Arboles indefensos

Arboles indefensos

La cosa sucede durante el paseo cotidiano y obligado con mi perra. Llega un camión de buen tonelaje y provisto de grúa. En el rótulo de la cabina pone que es vehículo de alquiler. Invade toda la acera, cuando tiene todo el espacio del mundo para aparcar de manera legal. Raro. Al lado mismo, en el suelo público, hay unos chopos de gran tamaño. Tendrán unos cuarenta años de crecimiento. Es un barrio periférico de la ciudad, donde no suele haber este tipo de maniobras, y por eso me detengo a observar unos momentos. Se bajan de la cabina tres energúmenos. A continuación aprestan maquinaria y, con toda decisión, se ponen a labor de talar esos árboles, perfectamente sanos. La gente pasa, los vecinos miran, pero a nadie parece llamarle la atención. Son alrededor de las once de la mañana a pocos pasos de donde vivo.

Extrañado y, dada la velocidad de lo inevitable, no se me ocurre cosa mejor que informar al ayuntamiento, sección Parques y Jardines, cuyos operarios están segando césped por la zona. Dicen que no hay otro remedio que llamar a la policía local. Ha caído ya el primer chopo de los tres que hay. Llamamos a la policía local. Toman nota amablemente, precisan que para talar árboles se tiene que poseer un permiso municipal. Prometen acudir lo antes posible. Unos minutos después llama el mismo agente de policía para pedir más precisiones. Le advertimos que como no lleguen rápido será demasiado tarde. Los energúmenos prosiguen su arboricidio con toda tranquilidad.

Desconozco si al final llegaron los efectivos de la policía. Lo que sí se puede constatar es la tala de dos de los tres chopos. Los que más sombra arrojan sobre la fachada de una casa colindante. Atrás han quedado los muñones con las raíces.

¿Nigeria? No, el norte de España. Sin embargo, Mariano Rajoy ha enfatizado que España no es Uganda…

Los energúmenos trocean el tronco de los chopos y la grúa los acarrea al camión. Se marchan a continuación, con toda la parsimonia del mundo.

La tala de esos hermosos árboles sería poco menos que imposible en Alemania, por ejemplo. Allí, incluso cuando sea en un terreno privado, es obligatorio presentar un documento justificante del porqué del derribo. A continuación llega un técnico municipal que emite un informe favorable o desfavorable a acatar, si no se quiere recibir una dura sanción económica. Pero, aún en el caso de que esté justificada la tala,el talador contrae la obligación de plantar otros tantos árboles como los que hace desaparecer.

Conclusión: Vete a Alemania.

Tanto jaleo por unos putos árboles. Si hay muchos…

* Director del desaparecido semanario "La Realidad"

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