El día más triste de la historia del rock

El día más triste de la historia del rock

Mariano Muniesa*. LQS. Diciembre 2019

Hay quien dice que fue una partida de ácidos en mal estado, que provocaron comportamientos violentos y ataques de pánico en algunas personas

Se han cumplido 50 años de la celebración del trágico y tristemente célebre concierto de los Rolling Stones en el Altamont Raceway Park de California el 6 de diciembre de 1969. Un festival del rock que pretendía ser el “Woodstock de la Costa Oeste” y en el que además de los Stones como protagonistas actuaron Santana, Jefferson Airplane, The Flying Burrito Brothers y Crosby, Stills, Nash & Young. Un macroconcierto gratuito que estaba imbuido de todo el espíritu hippie del “Peace & Love”, del sentimiento de comunidad y hermandad que se había vivido en Monterey, Woodstock o incluso en Inglaterra, en los conciertos gratuitos al aire libre de Hyde Park o el Festival de la Isla de Wight de agosto de 1969.

De hecho, el éxito de la celebración del concierto gratuito de los Stones de homenaje a Brian Jones en Hyde Park en julio de aquel mismo año, festival gratuito al que acudieron cerca de medio millón de personas sin que se registrase ni un solo incidente, pelea o detención, evidenció que el grupo pensara que la experiencia se podía repetir, hasta el punto de que no pusieron objeción alguna a que los Ángeles del Infierno se encargaran de la seguridad del concierto, ya que hicieron lo propio en Hyde Park sin que apenas se notara que estaban por allí.

Desde el amanecer del 6 de diciembre de 1969 empezaron a llegar miles y miles de personas a aquel destartalado circuito de motor de tercera categoría que alojó el festival organizado por los Stones. La foto era muy similar a de Woodstock cuatro meses antes: gente pacífica con sus chaquetas indias, sus ponchos hippies y sus flores en el pelo, rockeros amantes de los Stones venidos de todas partes, todo el mundo compartiendo comida, cervezas, hierba, ácidos… hasta los Ángeles de Infierno, a quien el famoso icono de la contracultura de los 60 Ken Kesey había invitado a uno de sus legendarios “acid-tests” y los había definido como unos “salvajes nobles”, en un primer momento se mostraron con el público amigables, pacíficos y enrollados. De hecho, su cometido prácticamente se limitaba a hacer un cordón de seguridad alrededor del escenario para evitar que la gente quisiera subirse y de vigilar los accesos al backstage del festival.

Hay quien dice que fue una partida de ácidos en mal estado, que provocaron comportamientos violentos y ataques de pánico en algunas personas. Otros mantienen que los Ángeles, después de estar bebiendo cerveza sin parar desde primeras horas de la mañana y muchos de ellos estando ya completamente borrachos cuando empezó el primer show de Santana se volvieron irascibles, violentos y en extremo amenazadores con el público. Algunas personas se tomaron las actitudes de los Ángeles como una provocación y respondieron, iniciando así una espiral de peleas, incidentes y broncas que fueron sofocadas brutalmente por parte de los Ángeles, que golpearon y agredieron a varias decenas de personas provocando que muy pronto los exiguos servicios de atención médica instalados en el festival se vieran llenos de gente con toda suerte de heridas y contusiones, amén de las intoxicaciones por consumo de drogas.

Sea cual fuere la razón, lo cierto es que la fiesta fraternal y pacífica de Altamont, a medida que pasaban las horas, se fue transformando progresivamente en un infierno que degeneró en una horrible pesadilla de sangre y muerte. Los enfrentamientos entre el público y los Ángeles, además de ser cada vez más violentos y crear una atmósfera de tensión irrespirable, hicieron que esa violencia llegase incluso al escenario; el cantante de Jefferson Airplane, Marty Balin, fue golpeado en la cabeza en pleno concierto por un Ángel del Infierno cuando criticó la actitud agresiva de los Ángeles con la gente que estaba cerca del escenario.

Michael Schrieve, batería de Santana, afirmó: “Tenía la sensación de estar detenido o secuestrado. Cada vez que me movía, aparecía un Ángel puesto hasta arriba de cocaína y apestando a alcohol gritándome: “Hey, jodido hippie de mierda ¿dónde crees que vas?” y lo hacía amenazándome con algo que parecía un taco de billar. Los Grateful Dead se negaron a tocar en esas condiciones y todo empeoró, ya que además los Stones salieron a escena casi con una hora y media de retraso y la gente estaba cansada, irritada y enferma”.

Ya de noche cerrada, los Stones se subieron al stage y empezaron su concierto con “Jumpin´Jack Flash”, pero según declararon años más tarde, desde la primera canción se dieron cuenta de que aquello no iba bien. En la tercera canción, “Sympathy For The Devil”, las peleas y tumultos entre la gente cercana al escenario provocan que Mick Jagger se dirija preocupado y entristecido al público: “San Francisco… ¿qué os pasa? Chicos, esto podría ser una fiesta maravillosa ¿por qué os agredís entre vosotros?”.

Minutos más tarde, mientras están tocando “Under My Thumb”, de entre la multitud emerge Meredith Hunter, un chico de color, vestido con un llamativo traje verde que se dirige veloz hacia el escenario con un revólver en la mano. Alan Passaro, uno de los Ángeles le intercepta violentamente y le clava un cuchillo entre la nuca y la espalda a tres escasos metros del escenario. Petrificados y aterrorizados, los Stones siguen tocando… mientras la cámara del cineasta Albert Maylses filma todo el trágico suceso, que quedará inmortalizado en la legendaria película “Gimmie Shelter”, uno de los más logrados precedentes de lo que hoy conocemos como Rockumentary.

“Habíamos vuelto a América en el otoño de 1969 después de dos años y medio sin hacer giras, tras superar el trauma de la muerte de Brian Jones y llenos de dudas. Estuvimos ensayando durante semanas antes de empezar la gira americana para probarnos a nosotros mismos, para ver si éramos capaces de hacer buenos conciertos” – decía Mick Jagger en 1990 – “Y lo cierto es que salió bien. No estábamos desengrasados ni oxidados, el primer día que salimos al escenario en Fort Collins, la tierra tembló. La gira fue maravillosa, y todo salió tan bien que quisimos agradecer a todo el público su apoyo en aquella gira y decidimos organizar un gran festival gratuito en Frisco. Y bueno, ya sabes, la gente de San Francisco es tan amable, tan generosa, tan organizada, que les dijimos: “Venga, organizadlo vosotros, seguro que lo haréis bien…” y ese fue el peor error de nuestra carrera. Todo salió mal. Y una persona murió asesinada” concluía Jagger.

Era diciembre de 1969, es decir, se apuraba los últimos días de los años 60, la década de los sueños de cambio y revolución, del amor libre, de la lucha por la paz… de todo lo que se desmoronó tanto con los crímenes de la Familia de Charles Manson como con la tragedia de Altamont. A partir del año 1970, nada volvería a ser igual.

Los Stones sobrevivieron a aquel trágico episodio, pero la sombra de la duda sobre su responsabilidad en lo que pasó durante el concierto de Altamont siempre les persiguió como una maldición.

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* Nota original del diario “La Región”

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