El sastre del Campillo

El sastre del Campillo
Gerineldo despierta sarraceno de la Arabia Feliz.  Ha soñado que se ha hecho realidad la paz entre los estados de Israel y Palestina, dos estados, dos hermanos más en el mundo global. 
 
Contempla su tallo de trigo y le ve orgulloso, uno entre muchos. Se ve picado por una tarántula, pues tiene inflamación, y excitado,  cual morrocoyo, como el galápago de Cuba, canta, mejor tararea la canción de los militronchos al despertar la madrugada:
 
“Por la mañanita cuando me levanto
Tengo la picha más dura que un canto”
 
Vela rastrera que largan los jabeques en la punta del botalón cuando el viento es flojo y de popa, excitándole a conmoverle el ánimo a la ejecución de una cosa, dándole forma o carácter militar.
 
Se ha tatuado la bandera palestina y la bandera israelí, cada una en cada muslo derecho e izquierdo, y no desea una sarracina, riña tumultuosa, pendenciera, en la Onu. Por el dolor de un pueblo, por la sangre derramada debe declararse el estado palestino ya. La sangre derramada no debe hacerse sarro al fondo y las paredes de un organismo que parece tener el corazón como costra calcárea.
 
La declaración del estado palestino no debe ser una cosa que tase un sastre. No debe haber alguna duda de que ha de suceder o hacerse, pues entre sastres no se pagan las hechuras. La buena correspondencia debe existir entre las naciones,  no andar a la morra, a golpes. Ni ninguna ser secundaria de una primera.
 
Gerineldo se siente como el sastre del campillo, que cose de balde y pone el hilo. Grita por la ventana que “al pueblo palestino se le debe pagar lo que se debe, tanto en sentido material y directo como abstracto, volviendo por su honra que tiene desde tiempos mancillada, obligando a sus ofensores a deshacer el agravio”
 
Unos arbustos de tipo “morsana”, arbustos de Africa y Asia, le sonríen entrechocando sus hojas por la brisa en especie de vahído o vértigo que padecen las aves de cetrería, mientras él morronguea, bebe, chupa una taza de café con leche.
 
 

LQSRemix

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