Dos caras de la traición

Dos caras de la traición

Arturo del Villar*. LQS. Abril 2019

El exrey, que conservaba toda su fortuna personal bien colocada en bancos extranjeros, sufragó parte de la sublevación, suponiendo que se hacía para devolverle el trono abandonado por él voluntaria y urgentemente aquel 14 de abril de 1931

El diario barcelonés titulado entonces La Vanguardia Española por órdenes superiores, publicó el domingo 9 de abril de 1939 en su página 9 los telegramas de felicitación intercambiados entre el dictadorísimo vencedor de la guerra y el hijo varón sano de cuerpo del exrey Alfonso de Borbón, considerado por los monárquicos príncipe de Asturias, Girona y Viana, al padecer sus dos hermanos mayores algunas de las taras habituales en esa dinastía marcada por la degeneración desde el iniciador, el loco furioso Felipe V, imposibilitados por ello para ocupar el trono; las taras del sano de cuerpo eran interiores, de espíritu, pero no por eso menos evidentes y peligrosas. No podía eludir la degradación borbónica, que tantos monstruos ha aportado a la triste –por su causa– historia de España.
Juan de Borbón suponía, como todos los monárquicos, que la sublevación de los militares adictos a su familia, el 17 de julio de 1936, se había debido a su intención de restaurar la dinastía. Sin duda era lo que pensaban los monárquicos, incluidos los militares, pero el designado por ellos jefe del Estado y del Gobierno y generalísimo de los ejércitos rebeldes, el exgeneral Franco, no tenía la menor intención de abandonar el poder mientras estuviera vivo.

El exrey, que conservaba toda su fortuna personal bien colocada en bancos extranjeros, sufragó parte de la sublevación, suponiendo que se hacía para devolverle el trono abandonado por él voluntaria y urgentemente aquel 14 de abril de 1931. Su hijo varón sano de cuerpo pensaba igual, y se veía ya como sucesor a la corona. Por ello envió un entusiasmado telegrama de felicitación al dictadorísimo por el triunfo en la guerra:

GENERALÍSIMO FRANCO.- BURGOS.- Uno mi voz nuevamente a la de tantos españoles para felicitar entusiasta y emocionadamente a V. E. por la liberación de la capital.
La sangre generosa derramada de esa su mejor juventud será prenda segura del glorioso porvenir de España Una, Grande y Libre. ¡Arriba España!
Juan de Borbón

Identificado con el ambiente de los golpistas, el ingenuo aspirante al trono, que lo iba a ser el resto de su cómoda vida, hacía suya la retórica de la Falange, y empleaba los saludos habituales en sus actos y en su correspondencia, al mencionar la España Una, Grande y Libre, repitiendo el grito con el que terminaban siempre todos sus actos, ¡Arriba España!, cabecera también de un periódico. El dictadorísimo le respondió en el mismo tono de patriotería en días de victoria, y un estilo cuartelario:

Al recibir vuestro emocionado telegrama con la gran victoria nacional, me es grato recordar que entre esta juventud admirable tan pródiga en el sacrificio, habéis intentado formar solicitando un puesto de soldado. Por ella será realidad la España Una, Grande y Libre que evocáis. ¡Arriba España!
Generalísimo Franco

Le recordaba las dos ocasiones en las que intentó alistarse en el ejército sublevado, para matar a los españoles del bando leal a la Constitución. La primera vez llegó a Pamplona a los pocos días del golpe de Estado, el 1 de agosto, acompañado por el exinfante José Eugenio de Baviera y el exconde de Ruiseñada. En aquel feudo del carlismo, que llevaba un siglo combatiendo a la otra rama descendiente de Isabel II, la llegada del hijo sano de cuerpo del odiado Alfonso de Borbón era provocativa.
Puesto que los carlistas se habían unido desde el primer momento al golpe de Estado, el exgeneral Mola ordenó que los tres aguerridos voluntarios fueran amablemente conducidos a la frontera y despedidos. En el ejército rebelde combatía el suegro del pretendiente, Carlos de Borbón Dos Sicilias, que fue padrino de bautismo de su nieto Juan Carlos.

Ansioso por matar a cuantos más españoles pudiera, el 7 de diciembre el presunto príncipe de Asturias, Girona y Viana escribió una sumisa carta al dictadorísimo, pidiéndole autorización para embarcar en el crucero Baleares, pero el 12 de enero de 1937 le contestó negativamente, y con ello le salvó la vida, porque ese barco fue hundido.

Dada la excelente relación de la Iglesia catolicorromana con los militares rebeldes, el 10 de abril de 1939 el papa fascista Pío XII recibió en audiencia privada en el Vaticano al aspirante, acompañado por su edecán el exduque de Sotomayor.

Lo que revela el intercambio de telegramas entre el jefe de la sublevación y el hijo varón sano de cuerpo del último rey, es que los borbones fueron activos cómplices de los militares rebeldes, decididos a matar a los españoles leales a la República. Por eso el hijo de Juan de Borbón fue designado por el dictadorísimo su sucesor a título de rey, en cuanto le jurase lealtad a su persona y fidelidad a sus leyes criminales. Pudo hacerlo sin ningún escrúpulo porque tal era el espíritu que animó a su abuelo, a su padre y a su suegro. Los borbones se han comportado siempre como los peores enemigos del pueblo español.

* Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio.
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