El ¿debate?

El ¿debate?

¿Por qué ese empeño en disfrazar el significado de las cosas, mediante los engañosos juegos de palabras? Lo de ayer en la televisión no fue nunca un debate. Fue un combate. Un espectáculo lamentable de lucha libre trucada. Todos sabemos que la lucha libre es tongo. Aunque obedecemos a nuestro perverso lado infantil; nos gusta ver cómo se desenvuelven los adversarios fofos y pasados de kilos en el cuadrilátero de las apariencias. Y, sobre todo, que haya un ganador y un perdedor maniqueo teñido de rubio paja, al poder ser.

No me importa nada quien venció en esa justa televisual entre favoritos. Me revienta el tinglado que se ha montado en torno a esa falacia. Rubalcaba contra Rajoy, R versus R. No me interesa la política cuando no hay suficiente política. Aquí da la impresión de que estamos viviendo constantemente en un guión escrito de antemano y en el que los ciudadanos no tenemos nada que aportar, ni que decir. Tan solo depositar la papeleta que justifica la buena marcha del negocio de los encaramados . En cualquier caso, los protagonistas no fueron los candidatos sino la propia televisión, con su suculenta publicidad.

Entre tanto truco, el ciudadano ha quedado convertido definitivamente en público. Números estadísticos. Una abstracción. Somos bultos y votos.

En el debate-combate solo interesa ganar al otro. Esta es una épica de cortos vuelos que persigue la justificación de semejante tinglado. En el cara a cara de la noche hubo una llamativa ausencia de ideas. El error es reducir la cosa a dos adversarios. Así no se renueva el oxígeno, es la asfixia de las buenas ideas. Al entablarse el morboso combate entre candidatos, no se plantea que los argumentos fluyan y sirvan para algo. Interesa sobre todo la derrota del contrincante. Todo vale, con tal de que lo reflejen las encuestas de intención de voto.

Por lo que puedo ver en la Prensa, nada se dijo de las fosas comunes y de juzgar al franquismo, según se ha hecho con otras tiranías con crímenes de guerra y de posguerra a sus espaldas. Nada de otras muchas cosas que preocupan en esta democracia prêt-à-porter. Abordar la memoria histórica para instaurar la justicia.
La cuestión medioambiental, en la que todos nos la jugamos…
Ocurre que Rajoy es el representante frailuno de un franquismo que no puede dejar de serlo, porque hay mucha trastienda de intereses detrás. En cuanto a Rubalcaba, es el último paladín de una socialdemocracia que se muere sin haber vivido. El combate fue, pues, meramente administrativo.

* Director del desaparecido semanario "La Realidad".

Elecciones 20-N

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