Cine ¡por favor!

Cine ¡por favor!

Por Ángel Escarpa

Leo en alguna Web una nota de alguien que afirma que sus películas favoritas son las de Charles Bronson.

Lo peor que tiene ese género de cine de los “justicieros” Charles Bronson, de Van Damm, Bruce Lee, S. Seagal, Jackie Chan, Stallone y demás fauna es que pueden llegar a crear este tipo de público.

Tengo un recorrido más que dilatado como espectador cinematográfico. Desde aquellas entrañables películas del Tarzán en blanco y negro de los años cuarenta, -con el mejor Johnny Weissmuller-, las de Fu Manchú en el cine de los frailes, las de Sabú, las formidables pelis de James Cagney (aquel pedazo de actor que se solidarizó con la causa de la República); las entretenidas y emocionantes producciones que nos llevaban al desierto de Arabia, a Bagdad, a los bosques de Bretaña (más tarde descubriríamos que estaban rodadas en el desierto de Arizona o sin moverse los “héroes” del mismísimo Hollywood), de la mano de Gary Cooper, Burt Lancaster, Errol Flynn, (otro que estuvo en España, con los republicanos), Clark Gable, Victor Mature, Wallace Berry, Jean Harlow, …En mi larga vida como espectador en los cines de ayer y de hoy he tenido ocasión de ver cine de “llorar”, como la lacrimógena Belinda, me harté de ver pelis de “indios”, de “pecar”, de “romanos”; pelis de “risa” de Cantinflas, de Sandrini, de Chaplin; pelis de  “gangsters”, con Richard Conte, E. G. Robinson, pelis de “piratas”, con Tyrone Power, Charles Laughton, Mauren O´Hara, pelis de “amor”, de Jorge Negrete, de María Félix, de Ray Milland, de Joel Maccrea, de María Móntez, de John Hall, de Pepe Isbert, de Manolo Morán, de Fernando Fernán Gómez; pelis de “carreras”, con la niña Margaret O`Brien y Micky Rooney, de “miedo”, musicales, religiosas, biográficas, de viajes, bélicas, de Liz Taylor y la perrita Lassy. Películas anticomunistas, de santos, películas en Cinerama en el Cine Albéniz y en el Proyecciones. Cine en Cinemascope, cine en “relieve” en el Monumental Los crímenes del Museo de Cera; en “tecnicolor”, en “agfacolor”; cine de aventuras en cines de barrio con sillas de tijera, en salas de estreno, en cines de verano y al aire libre, en “salas de Arte y Ensayo”, en el Desierto del Sáhara llegué a ver Rebelión en la granja; en salas de pueblos de Marruecos y rodeado de gentes envueltas en nubes de humo de “kiffi”, películas que “daban” los curas en la parroquia, con misioneros que perecían en la nieve tratando de salvar a los “pobres negritos” de Fernando Pooo. También “cine social”, de Carlos Saura, Bardém, Bressón, Montxo Armendáriz, Mario Camus, Marco Ferreri, Ricardo Franco.

¡Cielos! La cantidad de hambre que nos pudo quitar aquel cine de cuando las famosas “cartillas de racionamiento”; la España de las naranjas picadas, los boniatos cocidos en la hornilla, el tabaco de colillas y el inevitable NO-DO en los  años de posguerra. Cine de Rafael Gil, de Benito Perojo, en ruidosas salas con acomodadores uniformados que, mientras en la pantalla ya “devoraban millas sobre sus briosos corceles los “crueles pieles rojas”,  nos guiaban con el débil resplandor de su linterna por la maravillosa oscuridad del cine Legazpi, el cine Usera, con butacas de madera, con fuerte olor a zolopino, con el pesado y ceremonioso telón que cubría la gran pantalla antes y después de la proyección; con hombres que pregonaban el bombón helado y la gaseosa, también con hombres huidos de la cruel represión: unos a Francia, otros en el “monte”. Millares de hombres y de mujeres padeciendo largas condenas en Ventas, en Ceuta, en el Dueso, en el Puerto, en Santoña, en Ocaña. Hombres y mujeres aguardando la “pepa” en aquel tenebroso entramado de cárceles en el que se convirtió España tras la derrota republicana, o tal vez una amnistía que se demoraba tras el avance de las tropas aliadas por la ya derrotada Alemania, “tal vez llegue a tiempo la petición de clemencia al Generalísimo y aún puedas conocer al chico, que nació mientras tú combatías en Teruel”. También hombres y mujeres que, en la cómplice clandestinidad de la penumbra, entre el beso de Clark Gable a Jean Harlow o los gritos de los “piratas” en el acto del abordaje del navío inglés, cambiaban torpes caricias que, aunque no alcanzaran el clímax, contribuían a distraer por unas breves horas el frío y el hambre de sexo.

– Lo bueno que tiene llegar tarde a la película es que te ahorras cantar el Caralsol con el brazo alzado. Eso y tener que verle otra vez al “tío del Pardo”, en el NO-DO, prometiéndonos que en ningún hogar ha de faltar el pan ni la lumbre-.

¿Cuántas películas del gran Satyajit Ray y del soberbio Akira Kurosawa caben en una vida? ¿Cuántas de Eisenstein, cuántas de Ingmar Bergman, de Sanjinés, de Rossellini, de Visconti, de Gilo Pontecorvo?

Cine en unas vacaciones en Coruña, cine en un cine al aire libre, unas vacaciones en Guardamar, con el inolvidable El golpe de Paul Neuwan. Cine de Costa Gavras, en Segovia, a pocos pasos de aquel Hotel Las sirenas, donde yo le pedía un autógrafo al formidable Yves Montand. Cine en Albacete, en Tarifa, en el acuartelamiento de La Legión de Tauima (Melilla); La dama y el vaquero (¡¡en inglés!!), en un hotel de N. York; memorable sesión de cine en el Pequeño Cinestudio Magallanes, con la heroica Sierra de Teruel de Malraux y Max Aub; cine en Londres, en la sede del FRAP – aún éste en la clandestinidad-, con Morir en Madrid.

Si a España se la confunde con el Museo del Prado, con el sol y las naranjas, con el ¡¡No Pasarán!! del 36; al Madrid de los años cuarenta-cincuenta-sesenta se le asocia con los 150 cines y los 23 teatros; los 5 frontones y las 12 piscinas.

Escribo estas notas ahora y no puedo por menos de evocar aquella nuestra remota España de cuando Gilda y la famosa bofetada de Gleen Ford a Rita Hayworth, que los más chicos tuvimos que esperar a ver veinte o treinta años. Cine de Manuel de Orduña, Manuel Mur Oti, de Ignacio F. Iquino, Ladislao Vajda, de Ramón Torrado; pero también películas soberbias de Miguel Picazo, Angelino Fons, Mario Camus, Jaime Chavarri, Martín Patino, Alfonso Ungría, entre tanto John Ford, Jóhn Houston, De Sicca; tanto Welles, Wilder, Wyler, Renoir, Coppola, Fritz Lang, Hitchcok, tanto Carl Th. Dreyer, De Mille, y Rossellini. Cine de los Hermanos Marx, de Totó, de John Garfield; aquella inefable Vivir en paz, con el no menos inefable Aldo Fabrizzi. Tardes de cine en las salas del Madrid de 1945 con Stan Laurel y Oliver Hardy, domingos de sesión continúa en los desaparecidos cines de nuestra infancia y nuestra primera juventud: Cines Lusarreta, Pizarro, el América de Solo ante el peligro y de Más allá del Missoury. Cine Delicias de pelis como El sargento York, Una mujer marcada, Duelo de titanes, Monsieur Verdoux.  Cine Alaska. Cines del Paseo Extremadura y Campamento…Albarrán, Astoria, Aluche, Extremadura, Chiki. Cines del barrio de Vallecas: San Diego, Excelsior, Avenida, Frutos. Cine Fátima, Cine Florida, Falla, Fundadores, Excélsior, Espronceda, Canciller, Emperador. Cine San Francisco de Camino del Oeste, con Lily Damita y Gary Cooper – y donde se alojó en su día nuestro querido Max Aub a su paso por Madrid-. Cine Lenx, LOS ángeles, San Cayetano, Rivera, Alba, Alvi. Cine Colón de Campanadas a medianoche. Cines Postas, Pelayo, el Covadonga de American Graffiti, Arizona, Salaverri. Cine España, de General Ricardos y de Campamento; cines de Las Ventas, de la Avenida de Aragón, de Canillejas, de San Blas, Cuidad Lineal: Cine Ventas, Cine Mundial, Cine Lepanto, Cine Iberia, Cine Simancas, Cine Aragón, Cine Las Vegas, Cine S. Blas, Cine Argentina, Cine Terraza Metropol de aquel imborrable La gran prueba, con G. Cooper, D. McGuire y A. Perkins, verano de hace 50 años, al aire libre; Cine Texas,: Cine Pegaso, en la colonia del mismo nombre;  Cine Toledo, Cine Benlliure, con una peli de Ken Loach; Cine Bilbao, Cine Carretas, Canadá, Chamartín, Chamberí, Velázquez, Vergara, Victoria, Voy, Cine X, Felipe II, Fígaro, La Flor, luego Conde Duque, Castilla, Cine Doré: Matanza infernal, con Victor Mature. ¿1, 2 pesetas aquel 1951? Salas de la Gran Vía: Avenida, Callao, Actualidades, Coliseum, Azul, el Lope de Vega de Psicosis, Gran Vía, Rialto, Palacio de la Prensa, Palacio de la Música, Cine Alambra, Cine Argel, Cine Argüelles, Astur, Avemaría, Cine Amaya, con La prima Angélica en cartel y aquellos bárbaros secuestrando la película; Cine Apolo; mañanas en el Cine Imperial y en el Rex para ver la extraordinaria Lawrence de Arabia,  El Circo de Chaplin. Cine Progreso del formidable Fort Apache de Ford. Cine Alba, Cine Alcalá y un recital de Paco Ibáñez y R. Alberti. Cine Alcántara del remoto Julio César, con Marlon Brando y Louis Calhern. Cine Alexandra y las películas de Joseph Lossey. Cines de sesión continua, con un fuerte olor a naranjas y a sudor flotando en el ambiente y con dos películas por una peseta. Heroicos cines de nuestra guerra, nuestra posguerra, como el Europa y el Olimpia, donde aún, en los descansos, podría oírse la voz de trueno de Pasionaria y de los lideres obreros llamando a la huelga general contra el Gobierno Lerroux, contra el fascismo y sus generales, contra la indiferencia de un  mundo que asistía pasivo al dramático espectáculo de ver desangrarse a la República Española…”compañeros, camaradas…¡¡No pasarán!!” Cine Cartago del Amarcord de F. Fellini, Cine Capri. Carolina, Candilejas, California, Cristal, El Españoleto, la sala Elcano de Madame Butterfly. Cine Montecarlo de El puente sobre el Río Kway, Cine Carlos III de Perfume de mujer, Cine Chueca, Cine, Cine Dos de Mayo de La casamentera y La extraña prisión de Huntleight. Cine Ayala, Astur, Barceló, Becerra, Bécquer, Bellas Artes, Bellas Vistas, Bellón, Cine Benavente, donde, de un día ver dos triviales películas, con el tiempo, transformado en teatro, pasamos a ver la terrible Doble historia del Doctor Valmy, de Buero Vallejo. La formidable Calle Mayor, de Bardem, en el Galileo, el Cine Gayarre, Cine Generalife, Gong, Granada, Ibiza, Ideal, Imperio, Infantas, Iris, Lavapiés, Lido, Lopez de Hoyos, Maravillas, María Cristina, Marvi, Metropolitano, Montera, Montija, Muñoz Seca, Murillo, Nares Cinema, Narváez, Odeón, Oraa, Pálace, Palacio del Cine, Panorama, Pavón, Pelayo, Paz, Peñalver, Pez, Pompeya, Praga, Princesa, Príncipe Alfonso, Príncipe Pío, Quevedo, Real Cinema, Roma, De la Rosa, Roxy A y B, Sainz de Baranda, Salamanca, San Miguel, Savoy, Sevilla, Tetuán, Tívoli, Universal Cinema, Urquijo, Vallehermoso, Salaberri, Velázquez, Vergara, Victoria, Voy.

En estas salas de encantamiento se domesticaba y se amansaba en aquellos años lejanos a aquellos mismos hombres que habían defendido durante tres años las puertas de Madrid de las tropas de los generales facciosos. En la oscuridad de aquellos cines, los combatientes de Líster, de Tagüeña, de Santiago Álvarez y del General Rojo, los que cruzaron una noche el Ebro, cuando todo parecía ya irremisiblemente perdido para la República, aquellos bravos hombres de Teruel, de la Casa de Campo, de Cerro Muriano, de Sierra Pandols y Sierra Cavals, eran adoctrinados para construir la nueva España del general Franco, a mayor gloria de la España “que soñaba José Antonio”, que decía la canción. Aquellos hombres y aquellas mujeres que habían cantado tantas veces el ¡Ay!, Carmela y las irreverentes estrofas del Himno de Riego…”si los curas y monjas supieran la paliza que van a llevar, bajarían del coro cantando: ¡libertad, libertad, libertad!”. Aquel Madrid mil veces humillado en los comedores del Auxilio Social, en las charletas del general Queipo de Llano, insultado, vilipendiado y ultrajado en el ¡”ya hemos pasao”…! de Celia Gámez.

Cines de El buen Sam, con Gary Cooper y Ann Sheridan, de las películas de Ken Loach, las de Tony Leblanc y las de Glauber Rocha, de Capra y de Antonio Isasi Isasmendi. Madrid de las películas de Fassbinder y el de los teatros con obras en cartel de Alfonso Paso, pero también de Sean O’Casey y Alfonso Sastre. Madrid de las colas de vecinos con el cubo ante la única fuente. Madrid de las calles industriales de Méndez Álvaro, “nevadas” con octavillas con llamamiento a la huelga y a la movilización obrera contra el franquismo. Madrid del Circo Price en la Plaza del Rey, de las charlas del Padre Peyton, el de Las 13 Rosas, el del 20N, el de las rebajas y el de Lauro Olmo, Marcelino Camacho, Buero Vallejo y las palizas en Gobernación. Madrid de Lardy, del diario Madrid, de Valle Inclán, Baroja, Galdós; el de Barea, Miguel Hernández, Machado, Lorca, Corpus Barga. Madrid de Primo de Rivera, de Millán Astral, el de los “desfiles de la victoria” por la Castellana; pero también el de las reuniones clandestinas en los barrios obreros para distribuir el Mundo Obrero y para organizarse contra la represión. También el Madrid de las lejanas “restricciones”, de las iglesias desmochadas por las bombas, el del tabaco de colillas, el aceite de ricino, las descargas de los fusilamientos en la madrugada de los campos cercanos al Cementerio del Este. Madrid de Alejandro Casona, de Manuela Malasaña, el de los atentados fascistas y el del “submarino” a Genoveva Forest en las dependencias de la Guardia Civil. El Madrid donde el padre entró al cine de su infancia por un “capón” del portero.

El Madrid con su cine en el Nº 10 de la Puerta del Sol, el del incendio del Novedades…Madrid del general Riego ejecutado en la Plaza de la cebada, un 7 de noviembre de 1823 (ciento 113 años más tarde, ese mismo día, el pueblo de Madrid le da una lección al mundo defendiendo a ultranza una ciudad sitiada por los generales traidores).

Es difícil hablar de aquellas películas de la infancia y escapar a la nostalgia, no dejarse atrapar por la melancolía por los tiempos y por los padres idos, por tanto “ídolo” del celuloide desaparecido. Tardes de cruzar el río Manzanares, por el Puente de la Princesa, agarrado de la mano del padre para ver Beau Geste, Revuelta en la India, Alí Baba y los 40 ladrones, Gunga Din. ¿En qué año vi yo El Lobo, de 1937, con aquel tan admirado como lejano Bob Steele?

Si hay algo más cruel que la muerte misma es no conservar la memoria de los días de la infancia y las entrañables salas de El ladrón de Bagdad, con Sabú y aquella hermosa María Montez, La jungla en armas, Escuela de sirenas, Mercado de ladrones, La mano que aprieta, Al rojo vivo, Mares de China, La jungla de asfalto y aquellas extraordinarias interpretaciones de Louis Calhern, Sterlig Hayden, dirigidos por el gran Houston. No olvidar, no olvidar jamás al gran Edmund Gwenn de Calabuch, al Van Heflin, la bella Jean Arthur, el ”malísimo” Jack Palance, al Brandon de Wilde y al Alan Ladd de aquella tarde del cine San Carlos de 1953, con Raices Profundas, al dignísimo periodista encarnado por Edmund O’Brien en ¿Quién mató a Liberty Valance? No olvidar a los heroicos personajes anónimos de Ladrón de bicicletas, de Roma, ciudad abierta, de Las actas de Marusia, de Surcos, Cómicos, ¡¡Bienvenido, Mister Marshal!! ¡Ay!, Carmela, El pisito, Viaje a ninguna parte, Mambrú se fue a la guerra; aquel Pin, pan, pun…fuego, de F. F. Gómez, mientras en las casas las chicas casaderas aprendían a hacer sus labores acompañadas de los sabios consejos de doña Elena Francis.

Desconozco la edad del admirador de los productos de Ch. Bronson, por lo que no puedo hacer desde aquí un análisis medianamente justo del público que los consume. Pero si algo queda más que claro es que, mientras te embrutecen con determinados mensajes destinados a alienarte, estás perdiendo un tiempo precioso que bien podrías emplear leyendo un buen libro o reuniéndote con gentes cuya problemática social quizá te toca muy de cerca. También te sugeriría que vieras La sal de la Tierra, que no abandones esta vida sin ver La batalla de Chile, Senderos de gloria, Cartas a una desconocida, Con faldas y a lo loco, La cantata de Santa María de Iquique, Novecento

Otro día hablaré de una noche en un parque “tomado” por gentes que acamparon durante casi un mes para intentar detener la guerra, con la improvisada proyección de una peli sobre la “caza de brujas” en Hollywood.

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