De los abortos

De los abortos

 

Para poder comprender cualquier juego hay que comprender sus reglas y su espíritu. Aquí, en Spanien (la patria es la moneda con que pagamos el pufo a Alemania), el espíritu y las reglas son cosa de la jerarquía clerical católica.

 

Es decir, hace unos meses el cardenal-jefe Rouco Varela se desgarraba una vez más las vestiduras -al estilo de las camisas de Hulk-. Dijo entonces que en en este país “los discapacitados tenían muchas dificultades para nacer y que tenían tanto derecho a vivir como cualquiera”… Ese fue, sin duda, un envite contra la ciencia médica, a la que insistentemente los jerarcas purpurados tratan como rival y acusan de creerse Dios. Cuando. Claro está, el monopolio del manejo de Dios lo tienen ellos. Y con el mazo dando.

Como ocurre siempre en la historia de España católica, apostólica, romana, las palabras de Rouco no cayeron en barbecho. Ipso-facto el meapilas ministro monoceja Alberto Ruíz Gallardón se puso a la tarea de penalizar aún más el aborto, incluyendo en la prohibición los casos en que el feto venga con malformaciones. Está claro: las Iglesia católica está empeñada en santificarnos por la vía del sufrimiento.

No les basta con el macrocepillo del Estado “aconfesional” y con modelar los impulsos y vaivenes y secuelas de nuestro cuerpo. Quieren el alma como mercancía; una prótesis que cotice en el mercado de la salvación por el dolor.

Porque lo bueno es que el mismo Rouco ha declarado que le parece bien la paleopolítica del gobierno Rajoy, incluyendo el recorte de la Ley de Dependencia, que deja sin recursos a los discapacitados y a merced del oleaje de una carestía que no es precisamente eucarística. O sea, que la Santa Madre Iglesia ordena parir hijos con taras físicas o mentales diagnosticadas y luego no les acoge en su amoroso seno de ayuda. Le endilgan el problema a la familia.

Hay que tener hijos para el cielo o usar pecaminoso condón.

Luego están las filigranas de la predisposición. Llevado por el entusiasmo del orapronobis, un párroco gallego ha denegado la hostia consagrada a una mujer con el 96% de discapacidad “porque sería como tirar la partícula”. ¿Se referiría acaso al Bosón de Higgs? No, era el cuerpo de Cristo. La diócesis de Santiago ha salido al paso respaldando a su cura. Establece que para recibir la partícula hostia el creyente "tiene que haber sido confesado, estar en ayunas y tener conocimiento”. No están los tiempos como para tirar partículas. 

* Director del desaparecido semanario "La Realidad"

 

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