Curas violadores: sed lex, dura lex

Curas violadores: sed lex, dura lex

Tomás F. Ruiz. LQS. Febrero 2020

La sentencia ha sido ampliamente difundida por la prensa, que ha hecho público el nombre y la fotografía del sacerdote. La sentencia también ha sentado precedente por su dureza, aunque ha sido bien acogida

Un sacerdote católico inglés condenado a 20 años de cárcel por abusos sexuales

En el Reino Unido acaban de condenar a un sacerdote católico a más de 20 años de cárcel por abusos sexuales a niños. Dada la avanzada edad del cura pedófilo, 80 años, y dada la perversidad demostrada por el acusado, no se le permitirá redimir pena a menos de diez años. Es muy posible que el condenado no salga de la cárcel para el resto de su vida.

La sentencia ha sido ampliamente difundida por la prensa, que ha hecho público el nombre y la fotografía del sacerdote en todos los medios. La sentencia también ha sentado precedente por su dureza, aunque ha sido bien acogida como medida preventiva para evitar que los abusos de niños se sigan cometiendo con preocupante reiteración en el Reino Unido: sed lex, dura lex. Mientras tanto, la población británica se pregunta cómo, a pesar de llevar a sus espaldas más de veinte acusaciones por delitos sexuales y de haber sido condenado a cuatro años de cárcel por abuso infantil en el 2005, el padre Gregory Carroll, párroco de Workington (Cumbria) y profesor en el Ampleforth College, siguiera al frente de sus responsabilidades, tanto religiosas como docentes. La declaración de una de sus víctimas, un joven que sufrió repetidamente sus abusos como profesor y como sacerdote, ha disparado por fin a la justicia británica a actuar con una sentencia firme y ejemplar contra este degenerado sacerdote católico.

Curas violadores en España

La sentencia de los magistrados británicos choca abiertamente con la situación de tácito consentimiento y abierta complicidad con que se castigan en España los casos de sacerdotes católicos condenados por delitos de abusos sexuales a menores. A causa de un concordato con la Santa Sede, parece que aún vigente a pesar de ser el español un Estado aconfesional, se conceden privilegios especiales a la iglesia católica. De esta forma, resulta que los curas que han abusado, humillado, sometido y hasta violado a niños en colegios, internados y residencias infantiles de todo tipo, están cumpliendo sus sentencias no en cárceles, como les correspondería por su grave delito, sino en edificios diocesanos, donde son “custodiados” por la misma iglesia católica.

De esta forma, y gracias a la investigación de algunos periodistas, ha salido a la luz que estos delincuentes sexuales son recluidos por la iglesia en parajes recónditos, donde sus superiores les envían para que recapaciten sobre su mal comportamiento y se arrepientan de sus pecados. Algunos de estos lugares son residencias juveniles e infantiles en medio del campo, aisladas de las ciudades y de cualquier otro centro urbano, de forma que el pervertido cura que está allí recluido no se vea obligado a sufrir ningún tipo de “abstinencia” en sus pecados contra la carne (¿o es a favor de la carne?… en fin, lo uno o lo otro es igual de repugnante). Así es como la iglesia católica hace cumplir su condena a estos violadores de niños: poniendo al zorro a cuidar el gallinero.

La confesión, que todo lo cura

Como bien sabemos en España, la Iglesia católica ha sido y es tan benevolente que es capaz de perdonar este tipo de execrables pecados; sobre todo cuando los que los cometen son sus propios acólitos. Esa benevolencia, que oportunamente aplicaron cerrando los ojos ante las matanzas que se cometieron en España durante y después de la guerra civil, les sirve ahora para perdonar a estos abusadores de tiernos infantes. Gracias a la confesión, ese hábil sacramento que sirve para que los pecadores católicos limpien sus conciencias, todos los curas violadores de niños se ponen a bien con dios tras cumplir su penitencia… Y consecuentemente, teniendo a mano tan hábil instrumento de descarga de culpa, se sienten confiados y entusiastas para caer de nuevo en la tentación y cometer sus pecados cuantas veces les venga en gana.

El Estado español, su abyecta justicia y sus prevaricadores jueces y magistrados, han sido y son los cómplices de que todos estos curas pederastas gocen de impunidad y de que anden libres y sueltos, dando rienda suelta a sus peligrosos instintos sexuales. La iglesia católica, que dicho sea de paso es la confesión religiosa que más curas depravados tiene hasta el momento en todo el mundo, desde su infinita compasión y su oportuna templanza, también se ha desgarrado los hábitos para perdonarlos. En su infinita bondad, dicen, el Señor perdona también esos execrables pecados. La frase atribuida al Cristo “Dejad que los niños se acerquen a mí”, ha servido a los sacerdotes católicos de oportuna excusa y pertinente promoción para atraer hasta sus redes a incautos e indefensos infantes y barrenarlos por la puerta de atrás en cuanto la oportunidad se les presentaba.

No olvidemos que el sanguinario Franco gustaba de desfilar “bajo palio” en las procesiones. De alguna forma había que pagar al Papa la atenta consideración que la justicia franquista demostraba con estos descarriados sacerdotes que no podían contenerse a las tentaciones de la carne.

Pero si resulta preocupante que los sacerdotes pedófilos campeen aún a sus anchas en nuestra sufrida católica y apostólica España, mucho más preocupante es conocer las secuelas psicológicas que las víctimas, menores de edad, sufren para el resto de su vida: stress, pánico, autoculpa, angustia, desajustes sexuales, insomnio, fobias de todo tipo… Una de las victimas del cura pedófilo británico lo ha expresado con estas aterradoras palabras: “El abuso que sufrí por parte de este sacerdote, al que yo consideraba un padre, un hombre de fe, ha sido más mortal para mí que cualquier enfermedad o que la misma edad.”

El juez que lo sentenció, Sean Morris, dijo de él que “Ha traído el mal a este mundo cuando, por su vocación de sacerdote, debería haber traído esperanza, ayuda y socorro”.

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