La bolsa de la señora

La bolsa de la señora

Susana Rioseras. LQS. Febrero 2021

Le pongo en la bolsa cuarto y mitad de ruptura generacional, 200 de avance del individualismo y 300 gramos de neo-misoginia.

La expresión, “-¿quiere bolsa, señora?”, parece ser hoy tendencia en ese universo enmarañado de los pseudo debates y/o confrontaciones, en las redes sociales.
Es una “frase/pregunta hecha”, con la cual, repetida de forma cansina, cierta gente autodefinida joven y por supuesto muy “posmoderna”, vacilan, desprecian de forma burlesca (pues muchas personas a quienes va dirigida la expresión, ni se enteran de qué va el juego). Con la que además de reírse, pretenden “tapar la boca” anulando los argumentos de su interlocutor/a, pues la “gracieta” va siempre dirigida despectivamente a personas identificadas por sus emisores como “mayores”, en esas discusiones deshumanizadas como frecuentes del actual universo de las redes en ocasiones tan antisociales.

La expresión, (como no podía ser de otro modo inmersa en la actual cultura de la ultra socialización de género y/o generista/sexista,( https://blogs.publico.es/cuarto-y-mitad/2020/07/24/el-generismo-nuevo-movimiento-social/), que sufrimos y denunciamos hace tiempo ya desde mil voces, como nueva ofensiva patriarcal/neoliberal global), viene especialmente aderezada una buena carga de misoginia, es decir, está específicamente dirigida a mujeres supuestamente “maduras”.
Suelen ser interpelaciones de burla, en respuesta a cuando estas precisamente se justifican ante ataques personalistas, o sin más, hablan de sus ejemplos o experiencias para argumentar una idea en cualquier debate.

Al margen de la inmensa misoginia que está expresión desprende, (basada el eterno y manido objetivo del patriarcado histórico consistente en despreciar, silenciar sistemáticamente a las mujeres y especialmente a las feministas), forma parte claramente de la misma estrategia posmoderna neoliberal, (más bien “transmoderna” como diría la filosofa Rosa María Rodríguez Magda), del modus operandi de la cultura popular generista/sexista de nuestras sociedades de hoy.
Misoginia imperante activa en las redes, a través de la cual, a mujeres jóvenes feministas que argumentan críticamente en muchos debates (de estos dónde el respeto ni se huele dado el anonimato y deshumanización del medio), se les insulta con calificativos gravemente cosificadores, sexistas y violentos, y a las más mayores, se las convierte en objetos de burla, despreciándolas y deslegitimándolas directamente, como no podía ser de otra manera en la mentalidad machista/patriarcal.

Se trata, además, de una táctica generada en el fomento del individualismo, (egocentrismo y “ombliguismo” ) como manual de conducta. Táctica que paradójicamente consiste en despreciar y romper lazos de forma sistemática, con las generaciones anteriores a nivel de sabiduría existencial, emocional, política, cultural y sobre todo ideológica. Y que contradictoriamente a su vez, ensalza como único dogma de fé, las experiencias puntuales, individualizadas y aisladas, como exclusivas verdades categóricas, rompiendo igualmente de paso, cualquier nexo en la lucha colectiva continuada en el tiempo por el bien común.

Esta estrategia posmoderna neoliberal de ruptura generacional, hoy renovada en formas, contextos y métodos, al ensañarse eterna y específicamente de forma más clara, con la invisibilización de las voces y aportaciones de las mujeres, y el borrado de sus genealogías, la estudian muchas corrientes políticas críticas, pero de modo muy clarividente innumerables filósofas, historiadoras, sociólogas y teóricas feministas como Gerda Lerner con su Creación del patriarcado y Creación de la conciencia feminista, de reciente re-edición y Sheila Jeffreys con sus Ensayos sobre políticas sexuales, igualmente recién traducido y publicado, entre otras muchas.

Ejemplos de gerontofobia y misoginia, como no, unidos y regados con el terreno allanado por los mantras e hipócritas paradigmas impuestos por la posmodernidad capitalista.
Desde el falso mito de la libre elección (muy abusado hoy para legitimar explotaciones de todo tipo, sobre todo la explotación sexual y reproductiva), hasta la salvaje y cínica creencia de la meritocrácia, -esa de que cada persona, tiene lo que se “trabaja” -, basada en la anulación ya completa de la conciencia de clase y sustituida por el individualismo consumista del “sálvese quien pueda!”, que el neoliberalismo cultural lleva décadas insuflando en el disco duro de la sociedad y especialmente de las nuevas generaciones.

Mantras de autoculpabilización individualista pos y transmoderna, basados en evitar a toda costa, el necesario análisis material previo y mínimo de los condicionantes impuestos que generan los factores de desigualdad e injusticia social, tales como las relaciones productivas de explotación, la división social y sexual del trabajo, la falta de redistribución de la riqueza y acumulación, el sistema opresivo de mandatos de genero, el contexto socio-político e histórico, etc.

Desideologización y ausencia de análisis de las relaciones de poder, que en esta fase avanzada de capitalismo patriarcal genocida (y feminicida), se impone masivamente con el claro fin de desarticular cualquier organización basada en la necesidad, más que nunca, de retomar las luchas organizadas por el bien común y de apoyo mutuo histórico, por las que en especial en este país, combatieron y murieron nuestros y nuestras mayores .

Los y las educadores de jóvenes y adolescentes, con años de experiencia, nos sentimos igualmente responsables y conocemos bien los estragos de estos paradigmas impuestos como estrategias neoliberales, de transformación cultural generacional y lo hemos visto cada nueva etapa, durante décadas en las aulas, aunque al reconocerlo y denunciarlo, nos hagan la pregunta/tontería de turno que nos ocupa.

El materialismo dialéctico es la ciencia filosófica que impulsó el marxismo/leninismo como base de análisis imprescindible en el desarrollo del pensamiento de las sociedades modernas. Se basaba, frente al idealismo, simple y llanamente, en el estudio de la realidad material como método incuestionable de análisis para conocer, interpretar y transformar la realidad.

Eso conlleva a la obligatoriedad urgente de retomar el análisis de las realidades circundantes desde lo tangible y lo material, no desde ideas subjetivas, sensacionalistas, irracionales y “magufas”, como podríamos definir ahora coloquialmente, por muy normalizadas que nos las vendan en estos momentos de confusión.
Este recordatorio, muy de manual, viene a cuento porque no deja de ser una paradoja, en este mundo y concretamente en este país, especialmente amnésico e inducidamente desmemoriado con su sangrante historia reciente, que a la vez que se niega la voz y la memoria a la gente mayor y/o con experiencia, tan necesaria de recuperar, mantener y recordar, se eleve la opinión y la experiencia individual “instantánea” actual, a verdad absoluta incontestable e irrebatible.

Parece que frente a la experiencia y reflexión histórica, prevalece esta subjetiva “verdad absoluta” de consumo rápido publicitario, algo infantilizada, emocional e inmediatista, imperante hoy, basada en la opinión personal de la experiencia puntual individual (mundo youtubers), cuanto más reciente, y menos analizada, mejor, presentada como “dogma de Fe” irrebatible. Dogma subjetivo de usar y tirar, que ha venido muy bien, y de hecho ha sido inducido desde el sistema cultural capitalista y su posmodernismo neoliberal, puesto que ha logrado fijar los parámetros individualistas a fuego, rompiendo los lazos generacionales de las luchas sociales, generando amnesia, desideologización, y acabando con la conciencia de clase y de apoyo mutuo.

Específicamente esta táctica, la ha denunciado y analizado, como ya hemos mencionado, la Teoría Feminista, puesto ha sido la estrategia eternamente ejercida por el patriarcado del capital, consistente en impedir la organización mantenida en tiempo y contextos, de las mujeres en su praxis feminista, rompiendo esos lazos generacionales existentes en las luchas por la igualdad y su dignidad colectiva. Rupturas entre unas generaciones y otras, en los diferentes contextos y momentos, añadiéndole, de por sí, la también manida construcción social-patriarcal de desarticulación de la “sororidad”, por la inducción al eterno mantra de la rivalidad y/o competitividad entre mujeres, que se renueva periódicamente en los nuevos tiempos misóginos de paradigmas sexistas.

El sistema de poder, continúa hoy sin freno, que para eso dispone de todos los medios en todos los sentidos, reinventándose en sus nuevos métodos de desideologización y desarticulación de la organización colectiva, renovando constantemente sus formas de ruptura y confrontación, incluso enfrentando a unas generaciones con las anteriores, como uno de sus pilares básicos de ese eterno “empezar de cero” a cada nueva generación para “redescubrir la pólvora” en sus puntuales “revoluciones”.

En nuestras sociedades contemporáneas capitalistas, a la experiencia en ocasiones no se le concede el valor que debería tener, ni siquiera a nivel laboral, puesto que “encarece” salarios, al tener que pagar complementos y disminuye “los beneficios” de la acumulación/explotación del trabajo precario y eventual.
Así pues, aunque nos desviemos del hilo conceptual de fondo de la reflexión, una muestra incluso más cercana del desprecio institucional, de la experiencia en este caso laboral, la vemos hoy en un país que actualmente explota a bastantes más de 800.000 empleadas y empleados públicos, en nítido y denunciado en estancias europeas, flagrante fraude de ley por abuso de contratación en temporalidad, durante décadas sin sacar sus plazas, ni estabilizar sus puestos de trabajo, como exige la ley.
Trabajadores y trabajadoras, en buen número de Sanidad y Educación, sectores altamente feminizados, que están manteniendo a pulso la base de los malogrados y debilitados servicios públicos sociales (los que nos van dejando sin privatizar, desmantelar y saquear,) durante años y años, y hoy se encuentran en momentos de dificultad y emergencia social añadida, en movilidad y precariedad absoluta. Responsables de los servicios públicos, que ahora en plena pandemia, el Estado pretende echar a la calle en procesos fortuitos en los que apenas se valora ni su larga experiencia, ni el denunciado abuso de fraude de ley que han sufrido durante tanto y tanto tiempo.
La obligatoriedad para la empresa privada a hacer fijos a trabajadores/as a partir de los 3 años de contrato laboral, parece que a este Estado en su carrera sin freno por desmontar los servicios públicos, no le afecta, a pesar de sanciones internacionales, que igualmente pagaremos entre todas y todos.
Otra muestra más del desprecio a la experiencia incluso a nivel legal/laboral, pretendiendo abocar a la miseria a una sociedad de mayores en paro, sin posibilidad de reinserción en el mundo laboral, (eso si, los que trabajen que no paren hasta cerca de los 70 años), junto a una juventud exiliada o eterna y progresivamente cada vez más explotada y precarizada.

Todo esto, tiene mucha más trascendencia de lo que pensamos, pues el vanguardismo del pasado tanto cultural/artístico como político, se desarrolló, el primero evolucionando en el ámbito de lo simbólico, y el político/social, actuando en la realidad concreta. La vanguardia, (avant-garde ), se llamaba así por anticiparse y ejercer al limite la hoy tan vapuleada y encarcelada libertad de expresión, acción y pensamiento (y llevarse los palos de la incomprensión social del momento).
Esas vanguardias (más ligadas al modernismo que a la posmodernidad) en sus análisis e interpretaciones siempre necesitaron retroceder y estudiar mucho analizando de forma materialista la historia, releyéndola, escuchándola y repensándola para reescribirla adaptándola a los tiempos y contextos.
Requerían reinterpretar el relato histórico oficial, siempre manipulado por las estructuras y sistemas de poder en cada momento y contexto histórico, por mucho que hoy nos empeñemos en retomar el llamado Zeitgeist y ese mal aplicado relativismo cultural.

Así pues, hoy más que nunca, con el bombardeo mediático del sistema, conviene recuperar la memoria de cerca y rehacer esos recorridos hacia atrás desde los testimonios próximos, más silenciados, para poder avanzar.
Retomar la experiencia, sabiduría de dignidad, organización y lucha por la justicia social, de nuestros y nuestras mayores, para aplicarla al necesario coraje y rebeldía de la juventud de hoy, precisamente más criminalizada que nunca en sus legitimas protestas contra la violencia sistémica que sufren, y a la que tristemente estamos dejando en herencia un mundo, sin futuro ni esperanza alguna.
Por ello, realmente a nivel ideológico en la medida que podamos, deberíamos confrontar y combatir estas estrategias de rupturas generacionales, para lograr recuperar nuestra memoria histórica tan necesaria, de paso respetarnos y entendernos, y especialmente empezar a leer y escuchar a las mujeres sabias tan ignoradas como olvidadas y despreciadas hoy y ayer.
Mujeres con mucha experiencia y lucha a sus espaldas, que por ser precisamente las más respetadas en muchas culturas, fueron exterminadas por el poder, y/o despreciadas y tachadas de “Brujas”, histéricas, “marimachos”…, ayer “feminazis” , hoy “Terfs”, (…mañana cualquier neo-invento de los lobbies patriarcales del capital para insultar y acallar a las mujeres insumisas ), pero siempre feministas con conciencia de clase, e igualmente siempre las más perseguidas y silenciadas de “nuestras tribus”, incluso a día de hoy, con las nuevas inquisiciones generistas/sexistas neoliberales. Las más oprimidas de los oprimidos.

Acabar con el silenciamiento y el desprecio de esas ciertas voces, hoy (en la lógica “influencer” del argumento ad hominem en la que manda la emocionalidad inmediatista/consumista en vez de la racionalidad) es imperativo, más que nunca, para el sistema no consiga seguir desarticulando la lucha colectiva, en momentos en los que precisamente a las nuevas generaciones, se les está cerrando toda posibilidad de esperanza de vida digna y empujándonos a la mayoría social global hacia irracionales distopías futuras (que pueden superar con mucho la literatura del género), cada vez más sexistas, deshumanizadoras, explotadoras y esclavistas y sin herramientas para combatirlas.

¡¡ PORQUE FUERON, SOMOS… , PORQUE, SOMOS SERÁN !!

Imagen de portada:Fusión” (cuadros fusionados), de Susana Rioseras

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