Grandes negocios con Hitler

Grandes negocios con Hitler

Por Iñaki Alrui. LQSomos.

El Garaje ediciones publicó el pasado otoño este revelador libro, un minucioso estudio de las complicidades que colaboraron al encumbramiento del nazismo en Europa por parte de la banca, grandes corporaciones, monarquías y gobiernos, no solo europeos: el big bussines estadounidense también fue partícipe.

El Ejército Rojo y la locomotora de Europa
Hitler en una visita a la BMW

Estamos ante un libro que derriba falsedades de varias décadas, mitos construidos que hemos hecho nuestros y que encima narramos de carrerilla, como si estuviésemos hablando de hechos históricos, cuando en realidad lo que recitamos es la suma de un compendio de películas made in Hollywood que hemos visto desde nuestro nacimiento hasta hoy, y lo que nos queda.

Hay un interés, o mejor, una imposición de este relato histórico de la victoria de los aliados, de lo buenos que eran estos países y de sus epopeyas militares, la mayoría de las veces inexistentes, o en el mejor de los casos, tergiversadas. La realidad es otra: a Hitler le apoyaban todos, o casi todos. Era el líder que buscaban contra la joven revolución rusa, contra las ideas de justicia e igualdad que recorrían el mundo, ahí están las hemerotecas para comprobarlo. El nazismo fue criminalmente asesino, pero es un buen momento para formular la pregunta: ¿quiénes lo auspiciaron?, y también para reflexionar porqué la Segunda Guerra Mundial fue un gran negocio para el capitalismo estadounidense.

En este libro, “Grandes negocios con Hitler” (Big business avec Hitler), encontramos muchas respuestas y el inicio de un replanteamiento de la barbarie nazi. El autor es Jacques R. Pauwels (Gante, Bélgica, 1946), que emigró a Canadá en 1969. Es doctorado en Historia por la Universidad de York (Toronto) y en Ciencias Políticas por la Universidad de Toronto. Fue profesor de Historia en varias universidades canadienses. Entre sus libros se puede destacar: El mito de la guerra buena: EEUU en la Segunda Guerra Mundial (editada en castellano por Hiru) y The Great Class War 1914-1918 (‘La Gran Guerra de Clases 1914-1918’).

IG Farben donde trabajaban los prisioneros de Auschwitz

Hitler, un mediocre burgués, seguramente no hubiera llegado a nada sin el apoyo decidido de las altas finanzas alemanas. Por ejemplo, desde el inicio de su carrera contó con el apoyo de la compañía IG Farben, que además (casualmente) se forró con trabajadores esclavos; al final de esta nota hay un anexo, muy interesante de leer, sobre lo que fue esta corporación, a qué se dedicó y como siguió operando después de la Segunda Guerra Mundial (1).

Las élites financieras de EEUU y Alemania hacen desde el principio muy buenos negocios con el régimen hitleriano. Un detalle a tener en cuenta es la presencia de representantes de las grandes empresas de EEUU entre los principales responsables del gobierno estadounidense en general, y entre su cuerpo diplomático en Alemania en particular.
Los estadounidenses no han parado de hacer negocios con las guerras y con las dictaduras, no olvidemos quién apoyó a Franco sin tapujos después de la Segunda Guerra Mundial. Y otro detalle: después de la Primera Guerra Mundial EEUU (desde su aséptica lejanía) ya es la primera potencia económica, y el dólar se impuso como moneda de cambio internacional; a la Alemania de Hitler llegan ya con mucha experiencia en los negocios.

Empresas de hoy, empresas del ayer nazi

Decenas de nombres de empresas con las que estamos familiarizados son herencia directa del nazismo, algunas cambiaron su nombre, pero no su consejo de administración, otras han seguido con la misma marca. Pero como decía al principio, con el lavado de cara del capitalismo a sus negocios nazis, estas empresas son ahora para nosotras simples marcas de consumo, cuyo pasado y trayectoria hasta el día de hoy desconocemos. ¿Eso es delito? Si no lo es, ¿por qué ocultarlo? Será porque quedaría muy mal reconocer por un lado que deben su éxito empresarial inicial a la colaboración y apoyo al régimen genocida nazi, y por otro, que todas utilizaron mano de obra esclava para su producción y beneficio.
En un segundo anexo me permito repasar algunas de esas empresas que hoy nos parecen inocuas, haciendo un poco de spoiler al libro, pero seguro que la editorial y el autor me perdonarán, es una buena forma de abrir boca y querer saber más (2).

Extirpar el marxismo

En 1921, Hitler se hizo con la dirección del Partido Nacional-socialista Alemán, un nombre totalmente engañoso, dicho sea de paso: odiaban el socialismo y no eran trabajadores.
El discurso de Hitler de extirpar el marxismo le granjeaba una gran simpatía de los industriales alemanes y de muchísimos países, no solo por parte de corporaciones empresariales o de la banca: los gobiernos de decenas de países expresaron su admiración por las ideas de este detestable personaje, al igual que hicieron con Mussolini.
A partir de 1923 su partido recibirá grandes sumas de dinero donadas por empresarios alemanes y banqueros suizos. Hacia 1925 era difícil que un empresario alemán no apoyara económicamente a Hitler; le mantenían en la reserva, pues ellos seguían optando para la gran política por los partidos conservadores tradicionales. En 1926 Hitler será invitado a los grandes clubes o reuniones de industriales, le quieren: su odio hacia el movimiento obrero, el socialismo de Marx y la democracia, su predilección por un estado autoritario y su deseo de convertir a Alemania en potencia mundial, unido a su determinación de eliminar físicamente a sus enemigos, cosecha simpatías y ovaciones. Después vino lo demás.

EEUU y su entrada en la Segunda Guerra Mundial

Pero el libro no se limita a hacer una exhaustiva descripción de los negocios del capitalismo yanqui con los nazis, el autor también esclarece detalles de la participación estadounidense en la Segunda Guerra Mundial, no tan patriótica como nos hacen creer…

El mito:

Estados Unidos se implicó activamente en la Segunda Guerra Mundial debido al ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. Hacía tiempo que el presidente Franklin Delano Roosevelt quería entrar en guerra contra la Alemania nazi, pero no podía hacerlo porque los aislacionistas dominaban el Congreso. Sin embargo, después del traicionero ataque sorpresa japonés contra Pearl Harbor, el Congreso reconsideró su postura y accedió a declarar la guerra a Japón, lo que implicaba declarársela también al aliado alemán del Imperio del Sol Naciente.

Henry Ford fue condecorado en 1938 con la Gran Cruz de la Orden del Águila Alemana

La realidad:

Los dirigentes políticos y militares estadounidenses, incluido el presidente Roosevelt, no querían entrar en guerra contra la Alemania nazi, pero sí contra Japón, por el control de las rutas petroleras en Asia y por puro racismo. El Tío Sam llevaba ya mucho tiempo preparándose para esa guerra, y anhelaba ganarla rápida y fácilmente. Provocaron deliberadamente a Tokio para que atacara Pearl Harbor, de modo que el conflicto se pudiera presentar ante el Congreso y ante la opinión pública estadounidense como una reacción puramente defensiva. Después del ataque, el Congreso declaró la guerra únicamente a Japón, pero no a la Alemania nazi. Aunque este dato se suele obviar, fue Hitler quien de forma totalmente inesperada declaró la guerra a Estados Unidos, a pesar de que no tenía obligación de hacerlo según los términos de su alianza con Japón. De este modo, Estados Unidos también se encontró en guerra contra Alemania, algo que no había previsto y para lo que no se había elaborado plan alguno.

En definitiva, estamos ante un excepcional ensayo que merece una lectura pausada para ir tejiendo todos los datos que aporta, pero también para ir desmontando muchos mitos sobre el nazismo y la Segunda Guerra Mundial.
Un excelente trabajo pedagógico para entender mejor la reciente historia, pero sobre todo para entender muchos “porqués” de cómo funciona hoy el capitalismo salvaje. De aquellas complicidades, estas riquezas.

La “ficha

Grandes negocios con Hitler (Big business avec Hitler)
Autor: Jacques R. Pauwels.
El Garaje ediciones. Colección Documentos & Sociedad.
ISBN: 978-84-124123-1-4. Páginas: 332. PVP: 20 euros
Web del autor: https://www.jacquespauwels.net/

Anexos:

1.- IG Farben. El siguiente texto está a disposición de cualquiera en la Wikipedia, y aunque extenso, he querido incluirlo por lo esclarecedor que resulta y como claro ejemplo de que, si nos ponemos a buscar datos con afán de encontrar la verdad, no es tan difícil derribar esos mitos hipócritas que nos han impuesto sobre el antinazismo del nuestro mundo…

Empresas IG Farben. “Nacidas el 25 de diciembre de 1925 como una fusión de las compañías BASF, Bayer, Hoechst (en la actualidad la farmacéutica Sanofi-Synthelabó), Agfa, Chemische Fabrik Griesheim-Elektron y Chemische Fabrik vorm. Weiler Ter Meer.
Inicialmente, muchas de estas compañías producían colorantes, pero pronto comenzaron a investigar otras áreas de la química, manteniendo un casi monopolio sobre la producción química. Durante la Alemania Nazi, comenzaron a producir el gas Zyklon B, veneno que era comúnmente usado en la época para espulgar.

En 1941, una investigación (USA) desveló un cártel entre la Standard Oil estadounidense de John D. Rockefeller y la I.G. Farben. También se obtuvo nueva evidencia referente al precio complejo y los acuerdos de mercadotecnia entre DuPont, una gran multinacional química, y la fabricante de gasolina con plomo, U.S. Industrial Alcohol Co. No obstante, la investigación fue cerrada, como docenas de otras en muchos tipos de industria, debido a la necesidad de reclutar el apoyo industrial en el esfuerzo de la guerra.

IG Farben construyó una fábrica (la llamada Planta Química Buna) para producir caucho sintético y caucho (del carbón) en Auschwitz, que fue el principio de la colaboración de las SS durante el Holocausto. IG Farben fue la única compañía alemana con su propio campo de concentración, donde murieron al menos 30.000 personas, y muchas más fueron enviadas a las cámaras de gas. En su mayor apogeo, en 1944, esta fábrica utilizó 83 000 trabajadores esclavos. El pesticida Zyklon B, del cual IG Farben tenía la patente, fue manufacturado por Degesch (Deutsche Gesellschaft für Schädlingsbekämpfung), de la cual IG Farben poseía el 42,2 % en acciones. IG Farben tenía gerentes en su comité director. Con este gas fueron ejecutados millones, entre ellos judíos, gitanos, soviéticos y otros prisioneros de guerra.

En los Juicios de Nuremberg ordenaron desmembrar el consorcio (pero en la realidad es totalmente falso). Los Aliados, en 1951, dividieron la empresa en sus empresas originales constituyentes. Las cuatro más grandes, BASF, Bayer, Hoechst y Agfa, compraron rápidamente a las más pequeñas.
De los 24 directivos de IG Farben acusados en el denominado Juicio a la IG Farben (1947-1948) ante un tribunal militar norteamericano en los subsecuentes Juicios de Nuremberg, 13 fueron sentenciados a entre uno y ocho años de prisión.
Algunos de aquellos acusados en este juicio se convirtieron en líderes de las compañías de posguerra que se formaron al separarse IG Farben, incluyendo aquellos que fueron sentenciados en Nuremberg. Las principales empresas sucesoras de IG Farben en la actualidad son AGFA, Bayer, BASF y Hoechst (ahora parte de Sanofi-Synthelabó) y Pelikan (que además suministraba la tinta con la que se tatuaba a los prisioneros), las que heredaron el total de las propiedades de IG Farben, pero no así las responsabilidades penales”.

2.- Aquí una rápida relación de algunas marcas conocidas de ayer y de hoy. Buques insignia del capitalismo al lado de Hitler, y buques insignia del capitalismo flower de hoy…

Coca-Cola: Fanta para nazis
La colaboración de la mítica compañía de bebidas no fue directamente con su producto estrella, fue con Fanta específicamente. Y es que durante el conflicto de la IIGM Coca-Cola jugó sus cartas en ambos bandos. Por un lado y de manera oficial apoyaban a las tropas de Estados Unidos. Por el otro, toda una maquinaria por la que mantuvieron una fábrica alemana que exclusivamente lanzaba el producto para los nazis.
Ocurrió que en el año 1941, la rama alemana de la marca se quedó sin el sirope famoso para el refresco, y como no podía “pedir” ayuda a su rama en Estados Unidos, decidió inventarse una nueva bebida para los alemanes. Sí, crearon un refresco con sabor a frutas bajo el nombre de Fanta y se calcula que sólo en 1943 vendieron allí alrededor de tres millones de cajas.

IBM y la tecnología para computar judíos
Posiblemente uno de los casos más “sangrantes” para Estados Unidos. Y es que en plena expansión del Reich el gobierno alemán toma la decisión de comenzar un censo para “ordenar” a la población. Hablamos de una propuesta que perseguía encontrar a los judíos de cada territorio ocupado.
Y aquí aparece IBM. Su filial alemana sería la encargada de suministrarles a los nazis las máquinas Hollerith, las cuales llevarían a cabo el censo a través de unas tarjetas perforadas (cada tarjeta asignaba a un ciudadano identificaciones como la raza o religión). IBM fue posiblemente de las compañías que más se enriqueció… vendiendo unas máquinas que descubrían y realizaban un seguimiento de los judíos.

Porsche y Volkswagen: un coche para el pueblo de Hitler
El ingeniero austríaco Ferdinand Porsche, fundador de las firmas Porsche y Volkswagen, también estuvo más que involucrado en el lucrativo negocio del nazismo. En este caso y tras mantener varias reuniones con Hitler en 1934 llegan a la idea de que hace falta construir un “coche del pueblo” (traducción de Volkswagen). Según explicaría Hitler al ingeniero, él quería que desarrollara un coche que tuviera un diseño aerodinámico, algo parecido a un escarabajo.
No hace falta adivinar lo que ocurrió después. Hace su aparición el Volkswagen Beetle, quién no sólo fue diseñado para los nazis, sino que su nombre lo propuso nada más y nada menos que el propio Hitler. Durante la época del conflicto se calcula que al menos cuatro de cada cinco trabajadores de la planta de producción de Volkswagen eran esclavos. Al parecer, el mismo Ferdinand Porsche llegó a tener enlace directo con la SS para pedir directamente esclavos de Auschwitz.

Kodak y la mano de obra
La conocidísima compañía norteamericana también mantuvo lazos con la Alemania de Hitler. En este caso y como en la gran mayoría, a través de su filial alemana en la IIGM. Al igual que Ferdinand Porsche, la casa tenía acceso para utilizar mano de obra esclava de los campos de concentración.
¿Por qué? Al parecer Wilhelm Keppler, uno de los principales asesores económicos de Hitler, tenía amistad con los dirigentes de la compañía. Esto produjo que además de la filial alemana, el resto de las europeas también hicieran negocios con el gobierno nazi.

Las cámaras de gas y Bayer (IG Farben)
Posiblemente estamos ante el caso más famoso de esta lista. El gigante alemán no sólo mantuvo lazos económicos durante el Holocausto, fue mucho más que eso y posiblemente la compañía que más se benefició. En 1925 formaba parte del conglomerado IG Farben hasta que en 1951, tras la Segunda Guerra Mundial, fue disuelto por los Aliados convirtiéndose más tarde en la propia empresa. IG Farben fue la empresa que fabricaba el gas Zyklon B, el mismo que se utilizó en las cámaras de gas de la Alemania de Hitler. No sólo eso, la compañía también ayudó con la financiación a desarrollar los experimentos con los prisioneros en los campos de concentración.

Los uniformes nazis de Hugo Boss
Sí, también estuvo implicado la marca de ropa alemana. En este caso porque el mismo Hugo Boss fue afiliado del partido nazi en 1931. Ese mismo año pasaría a ser miembro patrocinador de los uniformes de las SS, la Juventud Hitleriana, el Cuerpo de Motoristas Nacional-socialistas y otras organizaciones del partido.
Llegó a tener tanta “demanda” en los años del conflicto que Boss utilizó alrededor de 40.000 prisioneros de guerra en sus fábricas como mano de obra esclava.

Ford y el antisemitismo
El que fuera fundador de la Ford Motor Company y padre de las cadenas de producción modernas en Estados Unidos tenía un gran historial como antisemita declarado. Fue posiblemente el mayor respaldo desde el exterior a la Alemania de Hitler.
Henry Ford, en cuyo historial tenía un periódico que compró para comenzar una cruzada antijudía, contaba con el propio Hitler como uno de sus “ilustres” admiradores (el propio Hitler lo nombra en Mein Kampf). Muchas de sus teorías antisemitas fueron tristemente llevadas a la realidad por el propio Hitler. En 1938, con 75 años, recibe la medalla nazi como “extranjero distinguido”. Ford convirtió su empresa en el segundo productor de camiones para el ejército alemán.

Siemens y las cámaras de gas
La multinacional alemana también contribuyó y sumó dividendos en el Holocausto haciendo uso de prisioneros de los campos de concentración para trabajar en las fábricas y ayudar a construir las cámaras de gas que posteriormente los matarían.
Desliz o no, en el año 2001 se produce uno de los instantes de mayor insensibilidad. Siemens trata de registrar una nueva marca para sus productos con la palabra Zyklon (mismo nombre utilizado en las cámaras de gas durante el Holocausto). La compañía se vio forzada a renunciar a sus tentativas tras varias denuncias.

Los camiones nazis de General Motors
General Motors, el mayor fabricante de camiones militares del nazismo a través de su filial alemana. Para fabricar esta ingente cantidad de modelos que sirvieron para que Hitler se adentrase con sus tropas en Austria se sirvió de esclavos de los campos de concentración.

Más artículos del autor. Miembro del Colectivo LoQueSomos. En Twitter: @IkaiAlo

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