De los cerdos el cielo

De los cerdos el cielo

Daniel de Cullá. LQSomos. Noviembre 2017

Mi amigo y yo nos hemos propuesto recorrer un camino que nos lleve desde Porquera (A Porqueira), en la provincia de Orense, hasta El Palomar de la Breña, en Cádiz, centro de un triángulo cuyos vértices son Barbate, Vejer y Caños de Meca (Cabo de Trafalgar).

Junto a la Torre de Porqueira, antes de comenzar a andar, hemos cantado un poemita salido de nuestro asinino plectro en honor de las almas benditas de los cerdos que habitan el reino de Porqueriza, al que estamos predestinados a llegar, imitando su gruñido:

Cerdos, Cochinos, Lechones
Marranos, Gorrinos, Puercos
Vosotros sois la alegría de la carne
En esta tierra de cerdos y cerdas
Peores que vosotros.
El cochinillo en el escaparate
Vuestra carne en la carnicería
Son símbolo de satisfacción y paz
De una de tantas Matanzas
Que nos dan alimento y felicidad.
Los ángeles cerdos que os acompañan
Las puercas estrellas
Vienen cantando
Y empiezan a brillar.
Las campanas, ocultas entre nubes
No cesan de tocar:
”Al más ruin puerco, la mejor bellota”
“Puerco fiado, gruñe todo el año”
Y que sigáis así, ¡vaya¡
Lomo filete, costillas y lomo
Espaldilla, morrillo
Orejas, hocico
Papada, jamoncillo
Pecho patas, jamón pernil
Amén.

Nos hemos propuesto visitar, única y exclusivamente, todas las porquerizas que encontremos en el camino, viendo y sintiendo a los Cerdos. Comprender y entender a los Cerdos que nos habitan, pues, lo sabemos, el Ser humano está hecho a imagen y semejanza del Cerdo. ¡Esa gloria tenemos¡
También, quién sabe si en el camino encontremos lo que buscamos: hachas y hachetas de piedra, hachas de diorita pulimentada, cuchillos de sílex, puñales de pedernal, vasos de barro cocido, lacrimatorios de vidrio, escarabajos de piedra, glandes de plomo como los de los antiguos honderos, exvotos de barro cocido, cribas de cerámica, botijos con dos pitorros, a una cerda púnica que hiera nuestras pasiones, el ánimo y el corazón, como Elía Pulquería, emperatriz de Oriente, hija de Arcadio y Eudoxia, proclamada “augusta” en 414, cazándola con un lazo para cazar perdices hecho de cerda, celebrando sexo a base de pulpo a la gallega.

El recorrido va a ser sublime. Ese gruñido de los Cerdos, tan resonante, retumbará en los valles y en los cerros, en las calles, las cuadras y corrales, inspirando sonoros versos, besos, y pecaditos de cerdo en ancianos y mozos, nobles y plebeyos, curas y frailes, sacristanes y monaguillos, militares, blancos, amarillos o negros.

Trataremos de las miradas de los Cerdos, diciendo que ninguno mira con descaro, como nuestros cerdos lo hacen. Un cerdo santo apellidarnos queremos, pero no como esa gran mayoría que concibe una Academia de cerdos políticos o literatos, que ilustra a la nación en el lenguaje que merece palos.
Sin llegarles a su altura, no extrañe nuestra osadía en deciros que, desde tejas abajo, frente al Cerdo de verdad somos unos payasos, y que, gracias a nuestro Cuerpo asqueroso, gruñir sabemos, dando idea de lo que es gruñir a lo cerdo, viendo todas las contiendas políticas o religiosas que tenemos, tuvimos y tendremos.

El Cerdo preside todas las sementeras y Fiestas patronales. El Cerdo percibe y aprecia el sabor de las cosas. El Cerdo tiene buen o mal gusto. Fulano y Fulana son hombre o mujer de Cerdo y Cerda. Hay cerdos y cerdas para todos los gustos. A tu gusto, Cerdo, Cerda, y le hacían morcillas. Las Cerdas y los Cerdos no merecen palos.

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