¿Renta Básica de Ciudadanía o un modelo alternativo de trabajo solidario?

Hace poco me consultaron qué opinión mantengo sobre la renta básica. Ya hace tiempo que en este blog exploraba una solución que difiere algo de aquella, hablando del ingreso universal garantizado que, sin embargo, debe afinarse y desarrollarse, así como contrastarse y diferenciarse más aún de la llamada Renta Básica de Ciudadanía. 

Mis consideraciones sobre la Renta Básica son las siguientes, sintetizando:

Favorables:

– Bienvenida, en la medida de que garantizaría que cualquier persona no se quedase sin recursos en ningún caso. La cuestión de los recursos, con otra
política se podría resolver.

– Es una medida que invitaría a relativizar la relación salarial como vínculo central societario.

– Se puede llegar a financiar, si bien entrañaría un gran cambio en la política fiscal y de gasto, y un reordenamiento drástico de las prestaciones sociales existentes al día de hoy (desempleo, pensiones, otras rentas, etc…).

Desfavorables:

– La desaparición, para destinar esos recursos, de otras prestaciones sociales, y la conversión de algunos salarios indirectos y diferidos en forma de renta básica, puede generar un riesgo de disolución de derechos sociales si no hay garantías de consolidación de tal sistema.

– La provisión de un cheque, que es una forma de dinero sin más, no rompe con la lógica de la mercancía y es una medida promercado, porque no se
plantea quien y cómo se proveen servicios, no distingue entre servicios esenciales y universales de los que no lo son, y no contempla el papel de
ningún modelo de lo público (un sector público que también debería tener otra naturaleza y condición, bajo control social, más democrático y
eficiente, y al servicio de las mayorías, y no de la burguesía, como sucede ahora).

– En relación con la experiencia histórica, y las controversias de la Ley de pobres en Inglaterra, la renta básica corre el riesgo de ser una medida
liberal, si no se distingue nítidamente de las provisiones de mínimos que los liberales (como J.S.Mill) planteaban, con un alcance tan pequeño que
empujaría a la gente a trabajar igualmente bajo el trabajo asalariado para obtener unos recursos suficientes, como pasaría con las rentas mínimas de
inserción.

– No contempla la generalización de un modelo de solidaridad y reciprocidad. Las personas, dentro de una sociedad, deben aportar en
función de sus capacidades, teniendo muy en cuenta las prioridades del conjunto social, y no sólo las particulares.

Alternativa

Es preciso defender un modelo clásico según "de cada cual según sus capacidades para cada cual según sus necesidades" (teniendo en cuenta los
límites finitos del planeta).

Esto entrañaría un modelo, que sustituyese a la relación salarial, alternativo de trabajo, basado en la reciprocidad y la solidaridad.

También supone reconocer que hay trabajos fundamentales que alguien tiene que cubrir y que no siempre son agradables (limpieza, cuidado de personas ancianas, protección forestal, atención domiciliaria a personas con necesidades específicas, etc…) y que en el socialismo también habría que
repartir.

Esto equivaldría a que las personas a lo largo de su biografía, a cambio de obtener bienes y servicios públicos esenciales universalmente garantizados (alimentación, cobijo, sanidad, educación, atención a la dependencia, etc…), y la garantía de empleo estable, a cambio de un compromiso a lo largo de la vida de desarrollar actividades comunitarias socialmente útiles en periodos determinados o en situaciones excepcionales de urgencia social. Por ejemplo, que de los 18 a los 20 años se realizase una prestación social del tipo de cuidados a personas dependientes, limpieza de áreas públicas o comunitarias, etc…

Esta fórmula redefiniría la relación social que engloba al trabajo, y también es coherente y compatible con una aspiración como es la reducción
del tiempo de trabajo y el reparto del mismo, al mismo tiempo que redefine el contenido de los trabajos y su finalidad, quién y cómo se proveen.

Esta iniciativa exigiría la institucionalización de un nuevo sistema de gestión de empleo público, que tuviera competencias plenas en materia de selección y promoción de personas para ser empleadas, intermediación y gestión del empleo, que retiraría a las empresas dicha competencia.

En fin, estas son algunas ideas. Recuerdo una entrevista en Papeles, que hicieron a Naredo y Riechmann que apuntaban algo parecido. También Michel Husson ha venido defendiendo esta línea recientemente.

Creo que el debate está abierto. ¿Y ustedes, qué opinan?.

* Salte del margen

Cuestionario LOQUESOMOS: Daniel Albarracín

 

LQSRemix

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