La primera fotografía hecha en España (en el 175 Aniversario)

La primera fotografía hecha en España (en el 175 Aniversario)

Foto1-PublicoJavier Coria. LQSomos. Octubre 2014

El 28 de enero de 1839, el periódico de Madrid, El Correo Nacional, publicó la traducción de un artículo aparecido en La Gazette de France el día 6 del citado mes. En el artículo firmado por Hippolyte Gaucheraud se daba cuenta del invento del daguerrotipo con cosas como estas: “Desconcierta todas las teorías de las ciencias ópticas y de la luz, si se confirma, promete ser una revolución de las artes…”.

Pero qué era esto que según el periodista iba a cambiar las artes. ¿Qué es un daguerrotipo?

El invento del daguerrotipo

Desde antiguo se conocía la propiedad de ennegrecimiento del cloruro de plata, la Luna Cornata de los alquimistas, cuando se exponía a la luz. Fueron varios los que investigaron el fenómeno hasta que Joseph-Nicéphore Niépce buscó un método para fijar las imágenes proyectadas por la cámara oscura. En 1816, Niépce realizó sus primeras heliografías. Muerto Niépce, Louis-Jacques Mandé Daguerre, pintor y decorador teatral famoso por sus Dioramas, perfeccionó la fórmula que había conocido tras su asociación con Niépce. Gracias a sus contactos y apoyos aún no suficientemente estudiados, Daguerre se llevó todo el mérito y la historia lo considera como el inventor de la fotografía olvidando a Niépce, menos dotado para los negocios y probablemente con menos amigos influyentes. El procedimiento pasó a llamarse daguerrotipia. Las imágenes se impresionaban en unas placas de cobre tratadas con vapores de yodo. Después de unas larguísimas exposiciones, se revelaban con vapores de mercurio con gran peligro para los fotógrafos. Muchos murieron envenenados durante estos revelados.

Pere Felip Monlau Roca
Pere Felip Monlau Roca

El 7 de enero de 1839, el político republicano y astrónomo François Arago –que por cierto era del Rosellón y de familia catalanohablante- hizo la primera comunicación del descubrimiento en la Academia de las Ciencias de Francia. En julio haría lo mismo en la Cámara de los Diputados, hasta la presentación pública del 19 de agosto. Pues bien, siguiendo estas comunicaciones en París y enviando notas sobre ellas a la revista mensual Museo de Familias, se encontraba un médico y periodista liberal catalán que fue el introductor del daguerrotipo en nuestro país. Se trataba de Pere Felip Monlau Roca (1808-1871), corresponsal en París de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona. Con un amplísimo historial científico, se dedicó a la psicología, el urbanismo, la literatura, etcétera. Fue el introductor del higienismo en España y dirigió el Museo Arqueológico de Madrid en la etapa 1867-68. Felip Monlau también fue el impulsor de la campaña que con el grito: “¡Abajo las murallas!” (1841), promovió el derribo de la muralla de Barcelona. Cosa que se hizo por razones higiénicas y sanitarias, así como por la lógica necesidad de expansión de una ciudad que crecía a marchas forzadas. Monlau fue miembro del Partido Liberal Progresista; su activismo revolucionario le llevó a ser deportado a Canarias y Francia. Alejado de la política, terminó sus días dedicados a la docencia y a su labor humanista y científica.

El primer daguerrotipo de España

Otro catalán, el grabador Ramón Alabern Casas (ca.1830-ca.1868), también se encontraba en París en aquella época. Miembro de una conocida familia de grabadores ochocentista, Alabern estaba en la capital de la luz, nunca mejor dicho en este caso, perfeccionando su técnica de grabado sobre acero, que luego emplearía en sus famosos mapas geográficos. Asombrado por el nuevo invento que tendría mucho que ver con su especialidad, adquirió una cámara de Daguerre y aprendió la técnica. Los dos catalanes volvieron a Barcelona y Monlau convenció a la Academia catalana para que compraran la cámara de Alabern y los utensilios necesarios; por todo ello se pagaron 1946 reales de vellón –aleación de cobre y plata-. En apoyo de su petición, Monlau enseñó a los académicos unos daguerrotipos realizados en París que mostraban la esbelta imagen de la iglesia de la Magdalena, esto terminó por convencer a los más reticentes. Se creó una comisión con el propio Monlau y sus colegas académicos, Tomás Mer Serra y el famoso químico Josep Roura Estrada, para: “tomar unas vistas” en una sesión pública y solemne.

El domingo 10 de noviembre de 1839, a las 11 horas y media de la mañana, se realizó en la plaza de la Constitución –hoy Pla de Palau- el que está considerado, hasta hoy, el primer daguerrotipo de España. La vetusta cámara se situó en una terraza de la calle General Castaños, número 7, donde hoy recuerda el hecho una desvencijada placa firmada por la heroica Agrupación Fotográfica de Cataluña –entidad fundada en 1923- y que colocaron allí en diciembre de 1975. Alabern fue el autor material de la experiencia y se presentó como discípulo directo de Daguerre. El acto estuvo amenizado por una banda de música militar y el comienzo y final de la exposición necesaria para impresionar la placa, que duró veintidós minutos, se anunció con disparos de fusil. El periódico El Constitucional del día 8, anunció el acto y entre otras cosas decía:

“Si el tiempo lo permite, se sacará una vista de la Lonja y de la manzana de la casa Xifré, por lo que se previene a los vecinos de estos edificios que se retiren de sus balcones y ventanas durante los pocos minutos de la exposición… si algún espectador se desentiende de este ruego, quedará su indocilidad indeleblemente marcada en la plancha.”

La placa se sorteó entre el público que tuvo que comprar los billetes de la rifa a seis reales de vellón. El número agraciado fue el 56. El día 14 de noviembre se verificó este resultado en los locales de la Academia, donde se expuso durante unos días el daguerrotipo. Finamente se le entregó al ciudadano agraciado y desde entonces se desconoce el paradero de aquel primer daguerrotipo. Por el contrario, la cámara utilizada se conserva actualmente en el Observatorio Fabra de Barcelona; es una Giroux que lleva una placa con la firma de Daguerre. El acontecimiento fue ampliamente comentado en la prensa. El Diario de Barcelona lo relató en la sección de variedades de la siguiente forma, con un comentario final harto curioso, por cierto:

“Según se había anunciado, se sacó ayer la vista de la Lonja y de la casa Xifré por el método inventado por M. Daguerre. El tiempo estaba nublado y ventoso, sin embargo, no impidió la ejecución. El terradito de la casa destinada al objeto, estaba lleno de gente a las once y media y entre los concursantes había algunas señoras que ni eran saco de paja ni costal de trigo.” (sic)

El articulista de párrafo anterior era Aben-Abulema, seudónimo tras el que se ocultaba el gran escritor, periodista, político y catedrático de historia, Joan Cortada Sala, que terminaba su crónica así:

“De resultas de no haber salido el tiro de la primera carabina que se quiso disparar como anuncio de la operación, algunos temieron que eso fuese de mal agüero pero gracias a la misericordia de Alá no sucedió así. La plancha se rifó entre los concurrentes que tomaron billetes. Ruego a Dios, lectores míos, que salga premiado el número 93 que es el que tiene.” (sic)

Cámara de daguerrotipia de la casa Daguerre
Cámara de daguerrotipia de la casa Daguerre

El primer daguerrotipo en Madrid

El 18 de noviembre del mismo año, exactamente a las 15 horas, médicos y farmacéuticos de origen catalán realizaron el primer daguerrotipo en Madrid. Entre ellos estaban Joan M. Pou, Joaquín Hysern, Josep Camps y Mariano de la Paz Graells -este último era de Logroño-. Lejos de lo que pudiera parecer, la experiencia de Madrid fue totalmente independiente de la toma de Barcelona, ya que sus artífices no conocieron de la experiencia catalana hasta el día 20 de noviembre en la que fue recogida por la prensa madrileña. La imagen fue la clásica vista del Palacio Real desde la otra orilla del río Manzanares. Como pasó en Barcelona, el daguerrotipo fue expuesto al público en la llamada Lonja de los Alemanes de la calle Montera, pero en este caso no fue sorteado. Por desgracia, este daguerrotipo se destruyó accidentalmente en 1978, en la Facultad de Farmacia de Madrid. Hoy por hoy, el daguerrotipo original más antiguo que se conserva en España, fue realizado por un aficionado en septiembre de 1848. Imagino que como homenaje a la toma de Alabern, la vista intenta reproducir la primigenia imagen, pero en esta toma, ligeramente en picado, solo vemos la casa Xifré. Pertenece a una colección particular y se custodia en el Museo de Arte moderno de Tarragona. Hay otro daguerrotipo anterior, unas vistas de las azoteas de Cádiz realizado en 1840, pero se custodia en el Museo Paul Getty de Los Ángeles (California).

Las primeras publicaciones con grabados

Una de las primeras publicaciones de nuestro país con grabados copiados de daguerrotipos fue La España pintoresca (1842). En esta obra monumental participaron los grabadores Ramón Alabern, Antonio Roca y Ramón Sáez, y los ilustradores Rigalt y Puiggarí. Del texto se encargó un jovencísimo Francesc Pi i Margall que contaba con 18 años al comienzo de esta obra que, con preciosas y grandes láminas, pretendía mostrar España y sus monumentos históricos. Esto emplearía a los primeros daguerrotipistas que tuvieron que viajar con sus viejas cámaras por la Península y sus islas. Luego las placas metálicas de las vistas, se copiaban en acero o madera de boj para realizar los grabados. Al final sólo salió el volumen dedicado a Cataluña, curiosamente, estos grabados son la única referencia que nos queda de aquellos primitivos daguerrotipos.

De esta forma sabemos que el primer fotógrafo de la Península Ibérica –en Portugal, Baleares y Canarias se experimentó más tarde- fue Ramón Alabern. El 20 de noviembre de 1839 la Academia de Barcelona organizó un cursillo de daguerrotipia, con Alabern como profesor, al que asistieron siete alumnos, teniendo estos anónimos ciudadanos el honor de ser los primeros fotógrafos aficionados de nuestro país. Alabern fue el primero, pero muy pronto le seguiría una legión de entusiastas pioneros, entre ellos muchos médicos y pintores. En esos primeros años, hay que destacar a los profesionales extranjeros que se instalaron en nuestro país y contribuyeron al desarrollo de la fotografía española. Entre ellos descolló el retratista francés Jean Laurent (1816-1892), que ostentó el título de “Fotógrafo de Su Majestad la Reina”, y el británico Charles Clifford (1820-1863), autor del reportaje de las obras del Canal de Isabel II de Madrid y del viaje de la Reina por Andalucía, considerada la obra maestra de este artista.

Jean Laurent y su carromato laboratorio
Jean Laurent y su carromato laboratorio

El daguerrotipo perdido

Pero no son pocas las incógnitas que aún rodean esta historia. La primera es el paradero del primer daguerrotipo que se sorteó entre el público. También se habló de una posible toma realizada en Tarragona en fechas anteriores a la de Barcelona. Por si faltaba algo, incluso se manejó la teoría de un presunto inventor español que, en 1837, ya experimentaba con la técnica que luego patentaría Daguerre. Se trataba del pintor zaragozano José Ramos Zapetti, compañero de Federico Madrazo en Roma; aunque esta teoría no es muy convincente. Lo que sí está claro, a pesar de no existir ningún estudio sobre ello, es la participación de la masonería en la difusión del invento. A título personal, he podido recoger algunos datos que apuntan en esta línea. Empezando por el valedor de Daguerre, el conocido francmasón François Arago, siguiendo por muchos de los médicos que, en España, fueron los primeros fotógrafos. También llama la atención que la primera fotografía realizada en nuestro país fuera precisamente de un edificio propiedad de un esotérico y francmasón –iniciado en la masonería en Cuba-; el comerciante indiano y mecenas, Josep Xifré Casas (1777-1856), calificado por la prensa de la época como el catalán más rico del siglo. “Can Xifré”, es considerada por algunos un intento arquitectónico de una “morada filosofal”; lo que llamaba Fulcanelli la representación física de “una verdad hermética”, por ello esconde a la vista del profano, no pocas alegorías alquímicas en los elementos escultóricos –diseñados por Damián Campeny- de su fachada. Curiosamente, el enigmático personaje que se escondía tras el seudónimo de Fulcanelli, era un buen amigo Eugène Emmanuel Viollet-le-Duc, el arquitecto introductor del neogótico en Francia y del que Antoni Gaudí –que también llenó Barcelona de simbología alquímica- se confesó seguidor. El otro edificio que se ve en ese primigenio daguerrotipo, es el de la antigua Lonja de Mar de Barcelona, lugar de “tenidas” –reuniones- masónicas, en la época en que albergaba la Junta de Comercio y la Escuela de Artes y Oficios. Por último, también es casualidad que la primera cámara de daguerrotipos que se utilizó en la vista citada, se custodie hoy en el Observatorio Fabra en la montaña del Tibidabo, un edificio de clara inspiración masónica como sus alegorías

Memoria enviada por Monlau desde París (24/2/1839)
Memoria enviada por Monlau desde París (24/2/1839)

Niepce, el verdadero inventor

Claro que la primera incógnita desvelada nos dice que el verdadero inventor de la fotografía fue el citado Joseph-Nicéphore Niepce, sin desmerecer la importancia de la participación de otros pioneros, entre ellos William Fox Talbot -inventor de calotipo o negativo en papel- y Daguerre, que fue no sólo el que patentó el invento de su socio a la muerte de éste, sino el que lo hizo viable y útil como ya quedó dicho.

En nuestra época, la fotografía digital ha revolucionado los medios de comunicación hasta el punto de suscitar un debate sobre el poder de reflejar o manipular la realidad a través de herramientas como el Photoshop, pero este debate ya existió en el nacimiento de la fotografía donde el fotomontaje y el retoque químico y manual, fue una técnica muy utilizada, especialmente por los fotógrafos pintores. Es bueno recordar como se inició todo esto en España, con esa imagen de la Barcelona decimonónica.

Del espacio al interior del ser humano

La fotografía supuso un cambio en nuestra forma de ver la vida, el arte y la historia, y abrió el camino al cine y la televisión, por no hablar de la aplicación, ya desde los primeros momentos del invento, a la ciencia y la investigación -recordemos a nuestro Ramón y Cajal y las fotografías de sus preparados histológicos-, o la astronomía, con las primeras fotografías de la Luna conseguidas por John William Draper en 1840 y las realizadas por su hijo Henry que fotografió el tránsito de Venus en 1874 y la nebulosa de Orión en 1880. Pero con la fotografía no sólo descubrimos el inmenso universo, sino también lo diminuto. Con las cámaras adaptadas a los microscopios se nos desveló el mundo de lo infinitamente pequeño. En el albor de la fotografía, los pioneros fotógrafos se lanzaron a viajar por el mundo para enseñarnos sus maravillas, tenían la necesidad de registrarlo todo… documentaron la historia del hombre fotografiando las ruinas del Partenón, o las misteriosas pirámides de Egipto, no en vano se llamó al invento el “Espejo con memoria”. Pero quizás el más maravilloso viaje que nos proporcionó la fotografía fue hacia un paisaje interior, un paisaje que había permanecido oculto a nuestros ojos durante miles de años, se trataba de nuestro propio cuerpo. Cuando en el siglo XIX, algunos científicos descubrieron que ciertas radiaciones electromagnéticas invisibles eran capaces de atravesar los cuerpos opacos y a su vez impresionar una placa fotográfica, una nueva exploración se abría ante nosotros, exploración que se confirmó cuando Wilhelm Conrad Röntgen descubrió los Rayos X.

Las primeras fotografías de guerra

Foto de Roger Fenton
Foto de Roger Fenton

Pero el poder documental de la naciente fotografía también sirvió para enseñarnos los horrores que los seres humanos somos capaces de realizar. Así, la Guerra de Crimea (1853-1856) y la Guerra de Secesión Estadounidense (1861-1865), fueron las primeras campañas bélicas fotografiadas. Roger Fenton y Mathew B. Brady, respectivamente, tuvieron el triste honor de ser los primeros corresponsales gráficos de guerra. Aunque con una técnica fotográfica más evolucionada que el daguerrotipo -15 veces más rápida- y las placas de cristal sensibilizadas con albúmina. Se trataba del invento de Gustave Le Gray y Frederick Scott Archer, el colodión húmedo –algodón pólvora o piroxilina-, utilizado como explosivo y, disuelto en éter alcoholizado, era un potente cicatrizante con utilidades médicas. En 1851 se descubrió que añadiéndole yoduro de plata, se convertía un magnífico barniz para cubrir las placas de cristal y revelarlas. La necesidad de mantener húmedas las placas y la fragilidad de éstas, hicieron necesario que los reporteros prepararan y revelaran in situ los negativos/positivos, por lo que tenían que viajar con carromatos convertidos en laboratorios ambulantes.

Para la iglesia: un invento del diablo

Para terminar, una nota anecdótica: Ante la presentación del invento de la fotografía en París por Daguerre, un católico y chauvinista periodista alemán escribió en el Der Leipziger Stadtanzeiger:

“El deseo de captar los reflejos evanescentes no es sólo una cosa imposible, tal y como ha quedado probado tras una investigación alemana concienzuda, sino que desearlo meramente es ya una blasfemia. El hombre ha sido creado imagen y semejanza de Dios, y ninguna máquina humana puede fijar la imagen divina. A lo sumo podrá el artista divino, entusiasmado por una inspiración celestial, atreverse a reproducir, en un instante de bendición suprema, bajo el alto mandato de su genio, sin ayuda de maquinaria alguna, los rasgos humano-divinos. ¿Es posible que Dios haya abandonado sus principios eternos y permita a un francés, en París, dar al mundo una invención del Diablo?”

Por lo que se ve, no fue tan “concienzuda” la investigación alemana que citaba el periodista. Eso sí, para muchas culturas aún en nuestros días, captar la imagen de otro es una acción diabólica que se apodera del alma…

– Notas:
Retrato del Dr. Pere Felip Monlau Roca, por cortesía de la “Galería de Metges Catalans del Col·legi Oficial de Metges de Barcelona”. Imagen de la primera página de la memoria enviada por Monlau desde París (24/2/1839), por cortesía de la “Reial Acadèmia de Ciències i Artsde Barcelona”.

* Javier Coria

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