajadora- carece de proyecto alternativo atrayente: cuando la gente dice que es de abajo y que lucha contra los de arriba y las organizaciones de la izquierda no combaten ese discurso se someten a la ideología dominante -a lo que popularmente está de moda- y dejan de ser útiles para la ruptura social.

El trabajo municipal en la oposición nos avala, nadie ha trabajado más que nosotras/os y eso va a suponer muchos votos. Mentira. La incidencia del trabajo municipal es muy, muy, muy relativa y, más allá de la gente politizada, -que es una minoría exigua-, nadie conoce, ni siquiera, el nombre de las/os concejalas/es.

Si no adaptamos nuestro lenguaje la gente no nos va a entender. Mentira. Lo importante es no tratar a la gente como si fuese estúpida. Claro, también es importante que no te creas superior y que has alcanzado un conocimiento que no puedes compartir porque no te van a entender, ni que -lo que probablemente ocurra en realidad- estés acomplejada/o y tengas miedo de dirigirte en términos científicos a la clase trabajadora, porque acostumbrada/o como estás a la derrota ni se te pasa por la cabeza la idea de vencer -aunque cuando el viento sopla a favor hables de ganar, de oportunidad histórica y de no sé cuántas cosas más-. Si la gente no te entiende es porque no te sabes explicar: ¿alguien imagina un/a profesor/a de física o de filosofía de instituto diciendo “esto no lo voy a explicar en clase porque no lo van a entender”? La izquierda no es nada sin términos y conceptos: uno de los elementos esenciales del marxismo es el lenguaje, que permite la independencia ideológica y la capacidad de análisis autónoma. Una izquierda sin lenguaje es una izquierda integrada en el sistema, incapaz de dotar de ideas y de articular al pueblo.

La gente quiere un cambio. Mentira. La gente quiere vivir con calma y tranquilidad, en paz y armonía, sin sobresaltos. Saber que mañana saldrá el sol por el este y se pondrá por el oeste le tranquiliza: somos animales, y a los animales nos gustan las costumbres. La gente quiere saber cuál será la realidad del día siguiente, y no optará mayoritariamente por otras opciones políticas que puedan serle más útiles mientras no sea estrictamente necesario, y mientras estas no sean capaces de ser visibilizadas como tales: mientras tanto seguirá votando al statu quo, adopte el nombre que adopte. La crisis y sus consecuencias, más allá de nuestro entorno politizado son, aún, incipientes.

Está habiendo un cambio en la conciencia de la gente, lo que se ve reflejado en que ya irrumpe Podemos con fuerza frente a lo establecido -PP y PSOE-. Mentira. En primer lugar se obvia que PP y PSOE sólo son una representación del poder establecido, y no el poder en sí. Pero dejaremos esta cuestión para posteriores escritos. La capacidad de dominación ideológica de la burguesía, conjuntamente con el factor cohesionador del Estado y sus instituciones no pueden derrotarse si no es a condición de organizar a la clase trabajadora -como elemento hegemónico del bloque histórico subordinado, y no como elemento ahistórico y ajeno al resto de las capas populares- para derrumbar las instituciones de la burguesía, esto es, para hacer la revolución.

Las multas el día de la inauguración del AVE con motivo de la visita del entonces príncipe de Asturias, la represión sobre el estudiantado, así como otros capítulos represivos, ya sean locales o estatales, son una muestra del aumento de la represión y del temor del bloque dominante al pueblo. Mentira. El Estado, la burguesía, ni siquiera ha tenido que emplear, por el momento, sus mecanismos represivos. Que, naturalmente, lo ha hecho en alguna ocasión puntual es cierto, pero es que los mecanismos represivos funcionan con mayor o menor intensidad las 24 horas de cada día. A la burguesía aún le quedan muchísimas cartas por jugar -casi, casi, la baraja completa-.

La capacidad de dominación del Estado sólo se conoce en la praxis: uno de los elementos que está revelando a nivel europeo -y español, claro- la crisis orgánica del capital es la capacidad de la clase dominante para mantener sus tesis como hegemónicas. Aparentemente, para un observador superficial podría decirse que fruto de la crisis en la infraestructura, el discurso dominante, como elemento de la superestructura y en relación dialéctica con la infraestructura, está erosionándose y consecuentemente se está creando una nueva ideología hegemónica enfrentada al statu quo. Mentira. La capacidad de la burguesía para mantener como hegemónicas sus posiciones se está mostrando, en la medida en que la izquierda carece de dirección política revolucionaria, como incuestionable. No basta con la crisis orgánica del capital ni con el descontento: o hay canalización revolucionaria y la clase trabajadora se convierte en clase para sí o no hay cambio ideológico que conlleve cambio político.

La izquierda, y quienes no son ni de izquierdas ni de derechas, hizo alguna movilización-tanto en forma de concentración como de manifestación- pidiendo la dimisión de Castedo. Finalmente, Castedo dimitió el 23 de diciembre, aludiendo motivos personales. La izquierda, y quien no es ni de izquierdas ni de derechas, cometió dos errores que la van a lastrar y cegar enormemente hasta las próximas elecciones municipales:

Por un lado, careció de una táctica y estrategia para derrotar y hacer dimitir a Castedo. La movilización por la movilización no sirve de nada, y se movilizó por movilizar. La falta de creatividad y de audacia en la lucha de clases, el miedo al riesgo y la incapacidad para intentar utilizar las herramientas científicas en la lucha de clases provocaron que Castedo y el Partido Popular pudiesen hacer oídos sordos a la movilización. Movilización que carecía de un marco de lucha para ser efectiva.

Por otro lado, se celebró la dimisión de Castedo. Lo que fue una victoria del Partido Popular -desarticulando el pobre discurso de la izquierda, con una sucesión de peticiones de dimisión a Castedo que desembocaron en la nada- se pensó que era una oportunidad. Cuando el Partido Popular estaba cerrándolas la izquierda creía que se abrían las puertas del cielo.

Castedo, además, no dio explicaciones en un pleno del Ayuntamiento de Alicante, sino que lo hizo por televisión: operación brillante que le permitió, en ese marco, expresarse de forma directa hacia quienes quisiesen escucharla y no a través de los medios de comunicación que cubren los plenos. La izquierda retratándose y pidiendo que se cumpliese el formalismo institucional burgués. La izquierda, olvidándose del papel pasado, presente y futuro de los medios de comunicación criticó aquel hecho que fue, sin embargo, la última victoria de Castedo.

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