Indispensable antimilitarismo

Indispensable antimilitarismo

Juan Gabalaui*. LQS. Febrero 2020

Tenemos una buena opinión sobre algo que no nos importa demasiado. La falta de interés va acompañada de una baja o nula conciencia sobre qué es el ejército, cuál es su naturaleza y cuáles son sus fines

El Estado Español es el tercer exportador de armas de la Unión Europea y el cuarto con mayor gasto militar (1) por detrás de Francia, Alemania e Italia. En el reverso está Islandia que gasta exactamente 0 euros. El debate sobre el gasto militar y el militarismo dejó de existir en los medios y en la opinión pública hace muchos años. De vez en cuando se informa sobre la inversión y las exportaciones armamentísticas pero con mecha corta, sin apenas repercusión y sin despertar especial interés. Este hecho nos permite ilustrar cómo la propaganda consiguió convertir a los ejércitos creados para asesinar en fuerzas de la paz, de tal forma que se desactivó el fuerte movimiento antimilitarista de los años 80 y 90 del siglo pasado. El Estado, principalmente, ha sido el impulsor de una redefinición del ejército basado en su carácter humanitario. Consiguieron convertir, en la mente ciudadana, un soldado armado hasta los dientes en un soldado que reparte comida y mantas en una zona de conflicto bélico. Así una organización privada como la ONCE no dudó en dedicar su cupón de octubre de 2019 a los 30 años del Ejército español defendiendo la paz en el mundo.

Paradójicamente la desaparición del Servicio Militar Obligatorio, más conocido como La Mili, y la profesionalización del ejército en el año 2001 fue el punto de partida para esta ilusoria reconversión en organización humanitaria. El Estado se ha gastado millones de euros anuales para convencernos de la bondad de los ejércitos armados. El movimiento insumiso, que basó su propuesta en la desobediencia civil, se fue desinflando con la desaparición de su campo de batalla más mediático, al igual que las posiciones antimilitaristas, que se vieron superadas por la descarada propaganda dirigida a convertir una organización armada en una herramienta eficaz de solución de conflictos. Una estructura militar, radicalmente jerarquizada, que se basa en la acción de la obediencia al superior y en el adoctrinamiento dirigido a convencer de la necesidad del uso de la fuerza y las armas para la resolución de conflictos son los que dirimen las discrepancias importantes a través del puñetazo encima de la mesa y la patada en la puerta. La magia de la publicidad consiguió que la fuerza bruta dejara de ser ya no una preocupación sino un tema de conversación. En un informe del CIS de 2015 se decía que siete de cada diez entrevistados (67%) declaran que los temas relacionados con las Fuerzas Armadas, la paz, la seguridad, la defensa u otros asuntos militares rara vez o nunca entran a formar parte de sus conversaciones con amigos o familiares. A su vez en 2017 un 65,1% tenía una buena o muy buena opinión sobre las fuerzas armadas.

Tenemos una buena opinión sobre algo que no nos importa demasiado. La falta de interés va acompañada de una baja o nula conciencia sobre qué es el ejército, cuál es su naturaleza y cuáles son sus fines. Este desinterés y la ausencia de reflexión allanan el camino a que el hueco en nuestros cerebros sea rellenado por la publicidad del Estado, lo cual explica la buena opinión, basada en la idea falsa y el oxímoron de ejército humanitario o fuerzas [militares] de la paz. Pero el ejército no es un asunto baladí. Es una entidad armada cuya estructura se basa en un funcionamiento jerárquico y no democrático. Las personas que forman parte están entrenadas para el uso de las armas y para matar, a partir de un adoctrinamiento basado en la idoneidad de la intimidación y la agresión como método de resolución de conflictos. En contextos de inestabilidad el ejército puede ejercer una autoridad desmedida y recortar las libertades y derechos fundamentales. Esto es lo que nos ha enseñado la historia. Los que no tienen ninguna duda de esto son las fuerzas políticas más conservadoras y reaccionarias, que de alguna manera participan de un pensamiento muy similar al que rige el funcionamiento militar. Ordeno y mando.

La extrema derecha española no ha dejado de flirtear con las fuerzas armadas y demandar su intervención en la cuestión catalana. Ya no solo representantes políticos sino miembros del ejército como el coronel Francisco Alamán Castro que lanzó esta amenaza: aunque el león parezca dormido, que no lo provoquen demasiado, porque ya ha dado pruebas sobradas de su ferocidad a lo largo de los siglos. Ortega Smith ha pegado unos tiros en plan Rambo en una base del ejército con un fusil de asalto HK G36 de calibre 5,56, lo cual no deja de ser un mensaje sobre la facilidad para acceder a un arma. Por otro lado militares de alta graduación retirados y en la reserva han honrado la figura militar del dictador Francisco Franco. Esta mezcla entre el autoritarismo y la posesión de armas, así como las atribuciones que la Constitución española proporciona a las fuerzas armadas, convierte al ejército español en un riesgo para la sociedad en situaciones de inestabilidad. Es necesario recuperar el antimilitarismo, denunciar las estructuras jerárquicas y adoctrinadoras, apostar por métodos de resolución de conflictos que no estén basados en la intimidación y la agresión y rebatir todo intento de suavizar, edulcorar y normalizar la presencia de grupos armados que, en última instancia, defenderán los intereses contrarios a los de la mayoría de las personas. Los ejércitos se inventaron para eso. Para defender los intereses de los que controlan el poder.

(1) Data for all countries 1949–2018 (excel spreadsheet)
– Imagen de portada publicada por la revista “El Jueves”
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