El gobernador presidente confesante de la Ínsula Barataria

El gobernador presidente confesante de la Ínsula Barataria

relato147Daniel de Cullá. LQSomos. Noviembre 2014

Una religiosa que cuida de los confesionarios, la confesionariera, nos dice que el gobernador presidente de Ínsula Barataria se ha confesado de todos los males hechos y que sigue y seguirá haciendo, con objeto de obtener el perdón con una disposición simple dada por el cura confesor, y así ir tranquilo a cometer las fechoría que han estado cometiendo él y sus correligionarios con la más absoluta y filial confianza, pues la teología espiritual de dios y la imbecilidad de los hombres permite todo este estado de corrupción y pillaje perdonándolo.

Se ha confesado con dañada intención, de manera perniciosa de sus males cometidos poniendo patas la sanidad, fundando cátedras de Rebuznos, colocando a los desahuciados al borde del suicidio, perjudicando y haciendo daño a otros con maleficios bancarios, cual santo del desmantelamiento de la sociedad del bienestar que nunca ha existido, y quien, cual cristiano viejo, en vez de dar su vida por el prójimo se la quita, siendo un haragán, chapucero, sin mérito, que sólo se agarra a la fuerza de las armas y las fuerzas represoras.

Como le ha dicho al cura, él se siente como una coneja muy paridera de males sociales y, más, por culpa de quienes le rodean, que le ateclan y le lamen cual perros, que han aparecido con maletas pequeñas con dineros que se llevan sobre el borrén trasero, convirtiéndose en malhechores, truhanes y él pidiendo al pueblo un perdón falso, pues sabe que los perros no pueden detenerse a tiempo por la violencia de sus fechorías en alboroto de paisanaje. “De lo que me arrepiento, dice, es el haberme rodeado de maleantes y, si estoy escandalizado, es por la publicidad que se ha dado”.

-Bueno, le replica el cura, es verdad que has faltado a los deberes que te impone el deber político, pero a sabiendas de que la política es el arte del hurto y el engaño y como dios lo perdona todo, tienes que rezar un padrenuestro y tres avemarías, dejando a la iglesia de vuestra dinerada y parte del botín, pues bien sabes que es para el culto, y al pueblo le dais por donde amargan los pepinos, que son traperos, personas fáciles de robar, víctimas propicias, y además vosotros dais con la ley, ganáis en trampas y hacéis muy bien flores de fullero.

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