Amor y odio

Amor y odio

Juan Gabalaui*. LQS. Enero 2021

Las luces de Almeida y la bullanga de la pendenciera de Ayuso ambientan los negocios de siempre. Esto es como cuando en medio de una pelea se aprovecha para meter mano en la caja

Isabel Díaz Ayuso se ha convertido en un referente de la derecha más belicosa por su confrontación con el gobierno de coalición. Miguel Ángel Rodríguez se lo ha dejado bien claro. Hay que oponerse a todo, a cualquier cosa que digan o hagan. Poner un pero, incidir en que no es suficiente, meter el dedo en la llaga. Mear para marcar territorio. Lo importante es que los medios den voz a la estrategia. Salir en primera plana. Ser gasolina de tertulias. Y esto encanta a los del golpe encima de la mesa. A los de por mis huevos. Ayuso, a instancias de Rodríguez, está dando una clase magistral de manipulación de la opinión pública. Así lo importante queda en el fondo. La contabilidad creativa no solo se desarrolla en las cuentas de las administraciones sino también en el conteo de los positivos y en los datos de incidencia. Los acuerdos y contratos con empresas se suceden sin grandes obstáculos. Aparecen en la prensa presuntas adjudicaciones a dedo, contratos con empresas de familiares y amigos, pero se queda en agua de borrajas a los pocos días. Ayuso se mueve por Madrid como si fuera un cortijo. Como si fuera Esperanza Aguirre.

Madrid está llena de luz. Como nunca. 3,17 millones de euros de luces. Anochece y se encienden de golpe, con el murmullo de admiración de decenas de familias, padres, madres, hijas e hijos, mascarillas en boca, con los móviles en la mano y ensayando posturas para sacarse la foto que registre estas navidades tan especiales. En la plaza de Cibeles, detrás de un señor con una pancarta que nos advierte del peligro de la China comunista, comienzan los primeros metros de los 1,13 kilometros de bombillas rojigualdas que, según Martínez-Almeida, el alcalde madrileño, vienen a simbolizar lo que nos une. Madrid está llena de banderas como si fuera un recordatorio de algo. Como si nos quisieran convencer de algo de lo que no están muy seguras. La inseguridad les lleva a la abundancia. Al exceso. Rodeadas de banderas y luces LED pasean las familias por el centro de Madrid, mientras las más pequeñas tiran petarditos de forma compulsiva. Pasean en rebaño, algo más sueltas que otros años, porque falta el turismo internacional. Se mueven lentamente, mirando escaparates y entrando en grupo a los comercios, mirando la imperfecta fachada de Cortylandia con pena. La luz de Almeida ejerce una atracción irresistible a pesar de la pandemia.

Un restaurante en la esquina. Con actuación musical. Las mesas están llenas. La gente tiene hambre. La cantante escupe sobre el plato de los comensales que tiene a sus pies. Se lo están pasando bien. Algunas paseantes abandonan el rebaño y se acercan a la terraza del bar de enfrente. Preguntan al camarero si se pueden sentar. No es posible. Hay una reserva para diez personas. Serán convivientes. O las medidas están para incumplirse. Hay momentos en los que se producen amontonamientos. No se sabe cómo pero el rebaño comienza a ir despacio. Unas se chocan con otras. Se bajan de la acera y comienzan a andar por la carretera. Las más pequeñas siguen tirando petarditos. Los carros de bebés abren camino. Las ciclistas y repartidoras, que van en dirección contraria, maniobran para evitar llevarse a alguien por delante. La policía empieza a dirigir el tráfico de personas. Hay momentos en los que piensas si esta gente no tiene casa. Si son trabajadoras del Ayuntamiento contratadas para amenizar la festividad. Las que hacen colas para ver los belenes. Las que se apelotonan para escuchar a los músicos callejeros. Las que se sacan fotos en cada hito histórico madrileño, haz de luz o extintor con el que se encuentren.

Mientras tanto. En torno a 100 millones de euros. Se partía de un poco más de 44 millones pero ya se sabe lo que son las obras. Cuando te quieres dar cuenta se ha subido un poco el precio. El hospital de emergencias Isabel Zendal es el ojito derecho de Ayuso. Esas cosas que se te ocurren en medio de una situación de necesidad. Sabemos de estas cuestiones en la Comunidad de Madrid. Las luces de Almeida y la bullanga de la pendenciera de Ayuso ambientan los negocios de siempre. Esto es como cuando en medio de una pelea se aprovecha para meter mano en la caja. Pero qué bonitas son las luces del árbol de navidad de la Puerta del Sol. 100 millones de euros pero no hay suficientes enfermeras formadas para administrar la vacuna. No hay rastreadores. No hay personal sanitario suficiente. Lo de siempre. Lo que siempre se dice. Miguel Ángel Rodríguez lo tiene claro. Sí hay personal sanitario suficiente y los rastreadores necesarios. Si se necesitan más, se les contratará. La apertura de un nuevo hospital nunca puede ser una mala noticia salvo para el sectarismo político. Sectarismo político pero qué fácil hubiera sido todo si se hubiera reforzado el sistema sanitario público, el personal sanitario, la formación y los recursos. No fue ni es un problema de capacidad sino de voluntad.

En la misma medida que Ayuso se ha convertido en un referente para la derecha belicosa, la izquierda la desprecia. La estrategia de comunicación diseñada por Miguel Ángel Rodríguez junto con su apariencia bisoña parece convertirla en una persona poco inteligente, pero la realidad es que es capaz de continuar de forma exitosa un modo de hacer negocios propio de la derecha madrileña. Pero hay algo en lo que destacan los políticos de la derecha madrileña. Dan a la gente lo que creen que quieren. Les dan luces de navidad y unas normas, en relación a la pandemia, relajadas en su aplicación. Construyen un escenario de ataque a Madrid para colocarse como los principales defensores y ondean las banderas y determinados modelos de negocio como señas de identidad. A Ayuso la odian en Madrid pero también la aman. Aunque hay amores que matan.

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