Aurora Bautista. Falleció la “Tía Tula”

Aurora Bautista. Falleció la “Tía Tula”

Manchega nacida en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) el 15 de octubre de 1926, día de Santa Teresa como premonición de uno de los más importantes personajes que realizará para Juan de Orduña en 1962.

Su nacimiento en dicha localidad se corresponde al deseo de la familia materna por ser éste su lugar de residencia, pero no pasa en ella más que quince días e inmediatamente viene a vivir a la calle Lagasca de Madrid, donde su padre tiene un negocio de peletería.

Estudia en el Instituto Escuela María Casares y cuando empieza la Guerra Civil marcha con su madre a Murcia, donde ajena a la contienda juega gesticulando ante los espejos. Al final de la guerra su familia se ve obligada a marchar a Barcelona cuando su padre, republicano de filiación, sale de la cárcel. Allí estudia por libre hasta terminar el bachillerato en el Instituto Balmes, y aunque le hubiera gustado hacer Filosofía y Letras acaba estudiando clandestinamente en el Instituto de Teatro de la calle Elisabeth, gracias a la comprensión de un conserje que cuela su instancia entre las demás por haberse pasado el plazo de inscripción.

En él tiene como profesora a Marta Grau, la que será durante toda su vida una importantísima referencia. Aquí hizo su primera aparición en público con “Eco y Narciso” de Calderón de la Barca y “Medea” de Eurípides, estando presente en la sala el hijo de Lola Membibres, que sabedor de que su madre andaba buscando una actriz joven para el papel de Acacia en “Las malquerida”, la recomienda para representarla en el Teatro de la Comedia de Barcelona, por lo que éste se puede considerar su debú artístico.

Pocos días después apareció por el instituto Cayetano Luca de Tena, director del Teatro Español de Madrid, que busca completar el elenco de la compañía con una actriz competente para dama joven, por lo que termina aceptando su propuesta para hacer una prueba y viaja con su padre a la capital, donde las 75 pesetas diarias que se le ofrecen le parecen totalmente insuficientes, pidiendo como contraoferta el triple, y ante la negativa vuelven a Barcelona, recibiendo a los pocos días el telegrama de la conformidad. Así se inicia como profesional haciendo “El sueño de una noche de verano” de Shakespeare.

En 1948 mientras representa “Antígona” de Jean Anouilh en el Teatro de Cámara, la ve Juan de Orduña que está presente en la representación y anda preocupado por el personaje de Juana la Loca para “Locura de amor”. Terminada la función acude a su camerino para ofrecerle hacer una prueba, lo que indigna sobremanera a la actriz que cree que su prestigio es suficiente para no tener que pasar por ese trance, por lo que la tienen que calmar y convencer de que solamente obedece a los aspectos de fotogenia y maquillaje requeridos para el rodaje, por lo que pasado el trámite trabajará por 40.000 pesetas durante cinco meses (octubre del 47 a febrero del 48), en lo que sería la más popular de las producciones españolas, que con total apoyo gubernamental no solo arrasó en España sino que su éxito se trasladó a Hispanoamérica, y en países como México cuenta Carlos Fernández-Cuenca que estableció record de taquilla. Esto hace que la actriz desaparezca del teatro el los próximos diez años para dedicarse totalmente al cine.

En 1960 marcha a México para hacer “La maestra milagrosa” y allí se casa con el médico mexicano Hernán Cisterna en 1963, con el que tiene un hijo con el mismo nombre, apadrinado por la Duquesa de Alba y el doctor López Ibor.

De nuevo en España conoce a Miguel Picazo y hay un radical giro en su carrera desde que hace “La tía Tula”, que le da un gran prestigio y el premio del Sindicato Nacional del Espectáculo de 1964.

En noviembre del 2003 recibe el premio AISGE del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, por toda su carrera profesional.

El día 1º de abril de 2009, 70 aniversario de aquel “Cautivo y desarmado el ejército rojo” que pusiera fin a la guerra civil, aparece en las páginas de “El País” un testimonio de una de los cuatro supervivientes entrevistados: Concepción Carretero, responsable en aquel momento de la Secretaría de Agitación y Propaganda de las Juventudes Socialistas Unificadas, que cuenta que unos días antes de acabar la guerra fueron al Palacete de Juan March en la calle Núñez de Balboa, para rescatar las 5000 fichas de filiación de los militantes de su organización. En la puerta fueron detenidas y llevadas a varias cárceles hasta el 28 de marzo en que las pusieron en libertad antes de la entrada en Madrid de las tropas nacionales, y según cuenta, una de las tres acompañantes era Aurora Bautista, hija de uno de los dirigentes del PCE, y aunque la historia cuadra cronológicamente con su desplazamiento posterior a Barcelona, se nos antoja demasiado “niña” (13 años) para asumir tan importantes cometidos.

Hoy, día 27 de agosto de este tórrido 2012, ha fallecido en Madrid sin apenas más mención que un artículo de Diego Galán y las repetitivas y erróneas citas en las páginas de Internet, y cómo no, el pase en televisión de “La tía Tula”

En “Locura de amor” (Juan de Orduña 1948) es la Princesa Juana “La loca”, que en Flandes recibe la noticia de la muerte de su madre y descubre las infidelidades de su esposo Felipe de Austria “El hermoso” (Fernando Rey), colmando el vaso la visita que en una posada de Tudela de Duero realiza el archiduque a la mora Aldara (Sara Montiel). En la escena cumbre D. Felipe logrará en una sesión extraordinaria de las Cortes que Doña Juana sea declarada loca y encerrada en el Monasterios de Las Huelgas.

Por este trabajo recibió los máximos galardones de aquellos tiempos, el Premio del Sindicato Nacional de Espectáculo y el del Circulo de Escritores Cinematográficos, al igual que 50 años después lo ha hecho Pilar López de Ayala ejecutando el mismo personaje en la película de Vicente Aranda “Juana la loca” (2001).

En 1950, de nuevo con Juan de Orduña, con el que también este mismo año ha hecho “Pequeñeces”, hace “Agustina de Aragón”, dando vida a  Agustina, la joven que recorre el camino entre Barcelona y Zaragoza controlado por las tropas de Napoleón para casarse con su prometido Luis Montana (Eduardo Fajardo), descubriendo tras una serie de acontecimientos que es un afrancesado y que de quien realmente está enamorada es del guerrillero Juan Roca (Virgilio Texeira).

La película es empalagosa y ridícula, y el trabajo de Aurora Bautista está en consonancia con ella. Vista como documento cincuenta años después resulta incomprensible que estas fueran las armas propagandísticas utilizadas por el régimen para dar carácter patriótico a un pueblo.

En “Condenados” (Manuel Mur Oti1953), basada en la obra de teatro de José Suárez Carreño galardonada en 1951 con el premio “Lope de Vega”, es Aurelia, la hermosa mujer que vive sola en la “Casa del condenado” de la campiña manchega guardando la ausencia de su marido José (Carlos Lemos) que cumple condena de 20 años por matar a un hombre que la miraba. A cuyas puertas llama Juan  (José Suárez) en busca de trabajo, un  labriego fuerte que de buena gana acepta la mujer para ayudarle y que en poco tiempo hace mejorar el rendimiento de los campos y el ganado, y a pesar del respeto que se manifiestan no hay duda de que entre ambos existe una relación de sentimientos y deseos que se ve interrumpida con la puesta en libertad del preso por buen comportamiento tras seis años de condena, lo que creará una situación insostenible que terminará en un enfrentamiento navaja en mano entre los dos hombres por la disputa de la mujer, la que intentará evitar la pelea inevitable tomando partido por su marido cuando Juan lo ha herido y pretende rematarlo para quedarse a su lado, tomando ella la navaja del abatido para asestar incomprensiblemente una puñalada mortal al hombre con el que pocos días antes pensaba pasar feliz los 20 años de la condena.

La película nos ha parecido uno más de los excelentes trabajos de Mur Oti, así como extraordinaria (posiblemente sobredimensionada) la interpretación de Aurora Bautista, Carlos Lemos y José Suárez, quizá en obras como ésta, tan abundantes en la literatura, cinematografía, escenografía y cancionero español habría que buscar el aliento a ese sentimiento de propiedad que el “macho” español tiene sobre la hacienda, el caballo (ahora sería el coche), y la “hembra”, muchas veces (antes y ahora), como en esta ocasión, con el consentimiento y la complicidad de ella.

Cuenta la historia como José cumple condena por haber matado a un hombre de una puñalada por mirar a su mujer, dejándola desamparada en un cortijo que forma parte de un paisaje duro y añejo de la estepa castellano/manchega donde el campo sin labrar se hace piedra bajo los rayos de sol y la ausencia de braceros que se niegan a trabajar para la mujer del condenado, la que haciendo caso omiso a la demanda biológica de un cuerpo joven cubierto de negro, se encierra en vida para guardar la ausencia del hombre que mató por ella. Al borde de la extenuación aparecerá la salvación en forma de apuesto gañán que anda los caminos en busca de ocupación que le permita ganarse el sustento. Hombre de ojo certero y brazo fuerte capaz de herrar el caballo, labrar el campo o reparar el molino que poco a poco se va haciendo un hueco en la vida afectiva de la mujer tozuda que lucha contra si misma para acallar una conciencia sometida al rancio artificio tradicional, que permite con una sonrisa el pacto por 5 años con el hombre que trata de impedir que marche, renovada para siempre como matrimonio imposible.

La vuelta del reo acabará con las ilusiones y a pesar de no haber “pecado” ni de palabra ni de obra, tal vez solo de pensamiento, se desarrolla un sentimiento de culpabilidad en la mujer que la apura al lado de su marido intentando alejar al “amado”. Pero ambos hombres hablan el mismo lenguaje, el de la propiedad y el de la exclusividad, el de los celos y el de la muerte, por eso quieren matarse a navajazos para demostrar su hombría a una mujer que sufre por la situación, pero que en  el momento extremo se pondrá de lado de la conveniencia y asestará una puñalada mortal a Juan para pudrirse junto a su marido per secula seculorum.     

En “La gata” (Margarita Aleixandre y Rafael Torrecilla 1955) es María, la hija del Sr. Manuel (José Nieto), el mayoral del cortijo “El juncal”, que anda a la caza nocturna de Juan (Jorge Mistral), el nuevo peón de la finca que ha enamorado a su hija y “malea” los toros dándole capotazos en la dehesa. También María saldrá a la caza nocturna desconfiando de que el hombre en vez de a torear vaya a visitar a Carmen (Nani Fernández), una de las segadoras por la que ha tenido que pelear por Juan, siendo ella misma, confundida por las sombras de la noche, la que recibe las balas de los guardas para morir en brazos del novillero.     

Para salir de los dominios de Juan de Orduña hablaremos del trabajo que hizo con Juan Antonio Bardem en 1959 en “Sonatas”. Tortuosa realización en coproducción con México castigada por la censura, donde a Aurora Bautista se la llama en el último momento para sustituir a Lucia Bosé, que ya había trabajado con Bardem en “La muerte de un ciclista”.

Basada en las “Sonata de otoño” y “Sonata de estío” de Valle Inclán, da vida a Concha, la amante del Marques de Bradomín (Francisco Rabal), envuelto en una intriga cuando tratan de huir a México.

En “La tía Tula” (Miguel Picazo 1963) es Tula, que a la muerte de su hermana Rosa se siente en la obligación de cuidar a su familia, en su vocación de madre frustrada por el rechazo a la maternidad biológica como Miguel de Unamuno expresaba en 1921 en su obra homónima. Exponente máximo de la autorepresión malentendida guiada por unas férreas convicciones religiosas que ni el propio confesor (José María Prada) logra atenuar.

 “La tía Tula” está rodada en Brihuega y Guadalajara, ciudad que tan bien conocía Miguel Picazo por haber estudiado en ella el bachillerato. Cuidada hasta en sus más mínimos detalles, nos muestra a una Tula transportada hasta el año 1963 sin perder un ápice de vigencia.

Tras la muerte de su hermana Rosa, Tula asume la responsabilidad de su familia y se trae a vivir con ella a su viudo Ramiro (el argentino Carlos Estrada) y sus hijos Tulita y Ramirín.

Las fuertes convicciones religiosas de Tula (Aurora Bautista), que vive  inmersa en un mundo de castidad y autorepresión por encima del ambiente religioso al que pertenece e incluso a su confesor, al que deja plantado en el confesionario cuando se permite aconsejarle el matrimonio como la solución más oportuna, nos da idea de la dureza de sus planteamientos.

Víctima voluntaria de su propia imagen, colabora con las funciones parroquiales en el “ropero” y en el “Circulo”, junto con otras beatas mocitas viejas: Amalita (Laly Soldevila) y Herminia (Irene Gutiérrez Caba), en las que subyace su soltería bajo un manto de alegría inocente y sobriedad feminista.

El sonido directo con que se rodó se hace latente y asfixiante a lo largo de toda la película, sobre todo en los largos silencios en la casa de Tula cuando un Ramiro insinuante hasta el atrevimiento de acosarla, escandaliza a Tula martirizándola, y mientras Tula se refugia en sus creencias Ramiro lo hace frecuentando la prostitución barata de las afueras de la ciudad.

Huyendo del calor del verano y del irrespirable ambiente creado en la casa marchan al pueblo, a la casa del Tío Pedro (Manuel Granada), donde una sugerente Tula poniéndose colonia para los sofocos mientras los demás se bañan en el río, la hacen parecer por un momento un poco más receptiva llegándose a pensar su replanteamiento amoroso, mucho más cuando en la noche espía el lecho vacío de Ramiro, que en ese momento está violentando a la hija del Tío Pedro, tan solo una niña, Juanita (Enriqueta Carballeira), con la que como es normal se casa meses mas tarde cuando se comprueba su embarazo.

La censura efectuó ocho cortes en esta película, que por como funcionaba en aquellos años a mí se me antojan pocos, sobre todo por la permisividad en la delación de los ambientes de prostitución marginal en las afueras de las ciudades, válvula de escape de la población reprimida (la masculina por supuesto), y la violación de Juanita aunque se resuelva con boda, perpetuando así la ignominia y castigando a perpetuidad a la agredida. Se centraron en cercenar gran parte de la secuencia de la comunión de los niños, donde entre horrendas monjas recitaban poemas a la virgen, y en la secuencia de Ramiro en el descampado con las prostitutas mientras en escena paralela las beatas con Tula a la cabeza meditaban sobre la virginidad.

En primera instancia fue clasificada como de “Primera A”, pero gracias a los premios conseguidos en el Festival de San Sebastián del año 64 (mejor director y mejor película) se le concedió el de Interés Especial.

En 1985 vuelve a trabajar con Miguel Picazo en “Extramuros” basada en la extraordinaria novela de Jesús Fernández Santos.

El ambiente mísero y ruinoso de los conventos a finales del siglo XVI, lleva unas religiosas de clausura a autolesionarse fingiendo estigmas para atraer fieles que puedan aliviar la insostenible situación. Aurora es la envidiosa madre superiora que delata a la Santa Inquisición a Sor Ángela (Mercedes Sampietro) y a sor Ana (Carmen Maura). 

Si el papel más relevante de su carrera es la “Tula” de Miguel Picazo, sin duda el más “cachondo” es el realizado en “Amanece que no es poco” (José Luis Cuerda 1988): “La Padinton”, la organizadora de las asambleas de mujeres para reírse de los hombres y decidir democráticamente si los coitos han sido o no satisfactorios. Y como en el pueblo hay elecciones tienen que elegir quien se presentará a “puta” y a “adúltera”, a lo que no dejan presentarse a las esposas de la “benemérita” por el carácter de los miembros del cuerpo.

En “Tiovivo” (José Luis Garci 2004), en una actuación extraordinaria, es Doña Anunciada, la vieja pordiosera que habita la carbonera del edificio de D. Porfirio (Fernando Delgado) mientras pasea por el barrio la virgen portuguesa de “Os desamparados”, a la que también hace alguna sisa que amontona en un baúl grande, camuflando bajo dos fotos de artistas la fortuna que ha ido consiguiendo y que alguien un día le roba dejándola muerta en el suelo con un golpe en la cabeza.

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