Los cuatrocientos mil

Vendimos nuestros ideales por un bienestar que no existía, renunciamos a nuestros sueños por un plato de lentejas y lo único que transmitimos a nuestros descendientes fue que vivirían mejor que nosotros. Ahora que nuestros hijos se han dado cuenta de que aquello era mentira, de que su realidad es la de la precariedad y el desempleo, buscan desesperadamente una salida