Centroamérica: ¿Son posibles alternativas al modelo turístico dominante?

Centroamérica: ¿Son posibles alternativas al modelo turístico dominante?

El crecimiento acelerado del turismo en Centroamérica, que despunta como destino emergente, corre el riesgo de acabar tan mal como otros territorios periféricos. Estamos a tiempo de pensar si son posibles otros modelos. ¿Pero sobre qué bases?

¿Es posible pensar un turismo distinto al predominante? ¿Merece la pena el esfuerzo? ¿Y si es así, por dónde empezamos? Estas son algunas de las preguntas que reiteradamente aparecen en muchos de los foros de discusión a los que he asistido en los últimos años y que ponen en cuestión el modelo turístico actual. Desde la izquierda tenemos serios problemas para abordar el asunto. Tradicionalmente lo hemos minusvalorado, no le damos suficiente importancia frente a otras problemáticas o actividades económicas –como las actividades extractivas, la construcción de grandes infraestructuras, la agroexportación o la industria maquiladora –, y sin embargo es hoy por hoy uno de los principales agentes de la globalización neoliberal.

Cuando se aborda la discusión centramos nuestra atención en el funcionamiento de los capitales turísticos, sus múltiples impactos y los conflictos que genera. Este enfoque crítico, cuestionador del orden existente, es fundamental frente a la lógica que predomina en los estudios universitarios, subordinados al “tourism for business” en su afán por garantizar y legitimar la reproducción de los grandes capitales turísticos, tal como han puesto en evidencia desde diferentes perspectivas Raoul V. Bianchi o Michael Hall, profesores respectivamente en las universidades de Canterbury en Nueva Zelanda y East London en Inglaterra [1]. Sin embargo la creciente turistización de enormes territorios en diferentes áreas de Centroamérica, tanto en el litoral y algunas ciudades de origen colonial como en zonas de montaña, requiere que abramos nuestra mirada y replantemos el debate sobre nuevas bases.

Necesidad de alternativas

Las dinámicas que dominan el escenario turístico internacional se caracterizan por una progresiva concentración empresarial, fuga de capitales, paraísos fiscales, especialización territorial y dependencia turística, especulación, elitización de determinados espacios o masificación y degradación de otros. Esto ha provocado toda una serie de impactos negativos sobre los recursos naturales, el territorio, la economía, las finanzas públicas o las condiciones de trabajo, por citar solo algunos aspectos. Centroamérica aceleradamente avanza hacia la repetición de los mismos problemas derivados de la especialización turística descritos en territorios cercanos en economías también periféricas como las del caribe o algunas zonas de México [2].

Es urgente oponerse a esta espiral de concentración de capital y desposesión social que han generado los grandes empresas turístico-inmobiliarias, y avanzar hacia un mayor control por parte de amplios sectores sociales sobre los recursos y territorios en los que viven. Por eso, y de forma interrelacionada, es necesario pensar también en posibles alternativas al modelo turístico dominante. Hay que apostar por dar una nueva forma a un sector que genere trabajo, redistribuya socialmente la riqueza creada y dé servicio a amplias mayorías de la población.

En todo este debate nos hace falta analizar el turismo de un modo más desacomplejado, del mismo modo que podemos actuar frente a la agricultura o la industria, como una actividad económica más. Las alternativas que se propongan, para que realmente puedan serlo, no pueden estar desconectadas de un permanente análisis crítico sobre ellas mismas y su función en el contexto en el que tienen lugar. Si no corren el riesgo de ser experiencias aisladas, sin mayor trascendencia social, cuando no acabar por dar servicio únicamente a minorías con mayor poder adquisitivo afanadas por consumir experiencias innovadoras o, peor, dar paso a nuevas fronteras en el avance de la industria turística. Repensar el turismo implica una acción global, en el sentido que hemos entendido el turismo responsable como movimiento social, ante otras acepciones del término que lo limitan a un producto turístico más o a una serie de buenas prácticas [3].

La maduración de posibles alternativas requiere un ejercicio de cuestionamiento profundo sobre cómo funciona el turismo realmente existente, incluyendo también lo que se considera alternativo al modelo dominante. ¿En manos de quien está la actividad turística? ¿Cómo se ha llegado hasta aquí? ¿Qué implicaciones ha tenido esta progresión? ¿Qué papel juega en el territorio? ¿A quien está dando servicio? ¿Qué cultura está promoviendo? ¿Qué aporta en la generación de cambios sociales que permitan avanzar hacia sociedades más equitativas y justas? Lo nuevo debe surgir y reconocerse en la tensión con este diálogo permanente entre una determinada realidad y una ética de carácter emancipatorio.

Las posibles alternativas serán necesariamente plurales y adaptadas a distintos contextos. Proponemos aquí una discusión sobre sus posibles formas de concreción en base a un esquema simple de caracterización de la oferta, la demanda y su inserción en el territorio, que deberían poder traducirse en lineamientos de política pública.

Oferta: conglomerados de múltiples actores

Frente a la tendencia a la concentración de los capitales, las actividades especulativas y el recurso a la financiarización, otro modelo de desarrollo turístico debería aspirar a reducir el peso de esos actores, sean de carácter transnacional o local, y priorizar una estructura empresarial articulada en torno a grandes conglomerados de iniciativas de la micro, pequeña y mediana empresa, incluyendo también las estructuras asociativas y comunitarias, así como de titularidad pública.

Una de las claves del éxito de este tipo de enfoque está en la capacidad de articulación entre actores que llegan a formar alianzas en torno a una propuesta turística con identidad territorial, sin que esto signifique que el área deba dedicarse únicamente al turismo. La suma de múltiples iniciativas articuladas en un territorio puede suplir las limitaciones de cada una de ellas por separado, y ser perfectamente competitivas frente a las ofertas de grandes capitales. Esto implica construir alianzas que articulen una oferta atractiva, diversa, viable económicamente y que, a su vez, contribuya a la democratización en el acceso y disfrute de los recursos naturales por parte de la mayoría de la población frente a la lógica privatizadora del turismo dominante.

El contexto actual, caracterizado por una durísima crisis económica internacional, la presión de los capitales financieros sobre lo público y lo común, que deriva en una transferencia de rentas desde los sectores populares y clases medias hacia unas pocas minorías y en la privatización de bienes comunes, pueden posibilitar una recomposición en las alianzas de clase más favorables al desarrollo de economías productivas arraigadas en territorios concretos. Este reacomodo de las relaciones entre distintos grupos sociales puede facilitar nuevas formas de articulación económica e institucional.

Demanda: mayorías próximas

De forma progresiva se requiere centrar cada vez más la atención en una demanda orientada hacia la mayoría de la población, no únicamente en los que tienen más poder adquisitivo como, por ejemplo, algunas influyentes agencias de cooperación internacional, instituciones multilaterales o activos think tanks han propuesto que haga el turismo comunitario. La concentración del turismo en segmentos de población de altos ingresos y en su mayoría de lugares lejanos limita el acceso de la mayoría de la población de una determinada área a determinados recursos y territorios. Esto provoca elitización y exclusión. Por razones democráticas básicas un modelo turístico alternativo debe tomar en cuenta las necesidades y derechos del conjunto de la población, y en especial de los sectores populares y clases medias, que son mayoría. Es cierto que estos sectores pueden hacer menos gasto por persona al día en un determinado lugar, pero esto no significa que en su conjunto no puedan generar tantos o más ingresos que los otros sectores, y con mucha mayor estabilidad y regularidad, y menores fugas hacia otros países o paraísos fiscales.

Centrarse en este mercado de altos ingresos implica muchas veces desplazamientos en avión a largas distancias. Pero esto no toma en cuenta que el transporte aéreo es actualmente uno de los puntos más críticos de la industria turística. Por una parte hay que reconocer el impacto ambiental de este medio de transporte, especialmente grave en términos de contribución al cambio climático [4], como han alertado desde hace años numerosos investigadores, algunas de cuyas principales contribuciones reunieron el año 2009 Stefan Gössling y Paul Uphamen un libro fundamental, Climate Change and Aviation. Issues, Challenges and Solutions [5], o entre nosotros Joan Buades en su blog Playa Paraíso (Zona Franca) en la Web de Alba Sud.

También es grave por su dependencia de los combustibles fósiles, cuando estamos entrando en la era del peak oil, que implica un punto de no retorno en el que los costes de extracción del petróleo seguirán aumentando, o dejan de ser rentables y por tanto no viables. De este modo, toda la matriz energética construida en base a los combustibles fósiles entra en cuestión y con ella la misma industria turística [6]. La supuesta alternativa a este problema basada en los agrocombustibles no deja de ser tan o más problemática que la situación que pretende resolver. Por una parte agudiza la competencia por las tierras de cultivo, desplazando la producción de alimentos en manos de familias campesinas, como ilustra dramáticamente el caso de la palma africana en el Bajo Aguán, Honduras [7]. Por otra parte, los agrocombustibles también contribuyen significativamente al cambio climático, tal como puso en evidencia un estudio de la Unión Europea, EU Transport GHG: Routes to 2050, del año 2012. Así, se ha confirmado un incremento de los Gases de Efecto Invernadero a causa de que el cultivo de agrocombustibles comporta mayor deforestación, erosión de los suelos y avance de la frontera agrícola [8]. Las ilusiones tecnológicas no parece que por el momento muestren indicios de que los problemas del peak oil puedan resolverse sin modificar sustancialmente las características del transporte aéreo a escala internacional.

Ambos factores – peak oil ycambio climático – están provocando ya importantes alzas en los precios de los pasajes de avión, ya sea a través del incremento de los costes del combustible o de las crecientes tasas climáticas, que van a hacer cada vez más caros los desplazamientos internacionales, a pesar de las proyecciones ilusionadas la Organización Mundial del Turismo.

Lógicamente este proceso no está exento de dificultades concretas, y probablemente no pueda hacerse de golpe, pero cuanto más se pueda ir avanzando en esta transición menor debería ser el impacto del fracaso del modelo actual. Esto nos obligaría a revisar y poner mayor atención en la oferta relacionada con el ocio popular y en políticas públicas que claramente lo alienten. Este tipo de actividad turística asociada a los sectores populares no es para nada nuevo en la región. Existe una amplia oferta y experiencia. El problema es que en los últimos años, el crecimiento turístico se ha visto asociado ineludiblemente al visitante extranjero, y a poder ser con mayores recursos, y el sector ha crecido de espaldas a este tipo de iniciativas de carácter más popular. Los estudios del sociólogo Allen Cordero sobre los viejos centros turísticos en Costa Rica son una muestra de la necesidad de ampliar la mirada también en esa dirección [9].

Territorio:  autocontención, diversificación y complementariedad

Finalmente, como tercer vector de este enfoque, la integración de la actividad turística en un determinado territoriodebería realizarse sobre la base de la diversificación y la complementariedad con otras actividades, reduciendo así la especialización turística, y por tanto los impactos más negativos derivados de esta concentración, así como de su dependencia. Esto implica que algunos territorios turísticos inevitablemente deben decrecer y potenciar otros sectores. Su elevado grado de concentración y vulnerabilidad con esta actividad no es sostenible ni ambiental ni socialmente. Pero al mismo tiempo otros territorios pueden crecer turísticamente, en la búsqueda de ampliar su base económica.

Es necesario salir de la lógica territorial impuesta por la globalización neoliberal que promueve la especialización espacial en un contexto de competencia global. Contrariamente habrá que potenciar territorios más integrados, con multiplicidad de actividades, en las que el turismo pueda ser un recurso más, y que permita avanzar hacia un desarrollo más endógeno.

La presencia de la actividad turística en un determinado territorio puede fortalecerse con circuitos cortos de comercialización de las explotaciones agropecuarias. Esta relación no hay que verla únicamente en una sola dirección, cómo producir alimentos para satisfacer las necesidades de los turistas, si no también en cómo el turismo sirve como plataforma para dar a conocer, promover y comercializar determinados productos alimentarios locales. En este sentido, este tipo de turismo puede ser una oportunidad para revalorizar la producción alimentaria del mismo territorio, en un marco favorable a la Soberanía Alimentaria.

Avanzar en el debate

La discusión sobre cómo potenciar otros modelos de desarrollo turístico es cada vez más urgente. Los tres ejes sobre los que proponemos empezar la discusión son solamente guías para el debate. En realidad muchas de las cosas que estamos proponiendo no hay que inventarlas, y tampoco podrían ser únicamente fruto de la imaginación, son parte ya de la realidad social. Aunque necesitan sin duda mucho análisis, reconocimiento y visibilidad.

Tomemos como referencia algunos ejemplos de Nicaragua y El Salvador. En el ámbito del turismo rural y comunitario hay iniciativas exitosas como la Finca de los Cerrato, en Estelí, Nicaragua, el Bosque de Cinquera, en Cabañas, o la Ruta de Paz, en Morazán, en El Salvador, que han logrado desarrollar ofertas atractivas y económicamente viables, orientadas hacia una clientela local y nacional, y con cierto de nivel de articulación entre distintos actores. Hay experiencias como la de Catarina, en Nicaragua, que concentran una amplia oferta micro y pequeñas empresas, incluso cooperativas, en torno a un municipio que combinan la venta de artesanías, flores y servicios de restauración diversos con un amplio reconocimiento por parte de la población nacional. En El Salvador se conservan aún en algunas playas centros recreativos administrados por el gobierno y orientados hacia el ocio de los sectores populares que son ampliamente concurridos y apreciados. El proceso de recuperación de algunos espacios públicos en la ciudad de Managua, como el Parque Luis Alfonso Velasquez o el Malecón del Puerto Salvador Allende, y la buena aceptación que han tenido este tipo de intervenciones señala las potencialidades de pensar en esta dirección. El éxito, e incluso la masificación de lugares como el Puerto de La Libertad en El Salvador, que requerirían réplicas a menor escala en muchos otros puntos del litoral, también indican las potencialidades del turismo interno. Y hay, sin duda, muchísimos más ejemplos, y en ámbitos también distintos, tanto en estos dos países como en el resto de la región. Esto nos debería ayudar a identificar las posibilidades de avanzar en este tipo de enfoques.

Este tipo de procesos de reapropiación social a favor de grandes mayorías no se generan de forma espontánea. Suponen múltiples retos que hay que afrontar en lo concreto, en el tipo de formación profesional que se requiere para este enfoque, en qué estrategias de comercialización, en qué tipo de articulación empresarial y social, en qué políticas públicas, en qué procesos de movilización cultural que den pie a otros imaginarios de la actividad turística.

Centroamérica tiene aún la oportunidad, con un desarrollo turístico no tan avanzado, de replantear las bases sobre las que quiere impulsar este sector. El hecho de disponer de una amplia red de iniciativas turísticas micro, pequeñas, medianas, asociativas, comunitarias y públicas en toda la región, con experiencia y actividad en marcha, debería posibilitar que estos sectores ganaran mayor protagonismo. No es poco lo que está en juego.

 * Publicado en Albasud

Notas:

[1] BIANCHI, Raoul V. (2009). The ‘Critical Turn’ in Tourism Studies: A Radical Critique. Tourism Geographies: An International Journal of Tourism Space, Place an Environment, Volume. 11, Issue 4, November, pp. 484–504; ECOCLUB (2011). Interview: C. Michael Hall, Professor, University of Canterbury, New Zealand. 29 December.

[2] BLÁZQUEZ, Macià, CAÑADA, Ernest; MURRAY, Ivan (2011). Búnker playa-sol. Conflictos derivados de la construcción de enclaves de capital transnacional turístico español en El Caribe y Centroamérica. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 10 de julio, vol. XV, nº 368.

[3] Para una aclaración sobre las diferentes acepciones del concepto “turismo responsable” se recomienda su consulta en Wikipedia.

[4] Según datos proporcionados en la Cumbre Alternativa (Klimaforum) a la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático celebrada en Copenhague entre el 7 y el 18 de diciembre de 2009, por Paul Peeters, ingeniero y profesor en la Universidad de Breda, en los Países Bajos,  el 13% del total de emisiones de Gases de Efecto Invernadero tienen su origen en el turismo, debido en gran parte a su vinculación con el transporte aéreo. Citado por: BUADES, Joan (2011). “Alerta climática, quimera turística y placebo REDD en El Caribe, Centroamérica y México”, en BLÀZQUEZ, M. & CAÑADA, E. Turismo placebo. Nueva colonización turística: del Mediterráneo a Mesoamérica y El Caribe. Lógicas espaciales del capital turístico, Enlace, Managua, pp. 299-326.

[5] GÖSSLING, Stefan & UPHAM, Paul (ed.) (2009). Climate Change and Aviation. Issues, Challenges and Solutions. London: MPG Books Ltd.

[6] FERNÁNDEZ DURÁN, Ramón (2011). La quiebra del capitalismo global, 2000-2030. El inicio del fin de la energía fósil: una ruptura histórica total, Libros en Acción, Baladre y Virus.

[7] Sobre el conflicto agrario en el Bajo Aguán, Honduras, se puede seguir especialmente la sección sobre palma africana en la Web de la Rel-UITA.

[8] Informe citado por Silvia Ribeiro en: Los biocombustibles empeoran el cambio climático, La Jornada, 19/05/2012.

[9] CORDERO, Allen (2011). “La vertiente social de los centros históricos del turismo. Los casos de Playas de Coco, Limón y Puntarenas (Costa Rica)”, en BLÀZQUEZ, M. & CAÑADA, E. op. Cit., pp. 135-162.

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