El chuletón de Pedro Sánchez

El chuletón de Pedro Sánchez

Rosa María García Alcón*. LQSomos.

En otros tiempos, los ricos eran los únicos que podían comer carne y se les envidiaba. Y, ahora, los ricos son los que se gastan ingentes cantidades en métodos antiaging (antienvejecimiento), entre los que se incluyen alimentos controlados provenientes de agricultura, pesca y ganadería ecológicas…

Tal como viene siendo habitual, se ha montado un circo mediático por un video de 6 minutos de Alberto Garzón, ministro de Consumo del gobierno de España…

Llama la atención el ministro sobre las consecuencias en el ecosistema de la ganadería industrial (o intensiva) mundial, cuya actividad supone el 14,5% de la emisión de gases con efecto invernadero. Poco, dirán algunos, hay otras industrias que son mucho más dañinas, ¡claro! Pero todo suma. Sobre todo si tenemos en cuenta la deforestación que se ha producido en países como Argentina para el cultivo extensivo de soja (sobre todo transgénica), utilizada en la producción de piensos, así como el apunte tan llamativo de que ¡cada kilogramo de carne producida gasta 15.000 litros de agua!

Como se puede comprobar, son datos muy conocidos, o al menos, bastante repetidos; respaldados por las sociedades científicas de nutrición e, incluso, por la OMS, que en 2015 advirtió, según el estudio realizado por la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC), que el consumo excesivo de carne roja se debía clasificar en el grupo 2A, por ser carcinógeno (puede producir cáncer). Igualmente, la carne procesada fue clasificada en el grupo 1, que incluye los productos de los que existe suficiente evidencia de su relación con el cáncer. Por supuesto, la declaración de la ONU fue muy criticada por “expertos” de todo el mundo, en especial de los países productores de carne, para rebajar dicha calificación, que, por cierto, no se ha hecho.

Pues bien, la derecha afranquistada: García-Page, Fernández-Vara y demás caterva, se han lanzando en masa y al unísono contra el ministro Garzón, con su acostumbrado método de la jauría, repitiendo los mismos y falsos argumentos. Y el que más altisonante y extemporáneo ha sonado ha sido Pedro Sánchez, el presidente.

Sostienen estos individuos que las palabras de Garzón atentan contra la ganadería extensiva, la de esos ganaderos que sobreviven a duras penas y cuya cabaña es cada vez más exigua y costosa, debido a la brutal competición de la ganadería intensiva (industrial), foco de inversión de fondos y multinacionales desde hace años y que mantienen lobbys permanentes ante el Parlamento Europeo y otros organismos para que la legislación les favorezca y, de paso, arruine más a los pequeños ganaderos. O sea, que a quienes defienden estos políticos del NO-DO es, como siempre, a los grandes inversores. Un ejemplo: Las granjas de cría y engorde de cerdo del polígono de Pozuelo (Albacete), un pueblo de 500 habitantes que tiene previsto aumentar su capacidad para albergar más de 40.000 animales, lo que ha provocado la protesta de los vecinos de este pueblo y pueblos de alrededor. Los puestos de trabajo que produce esta industria son mínimos, ya que todo está mecanizado y con videovigilancia. En contrapartida, los recursos hídricos que necesita y los residuos que producen crean verdaderos problemas, al ser zonas de escasas reservas de agua y los purines muy ricos en nitrógeno que acaba perjudicando definitivamente el suelo. Por no hablar del uso intensivo de antibióticos, sobre todo en la cría industrial de pollos, que está provocando el aumento de la resistencia a los antibióticos entre la población.

Según la FAO, la agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, en el mundo hay más de 25.000 millones de pollos de cría y más de 1.500 millones de cabezas de ganado vacuno repartidas, fundamentalmente, entre cinco países: Brasil, India, Estados Unidos, China y Argentina. Y hay cerca de 1.000 millones de cerdos, de los que casi la mitad está en China, aunque países más pequeños como Alemania y España también destacan. Hay, además, 1.100 millones de cabras, 1.200 millones de pavos y 1.300 millones de ovejas. Más que suficiente para cubrir las necesidades alimenticias y nutricionales de los 7.000.000 millones de seres humanos, aunque las epidemias de hambrunas siguen siendo moneda habitual en este planeta.

Sostienen también los “expertos” que han apoyado a la jauría de políticos del régimen que la ganadería –sin especificar si intensiva o extensiva para que cale el falso mensaje–, es necesaria para asegurar la cantidad de proteínas que necesita la población. Vayamos por partes: Las proteínas son nutrientes indispensables que, como el resto de ellos (carbohidratos, grasas, vitaminas y minerales), deben formar parte de la dieta, aunque en un 15 – 20%, frente al 50% de los carbohidratos y el 30 – 35% de las grasas. Hasta ahí, correcto. Ahora bien, ¿quién ha dicho que las proteínas tengan que ser únicamente de origen animal? Y, además, ¿quién ha dicho que la carne proveniente de la ganadería intensiva tenga un calidad nutricional que asegure ese consumo necesario? Evidentemente, ningún experto en Nutrición puede sostener tal cosa.

Con el consumo de carne sucede que está asociada en el subconsciente colectivo a mejor calidad de vida. Varias generaciones sufrieron las escaseces de la guerra y la postguerra, las cartillas de racionamiento y el hambre brutal con que el régimen franquista castigó a toda la población durante muchos años. Comer carne era un lujo fuera del alcance de la mayoría de la población, así que a partir de los años 80 en que bajaron los precios y se hizo más asequible, ese consumo se ha disparado, hasta el punto de que el consumo de carne por habitante en nuestro país es uno de los más altos de la Unión Europea. Mientras que la recomendación de la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) es de 200 a 500 g/persona/semana, el consumo de los hogares españoles viene siendo el doble: 1 kg de carne/persona/semana. Hay quien sugiere que este aumento del consumo de carne ha hecho posible que las generaciones jóvenes recuperaran la talla de la población española (que sigue siendo más baja que la europea), anterior a la guerra. Pero no es oro todo lo que reluce: a la vez que un aporte de proteína de calidad (alto valor biológico), la carne va asociada a grasa saturada, fundamentalmente. Y el aumento de consumo de grasa saturada se demostró ya en los años 60, como una de las causas del aumento del colesterol sanguíneo, asociado a enfermedades cardiovasculares.

Lo cierto es que en otros tiempos, los ricos eran los únicos que podían comer carne y se les envidiaba. Y, ahora, los ricos son los que se gastan ingentes cantidades en métodos antiaging (antienvejecimiento), entre los que se incluyen alimentos controlados provenientes de agricultura, pesca y ganadería ecológicas y, por tanto, mucho más escasos y más caros. Es decir, la diferencia social sigue reflejándose en lo que se consume y cómo y dónde se consume. Apunta el ministro Garzón a la falta de tiempo para poder realizar una dieta saludable: cierto, no solo influyen los bajos salarios sino la largas jornadas que hacen muy difícil planificar y cocinar los alimentos para que haya suficiente variedad en la dieta y no tener que recurrir a la rapidez del filete o, lo que es peor, la hamburguesa.

La cuestión de fondo, o al menos una de ellas, que ha dejado a las claras este nuevo episodio de razzia mediática es la poca importancia que le dan estos políticos del régimen a la salud pública, prevención de enfermedades, difusión de los conocimientos científicos … responsabilidad del Estado, que no del individuo en exclusiva, además de demostrar que para ello los intereses de las grandes empresas siempre están por encima de los intereses de la población. Años de campañas e insistencia por hacer llegar los criterios de una alimentación saludable, que respete el medio ambiente, que promueva la salud,… se han ido al garete con la respuesta chulesca del presidente Pedro Sánchez, a la altura de su capacidad intelectual: “Un chuletón al punto, es imbatible”.

Parece que su estupidez también es imbatible ¡Qué desgracia!

Cumbre de los dueños de la alimentación

* Dietista-Nutricionista. Integrante del Colectivo LoQueSomos.
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