¿Keynesianos o marxistas?

¿Keynesianos o marxistas?

emancipación-LoQueSomosAntoni Puig Solé*. LQSomos. Enero 2015

En algunas ocasiones he sugerido que en las condiciones actuales de hegemonía del neoliberalismo, puede ser interesante la coincidencia entre keynesianos y marxistas, sobre todo cuando permite impulsar un movimiento amplio a favor de determinadas reformas.

Sin embargo, no se puede olvidar que los posibles puntos de coincidencia se dan entre formulaciones teóricas diferentes tras las cuales, además, se esconden intereses de clase antagónicos.

Marx nos alertó de que las relaciones de producción determinan las ideas de la clase propietaria que controla estas relaciones. Dentro de la clase capitalista hay, ciertamente, una amplia gama ideológica, pero ninguna de sus escuelas es contraria al sistema capitalista.

El sector más progresista de estas escuelas es, ahora mismo, el keynesiano, y sus ideas han ido cogiendo fuerza en la izquierda y en el movimiento sindical. Sin embargo, los teóricos keynesianos no ven nada fundamentalmente malo en el sistema capitalista. Basta gestionarlo bien.

Los keynesianos consideran que el capitalismo es como un coche que cuenta con un buen motor pero que de vez en cuando necesita sustituir su correa de distribución, llenar el depósito, disponer de líquido de frenos o cargar la batería. Como el coche es bueno, los problemas suelen provenir de los engranajes o se deben a errores de aquellos que han de conducir y tratarlo adecuadamente.

En consonancia con este punto de vista, hoy por hoy, la idea central de los keynesianos es que la crisis capitalista en curso ha sido causada por una mezcla entre ideología retorcida, exceso de codicia, incremento de la desigualdad y pérdida de control de las finanzas. Si se reparan estos problemas externos, la economía puede funcionar de nuevo sin problemas superando el bache y inaugurando una nueva era de crecimiento económico sostenido.

En el terreno más cercano, mantienen que la actual política de austeridad responde a impulsos ideológicos; además, dicen que no funciona y no beneficia a nadie. Pero si esto fuera cierto, tendríamos que llegar a la conclusión de que el ala derecha de los capitalistas ha enloquecido. Los marxistas, en cambio, decimos que la austeridad tiene un claro contenido de clase y se inscribe en el conflicto entre capital y trabajo.

¿Cuál es, entonces, la alternativa que proponen los keynesianos más progresistas?

En primer lugar, se trataría de arrinconar la austeridad con el fin de garantizar un crecimiento económico armónico que permitiera devolver “la prosperidad”. En segundo lugar, se podría aprovechar esta prosperidad para mejorar el nivel de vida garantizando la paz social.

Los marxistas no compartimos este punto de vista. Sabemos que las medidas que sugieren los keynesianos no permiten poner fin al paro masivo y las crisis del capitalismo. Además, la experiencia de los últimos años nos enseña que no hay que perder mucho tiempo discutiendo sobre reformas económicas cuando el sistema no está dispuesto a aceptarlas. Esto no quiere decir que no abogamos por las reformas, pero lo hacemos con la intención de conseguir un cambio más profundo.

El problema, además, se envuelve, ya que ahora mismo no hay ningún movimiento popular significativo que cuente con la posibilidad de imponer las reformas de tipo progresista aunque sí que hay reivindicaciones parciales, movilizaciones puntuales y programas reformistas paridos en laboratorios. Si existiera un movimiento reformista de verdad, entonces habría que apoyarlo, intentar radicalizarlo y convertir la lucha por la reforma en un combate antisistémico.

Durante el siglo pasado, en Europa hubo importantes luchas por reformas y se consiguieron algunas mejoras, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial. Pero es difícil no darse cuenta de que aquellas reformas se han erosionado con el retroceso en la conciencia revolucionaria de las masas. Este pasado reformista reciente ha dado lugar a falsas esperanzas, como se puede ver ahora mismo con las demandas genéricas de un “nuevo modelo productivo” y los cantos de sirena favorables a las políticas interclasistas “para salir de la crisis”.

El elemento central de la coyuntura actual es la tendencia hacia la deformación, es decir, hacia la destrucción de las reformas del pasado y hacia la mercantilización integral. Por eso, cuando la socialdemocracia o incluso la derecha incorpora alguna pequeña reforma, inmediatamente se expande la retórica reaccionaria para hacerla fracasar.

En el primer volumen de El Capital, Karl Marx analizó el funcionamiento del sistema capitalista. Una de las aportaciones más interesantes es la demostración de que el paro es necesario y beneficioso para el sistema. Keynes, en cambio, creía que el pleno empleo se puede lograr si el gobierno toma las medidas adecuadas. Esta teoría de Keynes ha sido abrazada por buena parte de los sindicatos y los socialdemócratas, ya que abre la posibilidad de que el futuro no sea tan “tormentoso”.

La demanda de políticas “de pleno empleo” sigue teniendo un gran potencial de lucha, al ir asociadas a la estabilidad laboral y al desarrollo de la negociación colectiva. Ambas reivindicaciones permiten una cooperación coyuntural entre keynesianos y marxistas y pueden dar lugar a importantes combates secundadas por el movimiento sindical, pero el apoyo de esta reivindicación no puede llevar a los marxistas a actuar como unos bobos.

Keynes, se opuso a la “Ley de Say”, que parte del supuesto de que las personas gastan el dinero a medida que lo adquieren y así la producción y la venta siempre se mantienen en equilibrio. Pero hay un problema: nadie está obligado a comprar inmediatamente, cuando acaba de vender y, por tanto, puede haber un intervalo, una ruptura entre la venta y la compra.

Marx ya lo había visto. En la “Contribución a la crítica de la economía política”, al explicar las funciones del dinero, recuerda que a veces y por razones diversas, el vendedor puede preferir atesorar. Si esto se extiende a muchos sectores de la economía, la escisión mercancía-dinero se acentúa y se abre la posibilidad de las crisis.

Keynes, como Marx, reconoció que en tiempos de depresión, los capitalistas sólo deciden invertir para expandir la producción si hay posibilidades contrastadas de vender los productos y obtener un beneficio “adecuado”. Marx anticipó que mientras no se dieran estas condiciones, los capitalistas optarían por “el acaparamiento”. Keynes, años después, utilizó el término “preferencia por la liquidez”, que indica que en una situación de incertidumbre, los capitalistas prefieren mantener su dinero en efectivo o su equivalente, hasta que se supere la turbulencia.

A pesar de estas coincidencias, como decíamos al principio, Marx y Keynes llegaron a conclusiones diferentes.

Keynes consideraba que el gobierno puede llevar a cabo su propia inversión para ampliar el consumo contribuyendo a que la recuperación se acelere y puede alargar esta actividad asegurando que el empleo crezca garantizando trabajo para todos.

Marx, por el contrario, demostró que bajo el estímulo de la competencia por el mercado, la industria capitalista siempre quiere reducir los costes de producción mediante la utilización de maquinaria que desplaza y precariza la mano de obra y creando paro, lo que le permite aprovechar esta situación para expandir las industrias y para contener los salarios. Para Marx, las crisis periódicas son inevitables e igualmente es inevitable que al darse la recuperación, la burguesía siga empeñada en incrementar la explotación.

Los treinta años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, hicieron abrigar la esperanza de que las previsiones de Keynes podían ser ciertas. Sin embargo, no hay que olvidar que uno de los principales factores que en aquellos años ayudó a estimular la inversión y la creación de empleo fue la demanda derivada de la destrucción durante la Segunda Guerra Mundial y un auge de la inversión inusualmente prolongado. Al entrar en los años setenta, el Keynesianismo tuvo que contemplar cómo de nuevo se producía una grave crisis y cómo el desempleo aumentaba. Desde entonces, la reputación de Keynes ante los capitalistas ha disminuido, pero aún cuenta con muchos adeptos entre todos los que viendo la catástrofe actual, intentan embellecer el capitalismo.

Las teorías de Marx, en cambio, tienen una finalidad radicalmente diferente ya que aportan una herramienta irrefutable para comprender el funcionamiento diabólico del capitalismo y demuestran que es un sistema transitorio que hay que superar. Por eso son tan importantes para reorientar la actividad política y sindical, organizar de nuevo la lucha y recuperar el tiempo perdido

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* Blog de Antoni Puig

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One thought on “¿Keynesianos o marxistas?

  1. Yo no comparto esta visión. Creo que los keynesianos utilizan una cierta perspectiva marxista de análisis. Otra cosa es el modelo que creen posible, inevitablemente capitalista, aunque más o menos fuertemente regulado. El keynesianismo no es equiparable al marxismo, es una perspectiva técnica, no tanto moral.

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