La exposición Poéticas de la democracia o la constitución embalsamada

La exposición Poéticas de la democracia o la constitución embalsamada

Acacio Puig*. LQS. Septiembre 2019

Todo un año está dedicando el MNCARS (Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía) a la exposición “Poéticas de la democracia. Constitución 40 años”. El evento concluirá el próximo 25 de noviembre de 2019. Se trata pues de la gran exposición institucional dedicada al nuevo aniversario de la constitución de 1978, una glosa que apunta a consolidar definitivamente la memoria implementada por el nuevo régimen de la democracia postfranquista mediante un ambicioso despliegue expandido por 14 salas habilitadas en la Planta Cero del edificio Nouvel que amplió el museo Reina Sofía de Madrid.

Hace unos años que el periodista Guillem Martínez acuñó el concepto de Cultura de la Transición (CT) para designar el paradigma cultural hegemónico (…) de limitación diaria y llamativa a la libertad de expresión, a la libertad de opinión y creativa, es decir un rodillo concebido como la nueva religión de la democracia española, la piedra de toque que separa defensores del orden institucional e ideológico postfranquista frente a toda suerte de “peligrosos populismos y extremismos antisistema”. Religión laica, pero que como la católica tilda de “anatema” cualquier rebeldía ante su dogmática.

Después de visitar más de una docena de veces dicha exposición (a veces en solitario, otras con jóvenes nacidos después de 1978 y otras con amigos procedentes de diversas familias políticas activas durante la lucha antifranquista) me parece oportuno caracterizar esta Constitución 40 años, como una expresión elaborada e inmersa en la CT, una iniciativa que contribuye a blindar la versión oficial de historia reciente, aunque ciertamente incluyendo algunos guiños a las disidencias.

Veamos pues, empezando por sintetizar la concepción de Guillem sobre la CT.

A partir de 1977 se desactivó buena parte del pensamiento crítico anteriormente acumulado: Pactos de la Moncloa y Ley de Amnistía-Punto Final que abrieron el camino de la democracia a la española y a la erosión de movimientos sociales y sindicales que tan importante rol tuvieron en los combates contra la dictadura. Atentados, asesinatos, censura y autocensura, delimitaron el espacio en que se implantó la Constitución del 78 (el nuevo régimen) y poco después, el 23 F –con su mazazo a relatos heterodoxos– certificó la fractura legal entre modernos y antifranquistas (que se calificaron como ideológicamente “oxidados”).

Con el referéndum de la OTAN en 1986, el acoso al pensamiento libre aceleró la zancada y la nueva cultura consistió en desactivarlo, en crear estabilidad política y cohesión social, pasando a trabajar para el Estado. Con la CT se eliminaba la problematización en beneficio de la verticalización y en beneficio del producto social, político y estético aproblemático (1)… porque lo problemático condenaba desde entonces a la marginalidad y frecuentemente a la represión.

Y a pesar de todo, no creo que se pueda estar completamente de acuerdo con las reflexiones quizá optimistas de Guillem en el apartado “Sí pero” del ensayo que abre el libro citado y en que subraya la especificidad muy española de la CT. El modelo neoliberal del capitalismo ha globalizado, sobre todo desde el 11-S y la Ley Patriot, la identificación de disidencia y deslealtad en todo el planeta. Y esa identificación insufla un venenoso balón de oxígeno al servicio de las falsificaciones y la represión internacional, un venenoso balón en que chapotea –en lo esencial– todo el llamado campo constitucionalista del reino de España. Con ello la CT se homologa con la atmósfera inquisitorial que enloda el resto de países

Una exposición que omite

Poéticas de la democracia omite, en primer lugar, el decisivo peso de las luchas obreras en el desgaste del franquismo tardío; la cadena de huelgas generales y/o generalizadas que zarandearon los cimientos del Antiguo Régimen y la Gran huelga de enero de 1976 (2). Se silencia pues un inmenso movimiento social organizado en la semiclandestinidad que asumió también el arduo combate por libertades y derechos, peleando por la expresión radical de la Amnistía (la libertad de presos políticos, el regreso de exilados y la depuración de responsabilidades perpetradas por los alzados desde 1936). Y, sin embargo, el movimiento obrero es el convidado de piedra en la exposición… parece estar, pero no se le ve y apenas habla, salvo por boca de algunos quienes decían representarle.

Presentes están, sí, luchas y entidades vecinales y algunos de sus líderes en los monitores y revistas instalados en las salas correspondientes (La Unión de Hortaleza y las pancartas-comic del Cubri, Orcasitas con Félix López Rey…). Pero eliminar la presencia directa del movimiento de trabajadores en los centros de producción y en la calle es grave. Refleja la urgencia (entonces y su eco en el hoy) de una clase política compulsivamente comprometida en estructurar el gran pacto social que institucionalizó muy discutibles acuerdos económicos y políticos, mediante Los Pactos de la Moncloa (3). Tan discutibles como para que el fallecido sindicalista Marcelino Camacho se viera obligado a acuñar aquella frase de “hemos dejado a la zorra que cuidase las gallinas”.

Omisión también significativa constituye el tratamiento a ralentí de la permanente (y omnipotente) represión, con Constitución y sin ella. La sala en que se inicia Poéticas presenta un listado de víctimas (junto a una instalación que recupera el portón del pabellón español en la Bienal de Venecia de 1976, la pintada denunciando el asesinato del militante comunista Julián Grimau). Pero el listado de asesinados desde 1936 a 1970 plantea dos problemas serios. El primero es que es ilegible. Sí, probablemente están tod@s –los que han sido localizados, aunque faltan muchos que siguen en fosas comunes– pero nombres transformados es una propuesta tan meramente estética que los despersonaliza… porque sus nombres han de buscarse con lupa. El segundo es que concluir la lista de muertes en 1970 (Proceso de Burgos y Estado de Excepción en Guipúzcoa) (3 b) carece de sentido en un país en que los asesinatos continuaron años después y también durante la llamada Transición.

Por citar algunos (entre docenas) Carlos González, los asesinados en el despacho de Atocha, Yolanda, Germán –un nombre emblemático para quienes con él convivimos– asesinado de un disparo en la cabeza por la policía nacional en Pamplona, durante los Sanfermines de 1978; o Martínez y Montañés, asesinados un año más tarde o Arregui, muerto en 1981, víctima de torturas policiales y… ¡much@s más!
No creo que la omisión de la barbarie represiva quede saldada por la presencia de algunos cuadros interesantes en la sala siguiente (Ibarrola, Tapies, Arroyo, Millares…). Por fortuna la persistencia y presión de nuestro amigo Pablo Mayoral –uno de los conmutados de pena de muerte en vísperas de los fusilamientos de septiembre de 1975– animó el rescate de parte de la serie que Equipo Crónica dedicó al trágico 27-S, los últimos fusilamientos de la dictadura (Variaciones sobre un paredón, Equipo Crónica 1975-1976). Gracias a ello, seis de aquellos cuadros salieron de los sótanos para ser vistos en convivencia con excelentes obras gráficas de Saura, Genovés, Sempere y Corazón.

Una exposición que banaliza

La salida de las dictaduras genera eclosiones comprensibles de alegría de vivir. Además, transforma comunistas en “demócratas” y en España también transformó fascistas en “demócratas de toda la vida”. Y la Transición transfiguró a muchos sobrios contestatarios en gentes de la Movida y con ello, ciertas variantes de “lo societal” pasaron a estar bien vistas, toleradas e incluso a alentarse (“Quien no esté colocado… que se coloque” clamó Tierno Galván, entonces primer alcalde socialista de Madrid, en uno de sus Bandos de fiestas).

Asunto bien diferente a las humoradas parece la banalización que mezcla –en la sala 11– el cine del celebrado Almodóvar, mediante la proyección de Entre tinieblas, la pintura de un gran trágico, artista suicida, como Víctor Mira y algunos materiales fotográficos y gráficos de García Alix y Ceesepe. El resultado, al homogenizar expresiones tan diversas de nuestra tardía contracultura, no es otro que la banalización del paisaje cultural. Es decir: todo vale siempre que se desactive, retomando el verbo usado por Guillem.

Que Mira fuese un artista sufriente, Almodóvar un cineasta de masas, constructor de emociones a ritmo de bolero y Ceesepe un dibujante de vida corta y que jugueteó con el lado oscuro… no les homologa en absoluto. En las antípodas de la alegre integración de Almodóvar, gentes como el cineasta Eloy de la Iglesia recrearon el negro mundo de la heroína y sus víctimas. Pero funcionó mejor en mercado y cultura el frivolizar mediante glamurosas monjas que se chutan y trafican caballo entre tinieblas, en el propio convento. La filmografía completa de Eloy (fallecido en 2006) se presentaba este año por vez primera en Tabacalera-Madrid y casi al tiempo, Pedro Almodóvar era recibido con todos los honores en la edición 2019 del Festival de cine de Cannes y días después ha sido de nuevo seleccionado para representar a España en los Oscars.

Para concluir estos asuntos existenciales y aunque el trabajo de Carlos Pazos Ni se compran ni se venden sobre el amor bajo la dictadura fuera ingenioso en el lejano 1972 en que lo realizó, parece evidente que semejante mirada era incapaz de testimoniar la miseria sexual que empantanaba afectos y sexualidad en aquella horrenda España del caudillo (¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!). Ni heteros, ni homos, ni lesbianas se reconocerían en aquel edulcorado “cuéntame cómo pasó”.

Sin embargo, hay que decir que resulta bastante sugerente la presentación de los feminismos del momento: una colección de portadas de la apasionante publicación Vindicación Feminista, citas plurales que recuperan la actividad de diversas corrientes socio-políticas sobre la condición de la mujer en los 70, fotografías de Colita, además de publicaciones del barcelonés Bar Casal, centro de encuentros, debates y casa de edición.

El camino apologético hacia una Constitución embalsamada

Con esos mimbres y algunos más, Poéticas de la democracia construye el camino hacia la Constitución del 78, la asea y la perfuma; el resultado contribuye a garantizar larga vida a La Bien Embalsamada. Omitida parte sustancial de la contestación social, banalizada en un totum revolutum la contestación cultural, queda la cirugía selectiva de la política que señalizará… ¿la única vía?

El hilo conductor de esa única vía se inicia con la sala dedicada a la Bienal de Venecia de 1976. Una Bienal que se dedicó a la Resistencia Antifranquista, con el pabellón español cerrado como expresión de oposición, de modo que se acabaron ubicando las presencias hispanas en el Pabellón de Italia. Como símbolo de linaje histórico en esa misma sala, la 3, acompañan muestras de cartelería de la Guerra de España desde 1936 a 1938, dando espacio a CNT (Ballester) al PCE (Renau) el POUM (Gil) y CNT-UGT (Sim) además de un par de pequeñas esculturas de Alberto y Julio González.

Sin embargo, tras la sumaria y plural alusión al pasado, la exposición entra de lleno en lo protoconstitucional, recupera el conflicto del momento entre la representación oficial y la no oficial que apoyaron artistas como Tapies, Saura… y críticos de arte como Bozal, para reforzar la apuesta veneciana por un después de Franco de reconciliación y olvidos. Los materiales subrayan la presencia de la opción política claramente hegemónica, la encarnada entonces por la llamada Platajunta, que agrupaba a todo el espectro defensor de una salida al franquismo “democrática-a-palo-seco”: es decir, reconciliación nacional entre víctimas y verdugos de la legalidad republicana y ocupantes del poder mediante una larguísima dictadura.

Frente a eso, los testimonios culturales que acompañan en esas salas de Poéticas de la democracia (gráfica de Estampa Popular, las senyeras de Tapies…) o el anexo de prensa clandestina procedente de la Bienal de Paris de 1975 (muy desigual y más bien teñido de exotismo de relleno) significarán muy poco como contrapeso. En ningún caso hacen sombra a la apuesta constitucionalista exhibida hasta la sala última; apuesta que ya se estaba pactando entre “aperturistas”-franquistas y “oposición respetuosa” y leal, mediante los grandes nudos gordianos que ambas partes acordaron no cortar (monarquía injertada por la dictadura, unidad de España y negación del derecho a decidir de las naciones sin estado, decreto de una permanente minoría de edad de la mujer y pervivencia de legislaciones caducas correspondientes a esos y otros ámbitos de gran importancia social y política). Ese hilo conductor, ciertamente trufado de informaciones diversas y de desigual interés, se expande sala a sala (que no “golpe a golpe y verso a verso”) y encontrará su desenlace en la última (la sala 14) dedicada a Referéndum y Constitución. ¿Qué materiales se presentan allí, en esa apoteosis final? Muy limitados ciertamente. Entre los más visibles, porque están instalados sobre la pared, citaremos:
Las páginas que la revista Ajoblanco dedicó en su extra a la valoración del contenido constitucional, grandes y legibles, pero páginas críticas digamos que “de aquella manera” y que, con ese savoir faire de la izquierda divina, se exculpaban con un “no vamos a hacer profesión de antimonarquismo”.

La responsabilidad del SI a la constitución queda en manos del fascículo ilustrado por José Ramón (afiliado al PSOE) y un cartel de ORT (Organización Revolucionaria de Trabajadores) partido extinto, que tras su primer fracaso electoral integró a sus dirigentes en la propia dirección del PSOE. Sin embargo, el PSOE no aparece directamente implicado en el SI mediante presentación de materiales y cartelería. No lo necesita 40 años después, porque está perfectamente institucionalizado como el alma de centro-izquierda del Régimen del 78.

La campaña a favor del SÍ a cargo del PCE… no consta. ¿Por no asustar al público visitante tiñendo con una sigla “extremista” el apoyo –coyuntural pero masivo– a la Constitución? ¿Por no significar el apoyo incondicional en 1978 de un partido que exportó dirigentes al PSOE pero que muchos años después revisa aquellas concesiones al gran pacto de estado constitucional?
El testimonio de las organizaciones que propusieron la abstención se reduce a dos que desaparecieron hace mucho tiempo (OIC- Organización de Izquierda Comunista y Autonomía Obrera) pero está ausente la organización partidaria de la abstención que fue más significativa entonces, el MC-Movimiento Comunista.

En cuanto a las organizaciones que propusieron el NO… ¡enorme sorpresa! Solo constan las de la extrema derecha de aquel período (algún cartel también sin firma, pero de mensaje muy azulón falangista) y el BN-PG (Bloque Nacional-Partido Galleguisa). Faltan claro está, organizaciones vascas (y sin embargo, el NO a la constitución fue mayoritario en la Euzkadi de entonces) y faltan organizaciones de izquierda revolucionaria que impulsaron el voto NO –organizaciones minoritarias pero en absoluto insignificantes– la LCR (Liga Comunista Revolucionaria) y el PCE-ml y FRAP (Partido Comunista de España marxista-leninista y Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico). De ellas rescatamos referencia documental de su llamada a rechazar la constitución en la nota (4) de este artículo.

Y sí, en vitrina hay un lujoso primer ejemplar de la Constitución del 78 que ostenta el águila, el yugo y las flechas (el viejo escudo franquista). Pero, sin ningún panel explicativo al respecto es prudente preguntarnos ¿qué validez tiene un mero guiño a iniciados cuando la apología y pedagogía constitucionalista se dirige a un gran público y a millares de jóvenes cuyos
programas de estudios no suelen llegar a aquellos tiempos sombríos 1936-1975 y menos aún a sus símbolos?

Con exposiciones de semejante enjundia parece evidente que el objetivo de esta es incentivar la sumisión constitucional una vez convertida en “dogma de fe democrática” que por todos los medios se expande y penetra. Quizá el excelente cortometraje La cabina, dirigido por Antonio Mercero en 1972 (proyectado en la sala 7) no solo forma parte del pasado de España sino de su presente y desafortunadamente de su futuro, un panorama tan claustrofóbico y casi tan represivo, como el que reflejaron antaño Mercero y López Vázquez.

Notas:
1.- CT o la Cultura de la Transición. Coordinado por Guillem Martínez. Ed. Random House Mondadori (2012)
2.- De la Huelga General a las Elecciones Generales. Manuel P. Izquierdo. Ed. De la Torre (1977)
3.- Los Pactos de la Moncloa. Texto oficial. Ed. Servicio Central de Publicaciones. Colección Informe nº 17 (1977)
3 b.- Historia de la LCR. (pág. 38, Exposición Guernika 70. Capítulo de Petxo Idoyaga) Ed. La Oveja Roja, colección Viento Sur (2014)
4.- Una constitución al servicio del gran capital. Declaración oficial de LCR. Ed. LCR /Suplemento a Combate (1978)
4 b.- La constitución del monarco-fascismo. Rafael Bosch Ed. Convención Republicana de los Pueblos de España (1978)

* Acacio Puig, artista plástico. Militante de la izquierda revolucionaria, represaliado por el franquismo, activista memorialista de la asociación “En Medio de Abril”. Es editor del blog Afinidades Anticapitalistas

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