La Tierra de Israel

La Tierra de Israel

Javier Sáenz Munilla*. LQS. Mayo 2021

“En Gaza, antes de dormir, los padres dudan si hacerlo con todos sus hijos,
para morir juntos si caen bombas, o por separado,
para que se salve algún hermano”
(Juan Carlos Sanz, Gaza. Corresponsal de El País).

Son dos partes enfrentadas bien diferenciadas. Claramente diferenciadas por su capacidad para matar. Como en tantas ocasiones, las víctimas del lado palestino se multiplican de forma considerable sobre las israelíes. También se distinguen por ser claramente víctimas inocentes, si por ello consideramos que entre las de Gaza son mayoritariamente civiles y muchos de ellos niños. Una vez más.

Nadie ni nada justifica, ni siquiera para las mentes mas ultraortodoxas y fanáticas, el derecho de Israel para actuar así. Y cada día son más los movimientos de inspiración judía que abominan de este comportamiento. Ni siquiera pueden aducir, los más extremistas, razones teológicas, si se admite tal oxímoron.

Eretz Yisra’el, la Tierra de Israel. Uno de los mitos más arraigados en las tradiciones judía y cristiana, y que señala los antiguos reinos de Judá e Israel; el territorio de los israelitas. Un concepto que surge del dogma según el cual Moisés, guiado por Yahvé, liberó a su pueblo de la esclavitud en Egipto y lo guió hasta la Tierra Prometida. La Tierra de Israel. En aquel tiempo esa tierra, conocida como Palestina, estaba ya habitada por otros, los Cananeos.

¿Existe el Pueblo Judío?

El profesor de la Universidad de Tel Aviv, Shlomo Sand, reconocido historiador, publicaba en el mensual francés, Le Monde Diplomatique, en agosto de 2008, un artículo titulado, traduzco, “Cómo se inventó el pueblo judío”, un resumen del libro que publicó en Francia un mes después y que en España fue titulado “La Invención del pueblo judío”.
En él se recogen los avances de las investigaciones que, desde los años 80, han acabado con este y otros mitos. ¿Existe realmente el Pueblo Judío? Contra lo establecido por tradición hasta entonces, la Diáspora no surgió por la expulsión de los hebreos de Palestina, sino por las conversiones sucesivas en el Norte de África, en el Sur de Europa -España, Francia, Italia, Grecia- y en el mismo Oriente Medio. Con lo que, uno de los mitos del pensamiento sionista, el de que los judíos son los descendientes del Reino de David, y no, entre otros, de bereberes o de los jinetes jázaros asentados junto al Caspio, se desmoronó.

El Pueblo Judío, según la tradición, tuvo que huir de Palestina en dos ocasiones. Tras la primera y tras la segunda destrucción del Templo. Siglo VI antes de Cristo y año 70 de nuestra era. En ambas ocasiones, cuando se dieron las circunstancias, retornaron a su Tierra de Israel. La más reciente, a principios del siglo XIX. Que fue cuando la tradición religiosa se convierte en ideología nacionalista con el nacimiento del Sionismo, basado en las interpretaciones ideológicas de historiadores como Heinrich Graetz.

Pero son los descubrimientos de los años 1980 en adelante los que ponen las cosas en su sitio. En primer lugar, que Moisés no pudo conducir a su pueblo hacia la Tierra Prometida, porque en ese tiempo, siglo XIII antes de Cristo, esa tierra estaba en manos de Egipto. Tampoco se han hallado pruebas de una revuelta de esclavos en el imperio de los faraones ni de una rápida conquista de los territorios de los Cananeos por un pueblo extranjero.

Tampoco existen señales de la existencia de los suntuosos reinos de David y Salomón. Los descubrimientos recientes indican la existencia en esa época de dos pequeños reinos: Israel y Judá, la futura Judea. Y los habitantes de Judea no tuvieron que exiliarse en el siglo VI antes de nuestra era, aunque sus élites políticas e intelectuales gustaban de instalarse en Babilonia. Y precisamente de este contacto con los cultos persas, nacerá el monoteísmo judío.

Tampoco hay evidencias del éxodo de los años 70 de nuestra era. Salvo los prisioneros reducidos a la esclavitud, los habitantes de Judea continuaron viviendo en sus tierras tras la destrucción del segundo Templo. Una parte se convirtió al cristianismo en el siglo IV y la gran mayoría se hizo musulmana tras la conquista árabe de palestina en el siglo VII. Algo que ya sabían los llamados Padres de Israel. David Ben Gurión, fundador del Estado de Israel, o Yitzhak Ben Zvi, futuro presidente, reconocían ya en 1929, año de la gran revuelta palestina, que los campesinos palestinos eran los descendientes de los habitantes de la antigua Judea, como consta en un documento del Comité ejecutivo de la Unión de la Juventud y del Fondo Nacional Judío, firmado por ambos en Viena.

De dónde proceden los judíos mediterráneos

Pese a lo que habitualmente se piensa, el judaísmo es, desde la revuelta de los Asmoneos, una religión que practica el proselitismo. Ya fueron convertidos a la fuerza los Idumeos del sur de Galilea y los Itureos de la propia Galilea. El proselitismo está ya en la Mishná y en el Talmud.
El judaísmo se propagó por todo Oriente Medio. En el siglo I, en el actual Kurdistán, existió el reino judío de Adiabene.

La victoria del cristianismo en el siglo IV al aliarse con el poder del César, no pone fin a la expansión del judaísmo, aunque reduce su fuerza en el mundo cultural cristiano. Ya las fuentes árabes hablan de tribus bereberes judaizadas en el siglo VII. Judíos bereberes participan en la conquista de la península Ibérica y contribuirán a esa particular simbiosis que caracterizó a la cultura hispano-árabe.

Pero la conversión en masa más destacada tuvo lugar entre el Mar Negro y el Caspio, en el inmenso Reino Jazar, en el siglo VIII. Supuso la expansión del judaísmo del Cáucaso a Ucrania. La invasión Mogol, desplazó a buena parte de esos judíos hacia la Europa del Este, donde los judíos eslavos y alemanes dieron lugar a la gran cultura yiddish, cuya lengua proviene de la incorporación de términos eslavos, alemanes y hebreos. Una cultura de cuyos grandes nombres (Einstein, Kafka, Freud, Walter Benjamin… ) se nutren aun la ciencia y las bellas artes.

Cayeron los mitos, pero los intereses los mantienen. Mitos en los que se basa, aun hoy el Estado de Israel, impuesto por las grandes potencias vencedoras de la II Guerra Mundial, bajo la escusa de lavar sus culpas tras el holocausto -la soah para los judíos- y para cumplir su deseo de establecer en Palestina un estado tapón defensor de los intereses occidentales, por encima, por supuesto, de los derechos de sus pobladores, a los que hoy se sigue victimizando.

* Más artículos del autor.
Periodista y analista internacional. Miembro del Colectivo LoQueSomos.
En Twitter: @pepitorias

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