Ayer volví a ver “Desayuno con diamantes”

Ayer volví a ver “Desayuno con diamantes”

Por Ángel Escarpa. LQSomos.

Fue en 1997 cuando, en compañía de un puñado de miembros de la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales, invitados por viejos brigadistas y familiares de estos, acudí a la ciudad de Nueva York, donde se celebraba un encuentro de los brigadistas norteamericanos.

Para los amantes del cine esta ciudad es la de los inmensos rascacielos, telón de fondo de todas aquellas películas, desde aquella “Tarzán en Nueva York” (1942) de nuestra más remota infancia, “Mientras la ciudad duerme” (1956), “La ley del silencio” (1954), “West side story” (1961), “Tú y yo” (1957),“El crack” (1981), de J L Garci, “Érase una vez en América”, hasta las películas de De Niro y Scorsese.

Para los amantes de la literatura es la ciudad de los cuentos de John Cheever y O. Henry, la de “Smoke”, de Paul Auster.

Hablamos de Nueva York como si de una sola ciudad se tratara; mas lo cierto es que, como en el caso de otras grandes urbes, en ella caben tantas ciudades como podamos imaginar. Y cada uno de nosotros tomará de ella lo que le atrapó. Así, la de Wall Street, la de la Pequeña Italia, la de la Isla de Ellis y los migrantes europeos, la de las tiendas de lujo, la de los grandes acontecimientos deportivos y musicales en el Madison Square Garden, la del Barrio Chino, la del MOMA, la de la Grand Station Central, la de las mañanas soleadas de días festivos en Central Park, la de los diarios de grandes tiradas, la de los vagabundos y perdedores; la ciudad de Arthur Miller y Sydney Pollac.
Hasta estos puentes y estas calles arribaría nuestro Federico García Lorca para componer su “Poeta en Nueva York”, entre tanto delincuente y tanta gente en busca de trabajo.

También, para los “guerracivileros”, el lugar donde se embarcaron aquellos voluntarios de la libertad, para incorporarse a las Brigadas Internacionales, en días en que en estas tierras de Cervantes y de Pasionaria se le mandaba un órdago a Hitler y a Mussolini, a todas las fuerzas reaccionarias del mundo que formaron bloque con el fascismo. De este río Hudson partirían aquellos hombres de la Brigada Lincoln, tantos de ellos para morir en Madrid, en los campos de Andalucía, en la Batalla del Ebro, o en cualquier penal castellano.

Como Nueva York no es solo una, lo mejor es quedarse con todas, pues todas ellas encierran Nueva York, la New York cantada por Sinatra y fotografiada hasta el hartazgo por cuantos la visitamos.
No muy lejos de Brooklyn, en Amawalk Hill, se haya la tumba donde descansan los restos del fotógrafo Robert Capa.

Ayer volví a ver “Desayuno con diamantes”, de Blake Edwards.

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