Economía. Cuestionario LOQUESOMOS: Antoni Puig Solé

Economía. Cuestionario LOQUESOMOS: Antoni Puig Solé
Antoni Puig Solé (Reus, Tarragona), es licenciado en Administración y Dirección de Empresa y Técnico Superior en Seguridad. Colabora asiduamente en distintas páginas digitales, y de una manera especial en loquesomos. Ha presentado varias ponencias en eventos internacionales. Actualmente animagrupos de debate de El Capital de Marx.
Gran parte de sus análisis están reflejados en su blog personal.
1. W. Buffet, el tercer hombre más rico del mundo, ha dicho: “Hay una lucha de clases, por supuesto, pero es mi clase, la clase de los ricos, la que dirige la lucha. Y estamos ganando”. ¿Cree usted que tiene razón?
Predecir el futuro de la lucha de clases es muy complejo. No deberíamos prestar mucha atención a las aseveraciones proféticas. La situación actual, en el capitalismo central, va, ciertamente, en una dirección favorable a tipos como W. Buffet, pero el mundo da muchas vueltas. Ahora mismo nos encontramos en medio de una brutal degradación de las condiciones de vida de la mayoría y esto puede ubicar un horizonte de enfrentamientos sociales que abra las puertas a una modificación de la situación. Aun así, las resistencias no tienen igual envergadura en todos los continentes. El tercer mundo sigue siendo la parte más avanzada en cuanto te a las alternativas. Despunta  América Latina poniendo de manifiesto que las profecías de W. Buffet no son ciertas del todo.
2. ¿Cree que es posible la reconstrucción del pacto social roto por la oligarquía económica, cuyo mascarón de proa era el “estado del bienestar”?
No,  en el corto y medio plazo. Esto tiene consecuencias serias para la socialdemocracia y para el obrerismo de izquierdas; también incide en los sindicatos. Ahora bien, el eje central de la resistencia de masas lo tiene la lucha contra los recortes y la defensa de los derechos laborales y sociales, lo que va asociado a las concesiones que en su día hizo el capital y que dieron lugar a lo que hemos denominado “estado del bienestar”. Se trata de un conflicto muy serio que las políticas neoliberales desataron a comienzos de los ochenta y que aún no podemos determinar cuál será su desenlace.
Desde mi punto de vista el “estado del bienestar” tiene un origen y desarrollo contradictorio, como también lo tuvo en su día, la creación de seguros sociales en la Alemania de Bismark.
A largo plazo, no me atrevería a lanzar muchas previsiones. Lo que debemos hacer los revolucionarios es luchar para que triunfen las clases trabajadoras.  No descarto que en un futuro,  si las clases dominantes ven debilitada su hegemonías, se orqueste una situación tipo “revolución pasiva” con el fin de neutralizar las organizaciones políticas y sociales del pueblo. Ahora mismo la burguesía (y los reformistas) se muestra interesada en que el debate no descarte situaciones de compromiso; por esto ponen el énfasis entre la gestión keynesiana de la demanda y la regulación neoliberal. Incluso el neoliberalismo más punitivo dice estar dispuesto a aceptar un programa para regular los mercados financieros que contemple una tasa Tobin a escala continental. Por otra parte, el proyecto europeo de austeridad está relacionado con la racionalización de la economía y no renuncia a una mayor recaudación a través de los impuestos. Por tanto, las tendencias hacia la “revolución pasiva” se mantienen latentes. Coincidiendo con estas tendencias, encontramos  brotes de “cesarismo” con soluciones de tipo tecnocrático. Un gobierno de gran coalición, como algunos sugieren, sería, sin duda, un embrión de cesarismo. Algo similar se puede decir de la tendencia a reclamar un gran acuerdo entre partidos de derechas y de “izquierdas” para conformar una agenda de reestructuración económica e institucional y asegurar con ello un “nuevo modelo productivo”.
3. Se publicita ahora un nuevo gran pacto nacional, ¿puede ser esa la solución para la insostenible situación de los trabajadores? ¿sería un nuevo éxito para la clase de Buffet, o para la clase trabajadora?
Ya he dicho que este pacto, si prospera, lo hará con el fin de buscar una salida para las clases dominantes cuando consideren que la situación para ellas es insostenible y se vean en la necesidad de apostar por nuevas políticas que permitan restablecer su hegemonía.
En las condiciones actuales, aquellos que sugieren un pacto “nacional”, no deberían ignorar que si llega a producirse, será entre el PP y el PSOE y sólo serviría para abrir la puerta a una “solución” de tipo cesarista. Ambos han compartido y comparten las políticas neoliberales y mientras las tendencias no se modifiquen,  será espinosa hacer concesiones de peso a las clases trabajadoras. Los Pactos de la Moncloa, por ejemplo, vinieron de la mano de una reforma fiscal más o menos progresista y  una mejora notoria del sistema de seguridad social. Ninguna de estas concesione ahora es posible ya que se va en la dirección opuesta.
Cosa distinta son los acuerdos puntuales arrancados con la negociación colectiva laboral. Sería una irresponsabilidad que los revolucionarios abandonáramos o minusvaloráramos esta forma de actuación sindical condenando a los trabajadores a negociar únicamente a nivel individual. Ahora bien,  la negociación colectiva laboral deberá llevarse a cabo de una manera muy distinta de como la hemos conocido en las últimas décadas.
4. Permanentemente se dice que la meta anhelada es el crecimiento económico, en términos neutros, sin caracterizar la naturaleza de esa economía, ¿no sería más clarificador hacerlo, explicitar de qué economía hablamos?
Está claro que hoy por hoy hablamos de una economía capitalista. No hay que olvidar que el crecimiento económico no deja de ser un indicador de la salud del sistema, aunque, como explicaré a continuación, una situación de estancamiento también puede ser “saludable” para los grandes capitalistas.
Hay que hacer, en primer lugar, un análisis global del funcionamiento de este sistema tomando en consideración el papel que en él juegan la acumulación de capital y la reproducción ampliada; esto conduce a la conclusión de que el crecimiento forma parte de su ADN. También hay que analizar la repercusión que tiene sobre el medio natural. Ambos aspectos nos hacen ver que la explotación de la clase obrera y la explotación de los recursos naturales forman parte del quehacer cotidiano del sistema. Sin embargo, yo no pondría los dos aspectos al mismo nivel ya que el capitalismo, en determinadas circunstancias, puede autoimponerse controles para armonizar su relación con el medio natural, pero en ningún caso puede prescindir de la explotación de la clase obrera.
5. Según la agencia Bloomberg, en 2012, las 100 personas más ricas del mundo ganaron 241.000 millones de dólares. Nos hemos acostumbrado a oír hablar de reparto de sacrificios, ¿por qué se habla tan poco de distribución de la riqueza?
Los sacrificios siempre los ponen los mismos: los trabajadores, tanto en momentos de crisis como de estabilidad o crecimiento. Esto no significa ignorar que hay otros sectores del pueblo que salen lesionados con las crisis. El empeoramiento en el reparto de la riqueza, con el consiguiente aumento de la desigualdad, prospera de dos formas: directamente (a través de la distribución de la renta en el mercado, con un empeoramiento de salarios) e indirectamente (a través de cambios en las políticas fiscales y de transferencia). Justamente la lucha por el salario y contra los recortes de derechos, conforman dos de los ejes centrales de la resistencia de las clases populares. Es factible arrancar una distribución más equitativa de la riqueza, pero  imposible  a título individual. Sólo  actuando de manera colectiva.
6. Vemos en nuestro país las consecuencias de la “política de austeridad”, por utilizar unos términos masivamente acatados. ¿Puede esbozarnos cómo sería, en su opinión, el escenario si se aplicase una “política de estímulo” de la economía?
Dependería del momento y la manera como se llevara a cabo. Las políticas de austeridad tienen un marcado carácter clasista. El elemento central de la coyuntura actual es la tendencia general hacia la deformación, o sea, hacia la destrucción de las reformas del pasado; las políticas de austeridad favorecen esta tendencia. Pero, como ya he dicho, no deberíamos centrar el debate como si sólo hubieran dos alternativas: neoliberalismo y keynesianismo. Lo que nos urge preguntar es cómo forjar un nuevo bloque histórico a través de las luchas populares, que se sustente en la clase obrera.
7. Grecia, Chipre… a nadie se echa y a nadie se deja salir del euro, ¿qué mensaje se quiere transmitir?
Lo primero que debemos señalar al hablar de estos países (y del nuestro) es la situación de desesperación y sufrimiento de los pueblos. La salida del euro tiene sus riesgos y más en las condiciones actuales de la periferia europea. Soy de los que piensan que centrar todo el debate alrededor de la moneda sería una limitación. El problema radica en la construcción neoliberal a nivel europeo. Esto afecta tanto a la zona euro como a los países que quedan fuera (Inglaterra por ejemplo). Me incluyo entre los que apuestan por deshacerse de la camisa de fuerza neoliberal y sugieren una revisión a fondo de los tratados. En el corto plazo, considero necesario combatir los cantos de sirena de los ilusos que aún insisten en que la alternativa es traspasar más competencias a la Comisión Europea. Su propuesta equivale a sugerir, ante una situación donde el Consejo de Administración de una empresa está llevando a la ruina a sus trabajadores, que la medida para superar el atasco es ampliar las competencias de ese Consejo de Administración.
8.EE.UU. apuesta por inyectar billetes en su economía. Europa se mantiene firme en la austeridad ¿tiene esta discrepancia de estrategias alguna otra dimensión de conflicto presente o futuro?
El sistema monetario de la zona euro está mal diseñado. Las políticas neoliberales querían reducir la capacidad de los estados miembros y obligarles a utilizar la política fiscal y monetaria en función de las políticas decididas por la Comisión Europea y sus allegados. Pero incluso con ese diseño defectuoso, el BCE puede tener capacidad para financiar cualquier tipo de déficit de los estados miembros. Bastaría con modificar algunos de los tratados. Si no se utiliza esa capacidad no es por falta de posibilidades sino porque no se ve oportuno.
Aunque Europa y EE.UU forman parte de una misma alianza militar, sus capacidades de intervención a nivel internacional no guardan relación. EE.UU sigue contando con más poderío y capacidad para imponer sus propias normas por la fuerza. Esto también repercute en la influencia de su moneda.
Pero no podemos olvidar que la austeridad se está convirtiendo en el “menú del día” para los “expertos” en política económica de las dos orillas del Atlántico. Por una parte teorizan que una reducción del déficit puede impulsar la economía ya que permitiría que el gobierno pidiera menos prestado, reduciendo así los tipos de interés, lo que incentivaría a las empresas para invertir más. Esta parte de la teoría ha sido desmentida por los hechos. La otra parte dice que si se despide a trabajadores en el sector público y se privatizan los servicios, los salarios se deprimirán y aumentará el empleo en la empresa privada. Esta última opción tampoco permitiría crear empleo; sólo lo desplaza y precariza. Ahora bien, el interés por este asunto es que las políticas de austeridad pueden permitir un incremento de la tasa de explotación y una redistribución de la plusvalía más beneficiosa para el gran capital, incluso (o sobre todo) en una situación de estancamiento donde el ejército de reserva seguiría creciendo y empujando los salarios a la baja.

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