Burdeleos

Burdeleos

Patxi Ibarrondo*. LQSomos. Enero 2017

Esta la gente preocupada, en algunos casos alarmada por lo que pueda suceder en el mundo del dominó y las carambolas, cuando el Donald Trump tome posesión de su cargo como inquilino titular de la Casa Blanca. Por de pronto se acabó la finura y quizá hipocresía de otra época. Los líderes del’ mundo son Trump y Putin. Ambos lucen estilo macarril y se rebozan con las mujeres guapas sin ocultar su machismo efervescente. Todo lo contrario. Trump nos cuenta su abordaje favorito del cuerpo femenino y Putin, por su parte, hace un elogio mayúsculo de las prostitutas rusas, afirmando que son las mejores. El macarrismo al poder. Se acabaron Las buenas maneras y el diplomático disimulo. Con la crisis hemos pasado al chantaje puro y duro.

Hay que reconocer esa preocupación, calibrarle y ubicarla. Y mandar a los mandatarios al cuarto de los ratones. El cuarto de los ratones: era una amenaza habitual contra travesuras infantiles que a mí me daba mucho miedo cuando era más pequeño que ahora que soy muy pequeño. Enviarle a uno al cuarto de los ratones era arrojarte al reino de la ignota oscuridad, donde los temibles roedores te veían y tú a ellos no, y te podían hacer lo que quisieran; y por supuesto, la imaginación desbocada no te auguraba nada bueno. Había mucho peligro

Igual que ahora con el cambio de emperador mundial.

Todos firmes en alerta de prevengan. Los barcos de guerra van y vienen de acá para allá, surcando mares estratégicos y protegiendo potenciales materias primas. El sexo es una ellas. Gran negocio. Putin es un duro y Trump está por ver. Pero en la película esta, titulada el dominio del mundo , parece que la estrategia USA es aislar la amenaza comercial china.

La incertidumbre es de las peores experiencias que puede soportar el ser humano. Pone a prueba tu sistema nervioso y se descentra y dispara la el relé paranoico. Es como entrar en una habitación tinieblas y no saber cuándo ni como y con qué intensidad vas a recibir un palo. Lo único que sabes inexorable es la certeza de que lo recibirás. Entonces es cuando el tiempo se detiene y se hace sólido como un adoquín. Irrespirable. Sudor.

En los prolegómenos del advenimiento del emperador Trump, hay movimiento disuasorio y pizarras digitales repletas de teorías de la intimidación. O sea, en lenguaje perruno, mucho más barato, simple y eficaz, yo levanto la pata trasera y meo los límites del territorio donde tú no debes estar ni en tus ambiciosos sueños mingitorios, porque te va la vara.

Y todo se mueve inquietante en el actual situacionismo postmarxista, facción KGB. El eslavo Vladímir Putin es el auténtico cuarto de los ratones para el temeroso hombre blanco. Y en consonancia con los intereses unos y otros, mueven los portaaviones y el resto de la flota para intentar mear encima de la meada del adversario. El macró del Kremlin anunciando el éxito de alcance del nuevo misil intercontinental ruso y los marxistas-leninistas-ultraliberales chinos mirando de reojo astuto, el “yuan” preparado para invadir nuestros bancos…Mucho miedo da todo eso. Por la ley de la supervivencia y su corolario la adaptación, hay que acotar ese miedo y meter entre pan y pan un paréntesis de normalidad.

Y en el mundo libre de Merkel no estamos en igualdad de condiciones, no desde que socialista Javier Solana ya no es el jefe supremo de la OTAN de entrada no. Y con la vestal Cospedal recién asomada, que nos pregona la imperiosa necesidad de Estado de gastar un buen trozo del PIB en sofisticados juguetes militares para que nuestra tropa de ponga al día. Se hace preciso la homologación con las potencias, estar preparados por si nos encomendaran alguna misión de paz, o lo que es peor, humanitaria.

Y al fin al cabo somos humildes esclavos de la estética, amenazada siempre por el tiempo que corroe las ambiciones e incita a la velocidad. Pacificador por excelencia ha demostrado ser Putin, al que no le tiembla el bótox facial a la hora ordenar a sus aviones de combate arrasar Alepo, como antes mandó arar y echar sal en los surcos de Chechenia o entrar a liberar rehenes en un cine ametrallando la escena con la letal herramienta AK-47. Abrótano Macho patriarcal.

Y en el aire queda colgada la pregunta inútil, insidiosa y cruel por infantil. La pregunta irrelevante como la filosofía misma. Si con lo que cuesta un movimiento de flota de estribor a babor en un mar cualquiera no se podría acabar con la acentuada miseria de este mundo. Uno de esos simulacros de rutinario dominio y defensa acabaría con toda la miseria de los refugiados y los emigrantes africanos sin flotador ahogándose en masa en el sabio Mediterráneo griego. Y todavía sobraría parné.

Pero, como decía, vivimos tiempos de mercenaria búsqueda de belleza y revolcón. Los secretos orgiásticos chocan con la puritana religión oficial de la tribu. Hay un rumor de fondo que cerca, de momento de manera invisible, la integridad del nuevo Calígula del Tea Party. Putin se vanagloria de que las hetairas rusas son las mejores. Al final de las contiendas posmodernas al héroe triunfal del antiguo laurel le espera en el quirófano de la eterna juventud un diligente cirujano plástico.

Al final de la agonía del capital acumulado nos asomamos al paraíso perdido y emprendemos el viaje a colonias venusianas. Hemos llegado al colapso y el The End del Apocalipsis suena en el interior del convencimiento. Solo queda esperar, somos espectadores y víctimas de nuestra propia estupidez humana.
Pero el último escarceo de la política representativa, lo protagonizarán ambos líderes en un burdel de lujo.

Como dice el axioma antiguo, “tira más pelo de coño que maroma de barco”.

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