El exorcista Valconete

El exorcista Valconete
“Entiéndase el agua bendita” es la escucha que hicimos  de un obispo de anillo, exorcista él, que fue exorcizando de Córdoba a Mondéjar, en cierta excursión de Rocío o rosario de la Aurora, quien, hallando mucha necia que exorcizar, en un lugar se salió a un arroyo, y cogiendo unos guijarros limpios, volvió a la comitiva, y diciendo que él sabía “guisar”,  exorcizar estas almas y estos cuerpos, aliñándose el alzacuellos, la sotana y su bonete de lienzo negro plegado y alechugado, elegida una mujer descasada, de mucha manteca, empezó a declamar:
 
“El exorcizante que exorciza se ha confabulado con el espíritu maligno para traspasar y mucho los términos regulares de este cuerpo exorable, fácil de dejarse vencer por ruegos, velorios y oraciones, mientras en la exorbitancia de su As de Oros o culo, un exceso notable pasa del término regular, que ella tuvo un novio recién excarcelado, que le pareció y supo bien, aunque fue un mal muchacho, maltratador él sin conocer la violencia de género, y decía: “No hay mejor leche como la leche de Guijarro”; que así se llamaba el tal prenda. Que por eso el obispo se acercó al arroyo a coger unos guijarros; listo como era, y a quien muchos jovenzuelos le exoran, piden y solicitan con empeño una sodomía, que el maligno execra, condena y maldice con autoridad sacerdotal, pero él no.
 
El exordio, principio, prefacio, preámbulo, de oración copulativa, dio principio a una oración de sumisión expansiva, dilatable, capaz de aumentar el volumen de la fe, y así, con estos aderezos, hizo un caldo y guisado “exorcízale” que a todos pareció bien y supo bien; apareciendo el maligno adornado, hermoseado como un deán, dando principio a una  oración exorable fácil de dejarse vencer por ruegos , encontrando un lugar en el mundo de la materia o en el del espíritu hecho guijarro, hallado y encontrado de Córdoba a Mondéjar, metiéndose el obispo en la renta de la excusada, metiéndose en lo que no le importa.
 
La tal mujer, apresurada  por cierta fuerza del conjuro, y sintiendo exinación, debilidad extenuada, quería escupir y gritaba a todos que la diesen lugar. El “sumo sacerdote” dijo:
 
-Guadalupe, escupe; que el maligno salga de tu alma.
 
Ella lanzó al aire un lapo de cuidado, excretorio, que una vez separado lo inútil y malo de lo bueno y desalando, corriendo aceleradamente hasta caer entre los más devotos asistentes, despedía suspiros, quejas, etc., y diciendo:
 
-Escupo, porque me ahogo.
 

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