La dictadura franquista, Martín Villa: asesinato de Cipriano Martos

La dictadura franquista, Martín Villa:  asesinato de Cipriano Martos

Pablo Mayoral Rueda*. LQS. Septiembre 2020

Ya en su día, Antonio Martos consultó con el Colegio de Abogados de Barcelona para ver si era posible investigar lo ocurrido a su hermano Cipriano. Le advirtieron que emprender acciones legales no serviría de nada, ya que para el régimen, la Guardia Civil era intocable. Parece que 47 años después, seguimos en las mismas…

Cipriano Martos fue detenido el 25 de agosto de 1973, a las 14 horas, por la Guardia Civil de Reus (Tarragona), 55 horas después fue ingresado en el Hospital de San Juan de Reus, con evidentes señales de haber sido salvajemente torturado y una gran hemorragia interna. El 17 de septiembre, después de 21 días de atroz agonía, Cipriano Martos muere en la más absoluta soledad, custodiado siempre por una pareja de guardias civiles. Sus familiares no fueron informados de su detención, ni de su hospitalización, ni de su fallecimiento, ni de su enterramiento.

Cipriano Martos nació en 1942 en Loja un pueblo de Granada, emigró en busca de trabajo a Morón de la Frontera, Teruel, Sabadell, Terrassa y Reus. Fue jornalero, minero, obrero del textil y, por último, obrero de la construcción. Tenía 30 años cuando fue detenido, el motivo de su detención fue haber realizado una gran pintada que ponía: “Ni Franco, ni Rey, ni Yankis: Republica Popular y Federativa. FRAP” y por participar en un reparto de propaganda antifranquista en la ciudad de Igualada.
El libro “Caso Cipriano Martos”, del periodista Roger Mateos nos da a conocer en detalle todo lo que sucedió en aquellos días, de Cipriano, de su familia, de sus compañeros y de su lucha antifranquista. Acabo de releerlo y es cierto, como dice Roger Mateos, que hay muchas preguntas sin respuesta porque no se investigó nada. Desconocemos la implicación de todas las personas que participaron en aquel cruel asesinato, desconocemos quienes fueron los autores materiales de las torturas, quienes fueron los inductores y encubridores. La lectura de los hechos que se relatan en el libro, nos acerca de alguna manera a lo que era aquella época, a lo que entonces significaba ser antifranquista y sobre todo dejan clara la responsabilidad criminal de todos los que, de una u otra forma, eran parte de la dictadura.

Para empezar, la familia de Cipriano nunca fue informada oficialmente ni de su detención, ni de su hospitalización, ni de su muerte, ni de su enterramiento. Un policía municipal de Huértor-Tájar (Granada) le dijo a su hermano Juan José, dos días después de su muerte que Cipriano había sufrido un accidente mortal cuando trabajaba en una obra. Inmediatamente reunieron como pudieron, entre familia y amigos, el dinero para el viaje, y salieron la madre y dos hermanos para Reus ese mismo día. Su padre, José Martos Soldado, no pudo ir a Reus por estar gravemente enfermo. Otro hermano de Cipriano, Antonio, vivía en Cataluña y tampoco nadie del gobierno, de la policía o del hospital le informó de nada.

Cuando los familiares de Cipriano tuvieron conocimiento de su muerte, fueron directamente al cementerio, pero allí nadie sabía nada y les remitieron al hospital. En el Hospital de Sant Joan de Reus, efectivamente, una pareja de guardias civiles custodiaba el cadáver de Cipriano Martos y en ningún momento dejaron que la familia le pudiera ver. Francisca Jiménez Sillero, madre de Cipriano suplicó y se arrodilló ante los guardias civiles, pero la expulsaron a puntapiés, con grosería y violencia. Ese mismo día sin decir nada a la familia y falsificando las firmas del padre, que no pudo ir a Reus, enterraron a Cipriano a escondidas de la familia y amigos. Querían acabar así con uno de los episodios más atroces de la represión franquista.

A Cipriano después de 55 horas ininterrumpidas de torturas, le introdujeron en el estómago ácido sulfúrico, lo que le provocó una gran hemorragia interna y le llevaron a un hospital que no disponía de medios para tratar esa hemorragia, y allí le mantuvieron sin que ningún médico pudiera hacer nada para salvarle la vida. Veintiún días de agonía sin que la Guardia Civil, ni el juez, ni la dirección del hospital hicieran absolutamente nada, para trasladarle a otro hospital con medios adecuados para intentar salvar la vida de Cipriano, que se moría por haber hecho unas pintadas y haber repartido unas octavillas antifranquistas. La Guardia Civil impidió en todo momento que el abogado Rafael Nadal Company, al que habían avisado algunos compañeros de Cipriano, pudiera verle y asumir su defensa. Tampoco pudo verlo Josep Asens, vicario de una parroquia de Reus que se interesó por su estado de salud al conocer su detención.

Mientras tanto, el juez decretó prisión incondicional contra Cipriano y en el colmo de la desvergüenza decretó que dicha pena se cumpliese en el Hospital de Reus, mientras su estado de salud impidiera su traslado a la cárcel de Tarragona. A pesar de estar bajo su tutela, el juez no se interesó lo más mínimo por el estado de salud de Cipriano.

Ningún periódico publicó ni una sola línea sobre el caso, salvo la prensa clandestina. En el exterior solo Le Monde y Libération (Francia) e Il Manifesto (Italia) publicaron unas pocas líneas sobre este nuevo crimen de la dictadura. La censura franquista sobre lo que se publicaba, era total y mucho más en casos como éste, en el que la tortura era la causa de la muerte de un detenido.

En esos días también fueron detenidos Pascual Carrilero, Rafael Falcón, Joaquín López, María Teresa Feliu, Joan Miró, Ignasi Carnicer, Joaquim Masdeu y Joan Domingo de la Selva del Camp, acusados de pertenecer al FRAP, compañeros de militancia de Cipriano. Cinco días después, el 25 de septiembre era tiroteado y detenido Salvador Puig Antich en Barcelona, militaba en el Movimiento Ibérico de Liberación, y fue asesinado por garrote vil unos meses más tarde, el 2 de marzo de 1974. Esta era la realidad, la negra realidad de la dictadura en aquellas fechas y en Barcelona.

No he podido dejar de encadenar el recuerdo del aniversario del asesinato de Cipriano Martos –ya que en aquella época yo militaba en su mismo partido, el PCE(m-l) y el FRAP–, con mi actividad desde hace diez años en “La Comuna de presas y presos del franquismo”, para tratar de enjuiciar a Martin Villa y otros siniestros personajes del franquismo, ya que este y otros miles de crímenes están todavía pendientes de su esclarecimiento judicial. Me he topado con una de las fotos más famosas de Martín Villa saludando brazo en alto, al modo fascista y nazi, y justo detrás hay un guardia civil saludando militarmente, son los dos personajes centrales de la foto. Martín Villa era entonces, uno de los gerifaltes de la dictadura en Barcelona, de hecho en mayo de 1974 fue nombrado Gobernador Civil de Barcelona, y por lo tanto mucho debe saber y mucho ha ocultado a la justicia sobre las torturas y muerte infringidas a Cipriano Martos. Martín Villa ha sido interrogado, hace unos pocos días, por la jueza argentina María Servini, por sus responsabilidades directas en varios asesinatos cometidos por las fuerzas represivas de la dictadura y las bandas fascistas en 1976, 1977 y 1978. Esperemos que este interrogatorio sea el principio del fin de la impunidad franquista.

Ya en su día, Antonio Martos consultó con el Colegio de Abogados de Barcelona para ver si era posible investigar lo ocurrido a su hermano Cipriano. Le advirtieron que emprender acciones legales no serviría de nada, ya que para el régimen, la Guardia Civil era intocable. Parece que 47 años después, seguimos en las mismas.

Cipriano Martos ¡no olvidamos! – LoQueSomos

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* Miembro de La Comuna, Presxs del Franquismo. Integrante de la Asamblea de redacción de LoQueSomos.

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