El único camino razonable

El único camino razonable

Juan Gabalaui*. LQS. Diciembre 2019

Vivimos en una sociedad de la sobreinformación, origen de confusión y saturación, y en muchas ocasiones se desvían nuestras energías hacia asuntos poco trascendentes, si es que no nos provoca una parálisis

La Junta de Castilla y León está valorando el impacto ambiental de un proyecto minero de explotación de wolframio y estaño en la Sierra de la Culebra, espacio natural protegido, dentro de los términos municipales de Pedralba de la Pradería, Requejo y Puebla de Sanabria en la provincia de Zamora. El proyecto, denominado Valtreixal, no es apoyado por los grupos ecologistas que critican que se lleve a cabo en una zona de alto valor ecológico, hábitat de especies como el lobo, el águila real y el desmán ibérico. Por el contrario, el alcalde de Pedralba, Manuel Miguel Rodríguez Maestre, considera que es una actividad económica necesaria para revitalizar su municipio. Este es el sempiterno debate entre la ecología y el crecimiento económico, que en la práctica tiene un claro ganador, como podemos comprobar en el continuo y constante deterioro del medio ambiente.

El alcalde pedralbino denuncia una realidad del mundo rural. El desempleo y la despoblación condena a muchos pueblos a su desaparición. Esta realidad lleva muchas veces a apostar por industrias que provocan un gran impacto en el entorno, desfigurando y contaminando el paisaje, lo cual reduce las posibilidades de repoblación de los municipios. Las empresas invierten en la zona para sacar beneficios y no para beneficiar a sus habitantes, hasta el punto de que en muchas ocasiones no reparan los daños ocasionados que se convierten en la herencia indeseada de un plan aparentemente favorable. Es necesario pensar en alternativas que ayuden a que los pueblos vuelvan a ser habitados, de tal forma que se puedan desarrollar proyectos vitales y comunitarios, que tengan un impacto positivo en el entorno. El cuidado del medio ambiente debe convertirse en un principio irrenunciable para cualquier proyecto.

La rerruralización será un hecho inevitable. El tamaño de las grandes ciudades es insostenible a muchos niveles: económico, energético, político y social. El proceso de emigración de los pueblos a las ciudades tendrá su réplica, más pronto que tarde, en un nuevo proceso que lleve a miles de personas a los pueblos, y este futurible nos obliga a repensar la vida rural, teniendo en cuenta que la reproducción de la vida urbana será imposible por ser insostenible. Este proceso provocaría que las comunidades sociales y políticas se redujeran de tamaño lo cual se convertiría en una oportunidad para salirse de las lógicas capitalistas, también implantadas profundamente en el ámbito rural, y de desarrollar nuevas formas de relación comunitarias fundamentadas en la democracia directa y la autogestión.

Vivimos en una sociedad de la sobreinformación, origen de confusión y saturación, y en muchas ocasiones se desvían nuestras energías hacia asuntos poco trascendentes, si es que no nos provoca una parálisis. Los medios dirigen nuestras opiniones hacia las noticias que en esos momentos han situado en el candelero. Todas esas energías se hurtan de la necesidad de repensar aspectos relevantes para nuestro futuro como sociedad. La rerruralización es uno de ellos. Los urbanitas solo tenemos que mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que nuestra forma de vida difícilmente podrá mantenerse, ni siquiera a costa del medio ambiente. La dependencia de la tecnología, el desempleo o la servidumbre del trabajo, las enfermedades mentales, la democracia de la delegación o representativa, la lógica del crecimiento desmesurado, el auge del fascismo, el individualismo, la desigualdad o el patriarcado forman parte del cementerio viviente en el que vivimos. Salir de esto no es sencillo ni idílico pero es el único camino razonable.

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