Bautizo de fuego

Bautizo de fuego

Bautizo-de-fuego-loquesomosNuria Barbosa León. LQSomos. Febrero 2015

Guerra en Angola, de 1981 a 1983. Edilberto Remón Guerra participa en la Caravana de vehículos de Wambo a Mosico, como parte de la misión militar cubana.

Una fila de transportes, con el armamento y el avituallamiento de un regimiento, atraviesa el país africano en unos 20 días. A su paso se auxilian de la topografía y revisan puentes, descubren aldeas, exploran arboledas y terrenos con elevaciones.

Viven hostigados por las emboscadas enemigas. Además, necesitan reparar los vehículos o destruirlos, de ser alcanzados por los explosivos enterrados, de ahí que la orden de detenerse se da con frecuencia.

En cada parada, la tropa acomete tareas de guarda y custodia de los equipos, de la limpieza y engrasamiento de las armas, así como el merecido descanso después de tantas horas de viaje en blindados con poca ventilación y oscuros. Algunos aprovechan para rociarse un poco de agua en el cuerpo porque el baño resulta un privilegio.

El ingenio criollo, presente en la tropa, aflora en los momentos de mayor tensión. En una misión de abastecimiento de agua potable en un río, el carro-cisterna se sumerge y, en la emergencia, con pericias de amarres y acciones rápidas lo capturan sin daños para el vehículo. A partir de ese hecho lo bautizaron como “la Buena Pipa”.

El General Romárico Sotomayor, nombrado al mando de la Caravana, transmite tranquilidad, su jeep se desplaza de un lugar a otro, velando porque todo esté en su sitio y las imprudencias no provoquen accidentes.

La escuadra de Edilberto se detiene. A causa de la fatiga prolongada por varios días de caminar, los hombres aprovechan relajados aquellos escasos minutos para afeitarse, escribir cartas, entablar algunas partidas de juegos de mesa o duermen desprotegidos, distanciados de las armas, sin tener en cuenta la posibilidad de un ataque imprevisto.

Por no tomar las medidas ante un enemigo real y cercano, el General los regaña con tanta intensidad que el sueño se aleja y el cansancio desaparece. Después, sólo quedan fuerzas para engrasar la pieza de artillería.

La Caravana retorna a la marcha, y a pocos kilómetros, después de pasar la línea del ferrocarril, son emboscados. Por primera vez Edilberto siente la muerte cerca, ya que nunca participó de un combate real. Dispara su arma parapetado detrás de un arbusto, pero el temblor de las manos y pies no le deja disparar adecuadamente.

Se dice así mismo: “Yo no tengo miedo”, pero su cuerpo tiembla. Al concluir el tiroteo, tira con rabia la ametralladora al suelo como la causante de no haber podido controlar sus nervios en la hora precisa.

A los pocos minutos, y ya más calmado la recoge, la besa y piensa que ese arma le podría salvar la vida en momentos difíciles…

…así fue.

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