Lo más necesario y lo más urgente

Lo más necesario y lo más urgente

Con frecuencia sucede que la atención absorbente a lo cotidiano no nos deja ver los acontecimientos en su proceso. Pasa a menudo cuando las contradicciones se extienden a los distintos ámbitos de la vida social, se exacerban, se encadenan y en buena medida se unifican en la conciencia social.

De suyo que cuando no se aprecian las cosas en su movimiento se pierde la aptitud para la previsión política y se actúa a remolque de los hechos.

 

Si alguien hubiera permanecido en estado cataléptico los últimos cinco años y recupera el sentido en nuestros días, podría pensar que su ausencia ha durado décadas.

 

Los “valores” del capitalismo, las hazañas milagreras del “mercado”, el fin de la historia y de las ideologías… Toda esa munición del pensamiento burgués ha quedado pulverizada.

 

De un lado a otro la tendencia cambia a favor de la izquierda anticapitalista. Ni que decir tiene que esto no basta para que el viraje  cristalice en transformaciones sociales.

 

Las  sociedades y los sistemas pueden deslizarse hacia la putrefacción y estancarse en ella indefinidamente. Si a la hegemonía pérdida del sistema capitalista no se le opone un programa de transición en el que se reconozca tanto la fuerza social principal -el trabajo asalariado- como el conjunto de las fuerzas motrices del cambio social, habrá rebeldía pero no habrá cambio.

 

El punto de encuentro que unifica las  contradicciones y a las fuerzas que las protagonizan, en el momento histórico concreto que vivimos se encuentra  en el asedio al estado social y de derecho. 

 

La crisis del capitalismo, el agotamiento de sus recursos para alcanzar consenso social, ha modificado el carácter del estado social y de derecho y su lugar en la lucha ideológica, política y social. De  conquista histórica del movimiento obrero y democrático con la que – pese a ser extraña a la lógica interna del capitalismo- el sistema ha podido convivir durante décadas,  a constituirse en  inasumible para un capitalismo exhausto; de ser opción anómala pero integrable, a ser alternativa de transición para las transformaciones socialistas; de ser un momento de unidad conflictiva de contrarios,  a ser el punto de ruptura.

 

Como cambian de contenido las libertades democráticas formales cuando colisionan con el fascismo,  como  mutaron las alas de la “liberte, egalite, fraternite” cuando la burguesía dejó de ser clase revolucionaria; así mismo se modifica  la significación,  los contenidos y las dinámicas que desata el estado social y de derecho cuando de injerto extraño se transforma en antagónico al sistema.

 

La pérdida de hegemonía del democratismo burgués al tiempo que hace avanzar a la izquierda, polariza a la fuerzas del capital en torno a posiciones de ultraderecha o abiertamente fascistas. Se potencian fuerzas que no solo cuestionan las dimensiones del estado social sino que se orientan  también contra las libertades democráticas formales y los derechos civiles conquistados. Libertades democráticas y muchos de los derechos civiles,  unas y otros,  lejos de representar instrumentos para la  hegemonía y ascendiente social se trastocan en  armas contra el sistema: “después de los emigrantes, le toca el turno a los homosexuales” proclaman abiertamente los reactivados fascistas griegos.

 

El gran movimiento social y político de impugnación del capitalismo y de defensa y profundización del estado social y de derecho le está poniendo  signo a nuestros días, pero  no está solo en el escenario.

 

Se necesita, con la urgencia que la situación demanda  si se quiere evitar el estancamiento o la involución más reaccionaria, ascender desde el campo del rechazo y la rebeldía al nivel de alternativa  de poder y eso exige iniciativa, resolución, altura de miras y audacia política. No son tiempos para  diletantes. 

 

En Canarias las condiciones han madurado para que ello sea posible. El colapso del régimen de dominación social y política en el Archipiélago y de las fuerzas que lo han configurado y sostienen, es extremo: “los de arriba ya no pueden seguir como hasta ahora y los de abajo ya no quieren”.

 

La salida por la izquierda dejara de ser un pronunciamiento vacío de realidades si se actualizan  dos condiciones: un frente amplio de la izquierda y un programa mínimo común de defensa y desarrollo del estado social y democrático de derecho.

 

La opción de la izquierda anticapitalista se percibirá real entonces porque ahí  se verán representadas todas las fuerzas motrices del cambio, ahí se verán reconocidas las aspiraciones que en este momento histórico concreto han pasado a primer plano y en donde advertirá fuerza y posibilidad real.

 

La combinación de aquellos tres factores, en las actuales circunstancias, tendrá un formidable efecto movilizador como ocurre siempre cuando en la conciencia social se representa la necesidad unida a la posibilidad.

 

* Publicado en Movimiento por Frente Amplio

 

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