La lucha por la vida del pueblo saharaui

La lucha por la vida del pueblo saharaui

Vanessa Pérez Gordillo & Raúl García*. LQS. Marzo 2021

Tutelado por Estados Unidos con apoyo de inteligencia militar, recursos y armas, Marruecos levantó el muro de la vergüenza que divide el Sahara en dos. Al este, territorio libre, sin acceso al mar; al oeste, territorio ocupado, 1.200 kilómetros de costa con acceso a codiciadas aguas pesqueras del Atlántico y los mejores yacimientos de fosfato del mundo

De las célebres palabras de Karl von Clausewitz, que sostienen que la guerra es la continuación de la política por otros medios, podemos intuir que las armas son buenas guardianas de la economía y, en ocasiones, condición para la paz y la vida digna.

Voluntad de paz y vida digna definen al pueblo saharaui. Apostaron por la paz durante casi 30 años de alto al fuego bajo condiciones de despojo, a la espera de un referéndum de autodeterminación. Creyeron en la paz pese a que Marruecos levantara 2.720 kilómetros de muro sembrado de millones de minas antipersona que han causado muerte y soledad, desplazamiento y pobreza.

En noviembre de 2020, el Frente Polisario, movimiento de liberación nacional del pueblo saharaui, retoma la lucha armada. ¿Qué lleva a un ejército popular a declarar estado de guerra? A esta pregunta la precede otra: ¿Qué lleva a un pueblo a crear un ejército popular?

Mientras el mundo en el siglo XX avanza hacia la descolonización, la dictadura de Franco convierte la colonia del “Sahara español” en una provincia más cuyos habitantes adquieren la ciudadanía española. A pesar de la argucia, en 1963 la Organización de Naciones Unidas (ONU) incluye al Sahara Occidental en la lista de territorios a descolonizar. El franquismo prometió un referéndum que nunca llegaría.

En ese escenario, se crea el Movimiento de Liberación, cuyo referente, Basiri, será detenido y desaparecido en 1970 durante una manifestación anticolonial que acaba con varios muertos y numerosos heridos por la Legión Española, que abre fuego contra la multitud. Bebiendo de esos lodos, nace en 1973 el Frente Polisario (Frente Popular por la Liberación de Saguia Hamra y Río de Oro), que recurre a la guerra de guerrillas para luchar contra la ocupación española y defender su derecho a la independencia.

En 1975 se decide el destino próximo de este pueblo. Documentos de la CIA desclasificados en 2019 revelan el proyecto geoestratégico de Estados Unidos para sacar a España del territorio. El todavía príncipe Juan Carlos, alertado, negocia con el secretario de Estado Henry Kissinger la entrega del Sahara a cambio del apoyo estadunidense al futuro rey. Moribundo el dictador, Juan Carlos asume la jefatura del Estado y firma un pacto secreto con Estados Unidos y Marruecos. Consumada la traición, el hoy rey emérito va al Sahara y defiende ante sus tropas el derecho del pueblo saharaui a ser libre. “No dudéis que vuestro comandante en jefe estará aquí, con todos vosotros, en cuanto suene el primer disparo”. Cuatro días después, la Marcha Verde entra a territorio saharaui con miles de colonos respaldados por el ejército marroquí. Las tropas españolas dejan hacer. España entrega el territorio a Marruecos y Mauritania a espaldas de la ONU, a cambio de ventajas comerciales y aguas para la pesca.

Retirada España del territorio en 1976, el Polisario proclama la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). La ocupación cambia de actores, el conflicto se intensifica y comienza el éxodo de miles de saharauis a campos de refugiados en Argelia, donde malviven al día de hoy alrededor de 173.600 personas.

El Frente Polisario hará capitular a Mauritania, no así a Marruecos, que tutelado por Estados Unidos con apoyo de inteligencia militar, recursos y armas, levanta el muro de la vergüenza que divide el Sahara en dos. Al este, territorio libre, sin acceso al mar; al oeste, territorio ocupado, 1.200 kilómetros de costa con acceso a codiciadas aguas pesqueras del Atlántico y los mejores yacimientos de fosfato del mundo. Asoman los motivos económicos y el carácter extractivista de la guerra colonial.

En 1991 se declara un alto al fuego. Marruecos se compromete a convocar un referéndum. Compromiso a la altura del que otrora asumiera el régimen franquista. Ese alto al fuego es el que se rompe en noviembre de 2020. Tras 24 días de movilización de civiles saharauis en la brecha ilegal del Guerguerat, protestando por la pasividad de la ONU, el ejército marroquí ataca incursionando en zona desmilitarizada y el frente responde defendiendo a los civiles; se intercambian disparos. El Frente Polisario declara el estado de guerra y moviliza a sus tropas.

Horas antes de la acción militar en Guerguerat, el general de división estadunidense Andrew Rohling se reúne con el comandante marroquí de la zona ocupada. En diciembre, Estados Unidos reconoce por vez primera la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental. “Un Estado saharaui independiente no es una opción realista para resolver el conflicto, la auténtica autonomía bajo la soberanía marroquí es la única solución viable”, dirá Donald Trump. De nuevo, la voluntad de guerra custodiando espurios intereses económicos.

El gobierno de la RASD y el Frente Polisario responden condenando el inédito paso: “constituye una flagrante violación de la Carta de Naciones Unidas (…). El pueblo saharaui continuará su legítima lucha para completar su soberanía por todos los medios y asumiendo los sacrificios que esto requiere”. Y de nuevo, la voluntad de vida digna levantando la cerviz sobre la infamia.

* Publicado en el diario “La Jornada”

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