La opulencia como factor de domesticación

La opulencia como factor de domesticación

Nònimo Lustre*. LQS. Febrero 2021

Para Hiima, que no sabe leer –todavía.

Los siguientes párrafos pueden incluirse en la discusión general sobre los límites culturales de la Ciencia y, más concretamente, de su rama de la Comunicación. El tema general está muy estudiado; el subtema, no tanto. Se nos entenderá una pizca si nos ponemos bizantinos escribiendo que la Ciencia limita al norte con la Cultura, al sur con el Dinero, al oeste con la Ética y al este con la Política -que engloba a todas las anteriores. Pero se nos entenderá menos si escribimos que la Ciencia depende de la comunicación de la Ciencia.

La Ciencia de cada día y lugar está anclada en la Cultura de cada día y lugar y esta ligazón se hace evidente en las ciencias aplicadas pero también alcanza a esas ciencias santificadas como purísimas que son las matemáticas. Por ejemplo: el cero es un concepto-espacio-no espacio-dígito, etc., que fue usado y alabado en algunas culturas mientras que fue olvidado y aborrecido en otras (1) . El cero, pues, es un constructo cultural. No obstante, la sabiduría convencional –valga la contradicción-, olvida este punto pues lo considera exagerado – probablemente porque pondría en duda la asepsia social de la matemática.

Sin necesidad de llegar a los extremos aritméticos, la Ciencia deambula por campos más asequibles al común de los mortales. Por ejemplo, cuando investiga la domesticación del perro. En este sentido, hemos encontrado en la prensa generalista un paper reciente que nos ha llamado la atención. Se trata del estudio ”Excess protein enabled dog domestication during severe Ice Age winters”. 07 Jan 2021. Maria Lahtinen et al. en Scientific Reports, vol. 11: 7. DOI https://doi.org/10.1038/s41598-020-78214-4

Lo primero es subrayar con trazo grueso que no comentaremos su interés científico pues se mueve en un campo del que ignoramos todo. Si acaso, lo poco que podemos asegurar es que la hipótesis de Lathinen et al –explícita en el título-, no es absolutamente inédita pues flotaba desde tiempo atrás en la cultura científica europea (2) . Item más, también alcanzamos a señalar que ese estudio utiliza datos de una de las Edades del Hielo que se sucedieron en la Tierra, concretamente en la glaciación que soportó el norte de Europa durante el Neolítico. Sin embargo, un mapa incluido en este paper (ver Fig. 1) añade otras localizaciones de vestigios de proto-perros –o de perros susceptibles de domesticación- en lugares tan distantes como Siberia y China y en biotopos que alcanzan desde la tundra esteparia hasta el hielo perpetuo.

Por ende, lo único que comentaremos en esta nota girará sobre el incontestable hecho mediático de que Lathinen et al ha sido ampliamente divulgado. Es aquí donde encontraremos la relación entre Cultura y Ciencia mencionada en los primeros párrafos.

De entrada, el cánido es un tema que interesa al imaginario colectivo humano. Dícese que hoy existen en el mundo unos mil millones de perros domésticos lo cual significa que existe un enorme sector económico; lo cual, a su vez, significa que cualquier investigación sobre el Canis familiaris tiene buenas probabilidades de ser financiada -detalle aparentemente mezquino pero nada baladí como bien conocen todos los científicos.

Dejando aparte el vil metal, añadimos algunos de los sustratos culturales que –quizá-, han influido positiva o negativamente en el desarrollo y en la atención prestada a la susodicha investigación:

a) En el imaginario occidental, predominaba el prejuicio de que los hombres primitivos –y, con mayor motivo, los paleolíticos-, eran unas pandillas de desesperados hambrientos que roían hasta los cóndilos de los animales cazados –era una manera de demostrar, vía estomacal, el Progreso de la Humanidad. La noticia de que dejaran sobras en el plato, era inconcebible. Es más, la (supuesta) hambruna de los paleolíticos contaminaba a los mal llamados ‘primitivos actuales’ -los indígenas. Sin embargo, desde mediados del siglo XX esa noción comenzó a desvanecerse gracias a estudios cuantitativos etnográficos que demostraron su falsedad. Los indígenas coetáneos no eran míseros sino opulentos que necesitaban pocas horas para subsistir y reproducirse bien alimentados.

Para consolidar tan revolucionaria constatación fue decisiva la publicación de Marshall Sahlins Stone Age Economics (1972, traducción al castellano de Muñiz y Fondevila, Economía de la Edad de Piedra, Akal, 1977,1983) Desde aquellas etnografías –hoy confirmadas por la multitud de obras que la siguieron y siguen-, era de esperar que la hipótesis opulenta hiciera el camino de regreso hasta ‘el Paleolítico’ y se materializara en conclusiones similares por vías arqueológicas y hasta cercanas a las paleontológicas. Es exactamente, el camino recorrido por Lahtinen et al: la arcaica Humanidad del norte de Europa dejaba sobras incluso en plenas glaciaciones. Desperdicios a los que se acercaban poco a poco los proto-perros… hasta que terminaban (¿auto?) domesticándose.

b) Aferrándonos a los viejos prejuicios, podríamos preguntarnos: los ‘paleolíticos’, ¿por qué dejaban sobras de carne? Para contestarnos, Lathinen et al, recurren a las investigaciones que enfatizan el peligro que representa el exceso en el consumo humano de proteínas de alto grado –animales. Y, ciertamente, nos avisa de que ese exceso puede tener consecuencias fatales: “Humans are not adapted to a solely carnivorous diet and are only able to digest about 20% of their energy needs from protein. High consumption of protein may lead to hyperinsulinemia, hyperammonia or diarrhea. In the worst case excessive lean meat consumption may lead to fatal protein poisoning”. Y ello, a pesar de que, según expresa poco después, “animal derived protein can seasonally account for as much as 45% of the caloric intake of arctic hunter-gatherers” –su trabajo se centra en los cazadores-recolectores árticos, aquellos que, por los peligros inherentes al atracón de carne, dejaban las sobras a los proto-perros.

Pantagruel, gran carnívoro, nada celíaco y tolerante a la lactosa

A nuestro juicio, este aviso a los navegantes carnívoros se enmarca en el imaginario actual caracterizado por el auge del vegetarianismo. Antes de que el naturismo comenzara a popularizarse en el siglo XIX, no era moneda común que la carne fuera peligrosa en sí. Hoy, con el veganismo esperando su oportunidad, está popularmente admitido –al menos entre los europeos ricos-, que se debe limitar el consumo de carne.

Otras perlas

En su paper, Lahtinen et al no introducen el término women probablemente porque su investigación es general y, por ende, no necesita especificaciones de género. No obstante, el mero hecho de que la autora senior sea mujer (Maria), recalca que el feminismo ha alcanzado a la Ciencia arqueológica europea. Un hecho que venía sucediendo desde al menos el año 1956, cuando Marija Gimbutas (1921-1994) sostuvo revolucionariamente que los Kurganes, unos pueblos del Asia Central, llegaron a caballo a la Europa de la Edad de Bronce, vencieron por la fuerza a los antiguos matriarcados y transformaron unas sociedades, hasta entonces pacíficas y regidas por Diosas, en una sociedades patriarcales y belicistas (en su torrencial bibliografía, ver M.G., 1974,The Gods and Goddesses)

Tiro de cebras conducidas por un Rothschild

Asimismo, este paper apunta un detalle muy instructivo: la domesticación del perro es insólita porque las dos especies, Homo s. y Canis f., compiten en todos los lugares. Los herbívoros no compiten con el Homo y aun así, algunas de sus especies nunca fueron domesticadas –la cebra, por ejemplo. No digamos de carnívoros como los gatos cuya domesticación no ha sido completada. Ni tampoco de omnívoros como algunos tipos de osos.

Perros contra lobos y viceversa

Obviamente, no reprochamos a Lathtinen et al que no hayan tratado otros temas que, a nosotros, nos hubiera gustado leer. En orden de menor a mayor arbitrio, en su paper se apunta a que, gracias a las ya famosas sobras, los primeros cánidos familiaris se comenzaron a separar de los lobos. Pero, exactamente, ¿qué debemos entender por proto-perros?, ¿qué relevancia tuvo un elusivo Canis progenitor común a ambas especies?, ¿cómo sobrevivieron los familiaris en la hipotética competición con los lobos?

Finalmente, algunas cuestiones bastante superfluas: perdida la perspectiva de amansar siquiera a los licaones, ¿se domesticará algún día a los dingos australianos? Y, lo que realmente preocupa al mundo del Espectáculo: los licántropos y otros cinocéfalos de impresionante figura, ¿son domésticos?

Licántropos en la cola del desempleo

Notas:
1.- El título y subtítulo de este libro lo dicen todo: Lizcano, Emmánuel. 1993. Imaginario colectivo y creación matemática. La construcción social del número, el espacio y lo imposible en China y en Grecia. Gedisa-UAM, Barcelona. Por mis afanes sinológicos actuales, me ha interesado especialmente el acápite sobre el cero en China, cf. pp 100 ss. y passim. El lector avisado debe saltarse el prólogo de A. Escohotado porque allí sólo encontrará arbitrariedades y porque esa malhadada introducción desmerece de un libro tan cristalino.
2.- Por ejemplo: “Proto-dogs might have scavenged kills left behind by humans as they moved in search of new game, gradually becoming accustomed to human contact until, over generations, a fully domesticated dog evolved”; en Driscoll, Carlos A. y Macdonald, David W. 2010. “Top dogs: wolf domestication and wealth”, en Journal of Biology, vol 9: 10 . Lahtinen et al no mencionan la faceta carroñera (scavenged)

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