Egipto: La guerra privada del general al-Sisi

Egipto: La guerra privada del general al-Sisi

Guadi Calvo*. LQS. Mayo 2018

Desde bien iniciada la campaña militar tanto a observadores independientes como a periodistas extranjeros, les ha sido vedado el ingreso a la zona de operaciones por lo que resulta imposible verificar, el curso de las acciones y el verdadero estado de la población civil

Al cumplirse 80 días del lanzamiento de la Operación Integral Sinaí 2018, (Ver: al-Sisi, se fue a la guerra) ordenada por el presidente Abdel Fattah al-Sisi, el 9 de febrero último contra las organizaciones integristas que operan en el territorio egipcio, se conocen las primeras cifras oficiales de lo que en aparecía no serían demasiado auspiciosas, ya que en un primer momento al-Sisi, había prometido que la duración de dicha campaña no superaría los tres meses y en su discurso del último sábado 28, transmitido por la televisión estatal, el Raïs, no solo dio datos concretos, difícilmente constatables, acerca del número de bajas y prisioneros, la destrucción de material terrorista y la incautación de armas, sino que además el general, se vio obligado prolongar la campaña y solo prometió que su finalización, sería “lo antes posible”. Tras el anunció de prologar por otros tres meses el estado de emergencia nacional declarado el abril de 2017.

Esta es la segunda operación lanzada por parte de El Cairo contra las organizaciones fundamentalistas la primera Operación Derecho del Mártir, inició su primera campaña en septiembre de 2015, seguida en una segunda fase en octubre de 2016 abarcando el norte y el centro de la península del Sinaí.
Una noticia nada bienvenida, fundamentalmente para los 420 mil habitantes de la península del Sinaí, epicentro de la campaña, que también se realiza a lo largo del desierto occidental junto a la frontera libia y la región del delta del Nilo.

Desde el mismo inició del operativo militar, no solo las libertades fundamentales están restringidas en la península, para sus ciudadanos, sino que también que se han establecido importantes restricciones al tránsito de vehículos en las rutas interiores y de acceso, con gran dificultad para movilizarse dentro y fuera del Sinaí, lo que ha producido la escases de alimentos básicos, con su consabido aumento de precios, en una economía a nivel nacional, acuciada por la desocupación y una inflación incontrolable que ha obligado al gobierno a el endeudamiento externo y caer en las emboscadas prebendarías del FMI…

La crítica situación para los pobladores del Sinaí, se agrava con la suspensión total de las actividades escolares y comerciales, estragos en la producción agrícola y el cierre de los mercados. Según la organización Human Rights Watch (HRW) también las autoridades han “cortado el agua y la electricidad casi por completo en las zonas más orientales del norte de Sinaí”. Además de los apagones y caídas de tensión, se produce el corte de los servicios de internet y telefonía. La ONG solicitó a las autoridades egipcias a entregar alimentos y permitir que organizaciones de socorro como la Media Luna Roja pueda atender las necesidades más críticas de la población local.

La estrategia del ejército con el fin de quitar lugares de refugios, hospitales y depósitos tantos de armamento, como otros insumos, contempló la demolición de gran cantidad de viviendas, lo que provocó desalojos forzosos en Rafah, el siempre caliente punto fronterizo entre Egipto y Gaza, las ciudades de Sheikh Zuwayed, al-Arish y Bir el-Abd. Esta acción ha dejado a muchas familias sin viviendas obligándolas a buscar cobijo con amigos y familiares, ya que el ejército no ha tenido en cuenta esa contingencia.

Desde bien iniciada la campaña militar tanto a observadores independientes como a periodistas extranjeros, les ha sido vedado el ingreso a la zona de operaciones por lo que resulta imposible verificar, el curso de las acciones y el verdadero estado de la población civil.
En si discurso el presidente aclaró que: “No responsabilizamos a nuestra gente en el Sinaí de ninguna manera”, y que: “el terrorismo está presente en todas las provincias de la república”. Por lo que relanzó un plan de desarrollo social y económico para la península, lanzado en 2014, y que se completará de manera definitiva en 2022.

Al-Sisi, tras su reciente reelección como presidente ha concentrado sus objetivos en la lucha contra el terrorismo ya que es a causa de ello, se ha producido una drástica disminución del turismo internacional, una de las fuentes fundamentales de ingreso de divisas para el país.
La provincia del Sinaí, de unos 60 mil kilómetros cuadrados, dos veces el tamaño de Bélgica, con 420 mil habitantes de los cuales casi el 80% pertenecen a tribus beduinas que han sufrido históricamente discriminación gubernamental, convertidas en una de las canteras para reclutamiento de las bandas wahabitas.
Los reclamos de los pobladores en diferentes puntos de la península por la crisis alimentaria y sanitaria, ya ha generado tensión entre civiles y las fuerzas militares, que debieron apelar al uso de armas de fuego para desperdigar a los manifestantes, que a medida que pasan las semanas son cada vez más.

La guerra y los números

Egipto, si bien tiene una larguísima tradición de terrorismo fundamentalista desde la creación por parte del Foreign Office de al-Ikhwan al-Muslimu (Hermanos Musulmanes) en 1928, esta organización, entre otros muchos crímenes no solo en Egipto, sino en cada país en que ha podido infiltrarse, ha sido responsable del asesinato del Ministro del Interior Nahmud Fahmi an-Nukra-shi, del Rey Faruk, en diciembre de 1948, los intentos de asesinato de los presidentes Nasser en 1954 y Hosni Mubarak en 1995 durante una visita oficial a Addis-Abeba, Etiopia. Mientras que de sus filas han salidos los jóvenes oficiales que ejecutaron al presidente Awnar el-Sadat en 1981 y el hoy jefe de al-Qaeda global, Ayman al-Zawahiri.

Desde el derrocamiento del presidente Mohamed Morsi, adepto a los Ikhwan, en 2013, sus acciones y ataques no solo se multiplicaron sino que se incrementó la cantidad de víctimas hasta el paroxismo, alcanzado entre 2015 y 2017 a más de un millar de civiles, policías y militares en atentados cada vez más demoledores. El más sanguinario de la historia moderna del país se llevó a cabo contra la mezquina sufí de al-Rauda en Bir al-Abd, a unos 40 kilómetros de la ciudad de el-Arish, la capital provincial, donde se asesinaron a 300 personas en noviembre pasado.

Los Hermanos musulmanes no solo han dado sustento ideológico, sino financiación y aporte de militantes a organizaciones como Ansar Bait al-Maqdis, (Seguidores de la Casa Sagrada) que en noviembre de 2014, juró bayat (lealtad) al líder y fundador del Daesh Abu Bakr al-Bagdadí, el Califa Ibrahim, fecha en la que pasó a denominarse Wilāyat Sinaí (Provincia del Sinaí).

Según los datos oficiales, aportados por el gobierno egipcio, sobre los resultados de la Operación Sinaí 2018 los muyahidines muertos serian 200, mientras las bajas militares estarían en el orden de la treintena. El informe además explica que unos 230 milicianos extranjeros y otros 300 locales han sido detenidos. A los que se les secuestro además de importante cantidad de armamento, municiones, uniformes y suministros médicos; unos 250 kg de hachís y 650 mil píldoras de tramadol, un analgésico opiáceo.
Además fueron destruidos o incautados 26 vehículos, 25 motos, se descubrieron unos cuarenta sembradíos de adormideras para la fabricación del opio en el norte y el centro de Sinaí y varios campos de entrenamientos.

Por su parte el último 19 de abril, el vocero del Tercer Ejército de Campaña, anunció la eliminación del emir Nasser Abu Zakoul, uno de los jefes más importantes de la Wilāyat Sinaí, en la región montañosa del centro de la península.
La batalla del Sinaí se extenderá todavía por meses, sin saber si alguna vez se conocerá realmente que fue de la guerra privada del general al-Sisi.

* Escritor y periodista argentino. Publicado en Línea Internacional

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