Carlos Giménez: Madrid bajo las bombas nazis

Carlos Giménez: Madrid bajo las bombas nazis
“Madrid sola y solemne, julio te sorprendió
con tu alegría de panal pobre”.
Neruda
En estos días de exhumaciones y remembranzas; de sangre fósil y pólvora reseca, de ataúdes compartidos llamados fosa común; de descomunales adultos a quienes se les comunica que son niños robados, qué introito más conciso que las palabras lapidarias del propio maestro del cómic comprometido, línea limpia y aquí, además, faltaría, ácida: Carlos Giménez. Anota: “En estos álbumes sobre la Guerra de España -un conflicto entre fascistas y demócratas, por decirlo rápidamente- he hecho tremendos esfuerzos por ser objetivo. ¡Objetivo! Que nadie me pida nunca que sea neutral ante el fascismo”.
Fue Gimenez un plumilla fundamental en “El Papus”. Aún flota como neblina de lanzallamas el bulto explosivo contra este semanario que despedazó al conserje Joan Peñalver, mártir hecho polvo y ceniza y hundido hoy en desmemoria. Ocurre esta tropelía por envío o entrega de paquete-bomba en la recepción. Reivindica la Triple A. Corre el mes de septiembre de 1977, cunde la llamada Transición como amenaza, periodo tan mendaz y tan enfangado de semanas negras, letrados asesinados en Antón Martín y de fascistas puros con mítines de Fuerza Nueva vigilados, un decir, por la caballería de los grises -mucha palabrería la del fedatario Blas Piñar, poca acción directa- que estremece, de acuerdo.
Pero hay que estar informado de ciertas realidades puntuales. Del destrozo, persecución de juzgado militar y la postración de toda ideología en papel, gráfica o fílmica, ajena a los principios fundamentales de un Movimiento momentáneamente desmovilizado, se arriba a una calma chicha y una permisividad que poco duró: justo para dárnosla con queso. Ah, y un Vaticano sin encíclicas. Hasta que de repente llega al poder (relativo, se comprobaría pronto) Adolfo Suárez y aparecen tetas en las pantallas. Vislumbradas. Medio-tetas de una sola pepita, como sandías en penumbra o entrelubricán. La ‘apertura’, le dicen.
Acudimos al cine Luchana a ver “Camada negra”, de Gutiérrez Aragón, y a la puerta del local había dos lecheras grises y un puñado de maderos. Por si los ultras agredían al respetable. O por si éste violaba, en la sala, las leyes de Orden Público y de un Movimiento imperceptiblemente, ya dije, inmóvil. O por si vociferaba consignas, como en la peor película de Chaplin: “El Dictador”. Estampa que todo lo define.
Pero vayamos al tebeo de Carlos, imprescindible para mentes cerriles cuyo epicentro y sonsonete, al menos en mi periódico favorito, es Gernika y el “Guernica”. (Hecatombe que respeto y venero: solo pido solidaridad antifascista). Hubo catástrofe y estrago inhumano, franquista de nombre que perdura; pero en raíz lo sembró la reacción oligárquico medieval, con arengas de púlpito insano y bien abastecida por el nazi-fascio (I.Egaña), cierto, en cada punto donde hasta la milicia roja, tropa y jefes, mal armada, indefensa, la palabra lo dice, sin pertrechos que le permitisen proteger a la población civil (aviada de pistolas de cuando Napoleón, de cachorrillos eibarreses sin munición ni grasa) poco podía hacer con los obuses roñosos de África; y, sobre todo, faltos de la fundamental aviación defensiva, ya que Prieto enviaba, tenaz, los escuadrones a las Asturias emblemáticas de la Revolución de 1934. 
Buenos pilotos tuvo la República, defendiéndose en biplanos de tela contra los Phantom o Mirage, es comparación atemporal, del favorecido golpe de Estado. A bordo de hangares vacíos, combatían. Así, sin murallas aéreas, caían desmembradas, decapitadas, tripochas al aire, gentes que, se argüia, era inocentes y colaterales, cierto… pero… la guerra es la guerra. Todo Madrid era miliciano y víctima inminente.
Mataron, los fachas, abriendo compuertas con la conciencia en coma profundo, no moscas verdes, que abundaban; sí personas desvalidas y esqueléticas de hambruna con fusiles de atrezzo. A mansalva, lo hicieron; a cañonazos y a metralla rasante de los Heinkel, Fiat, Romeo, Savoias, Junkers y cazas de combate de última generación; del escuadrón Azul del III Reich, que sigue exhibiendo sus distintivos ante el espejo público. Sí, en Euzkadi con rifles de coña, de matar chimbos. Pero al menos un cartucho de perdigones disuade. No tuvieron escrúpulos, los nazis y fascistas, por cierto, en destrozar más templos y edificios religiosos que la horda roja (yo no pude ser bautizado, años más tarde, donde me correspondía porque la iglesia de metro Iglesia estaba despanzurrada por la escuadrilla García Morato, Barón Rojigualda). Me llevaron a un convento ni quemado, mejor dicho, ni ahumado por los rojos, ni con las momias de monjas exhumadas (hubo mucho claustro quintacolumnista). Fueron pocos aquellos templos agraviados; pero bien aprovechados por la propaganda de Franco (y su Goebbels, Serrano Suñer). Irujo, Ministro de Interior republicano, cortó de raíz aquellos desmanes de gentes no ilustradas, iban al taller de aprendiz desde los 11 años, de los tiempos de Indívil y Mandonio. Aquel conveto de urgencia, no derruido por los aparatos alemanes, sirvió para el escasamente válido exorcismo que me practicaron: soy un desastre.
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En climax de tragedia, del veneno de la rutina y la dudosa supervivencia, que lleva al cinismo como antídoto, describe Giménez en algún episodio cómo en las calles y plazuelas los proletas, paseantes contemplaban (¿llegarían a la apuesta de la divisa del talego, cigarrillos inexistentes?) las batallas aéreas de cazas leales y rebeldes. Como quien presencia una corrida, una carrera de galgos o de caballos (no quedaban, se habían devorado reses, équidos y canes a la brasa y semicrudos).
Se trataba la revista “El Papus”, inteligible y lúcida -y me temo que irremplazable- del mejor antídoto contra la mala hostia y decepción (“Franco ha muerto, viva Franco”) que los súbditos, lo seguimos siendo, experimentaban. La sección bobalicona de la sociedad se entusiasmaba y a quienes corearon “¡Por Dios, por la Patria y el rey… !” les colocaron al monarca menos pensado, que ahí sigue farfullando sandeces cada vez que abre la mandíbula prognata de los Austrias. 
Hoy en día Barcelona, emporio del tebeo, entre otras especialidades editoriales, es cuna e imán de una excepcional escudería de dibujantes y guionistas que creaban y satirizaban al ácido pícrico. El ojo clínico de “Debolsillo” se percató. Escrutad, aconsejo de paso, el contenido de los supuestos tebeos para la infancia que nos correspondió en una postguerra que perdura. Ahondad.
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Lo que mejor resume estas pensaduras desvariantes tras cerrar la valva final del tomo “Todo 36-38. Malos Tiempos”, es, lo dije, el propio Carlos Giménez en su nota de intenciones. También, alguna pirueta agria de Ivá, director del repetido Papus. Desaparece Ivá en La Rioja, Briones, 1993. La carretera hacía eses. Ivá promovió varias revistas, la última “El Jueves” y su Makinavaja, y su Moromierda. Sin melindres.
Es Giménez, a su vez, veterano en movidas de protesta por la vía de la observación (¿participación?) nítida de un lápiz ágil en este tebeo de catarsis común(ista) en el contexto de viñeta y, en su interior secuencial de ritmos exacerbantes que en algunas páginas, como está mandado, se amansa en tiras de gran ternura tribal , algo neorrealista, regla obligada para descompresión del visolector.
Asimismo, en ocasiones hallamos climax de esperanza en los que te parece que va a ganar el rojerío, como en “L’Espoir” de Malraux. Porque si te fijas bien, pasar, pasaron, pero no se quedaron más que unos pocos generalotes, coroneles borrachos y pistoleros, amén de los pelotones obligados a pasar por las armas: descargas diarias en dunas de tierra muerta (muchas veces escogían para la infamia del pelotón a los propios cautivos y rearmados a quienes posteriormente iban a fusilar también). Las paredes lucían viruela de descargas y planchas del Caudillo y José Antonio, alquitranadas a lo nazi-fascio. O yugos y flechas (bueyes sin tractor y retraso industrial endémico: amaban los falanges al buen labriego castellano arando la mies de sol a sol y demás prosa del ’98, pero nada de emancipación o reparto de terreno blasonado: eso es de soviéticos). 
Llegaron hasta Valencia, a seguir asesinando más personal hostil a aquella demasía, jamás depurada. Ni en la actualidad: así nos pasa lo que pasa. Cada vez que oigo el término ‘ajusticiaron’ se me eriza el vello de iracundia.
Hallamos en este tebeo (nos integramos, nos colamos por entre las rendijas secuenciales) una pulcritud de línea, mobiliario, indumentaria, rincones desaparecidos con acné enquistado de metralla, negro sobre grisáceo, interiores hogareños devastados. Todo, en expresionismo de línea escueta que te estalla entre las manos. En algunos episodios se constata cómo se combatió palmo a palmo en los perímetros más hostigados, en condiciones de inferioridad en armamento y rancho: bala a bala.

Compañeros que veis en “Madrid”, toponimia ya asumida por la prensa vasca como causa de todos los males, un monstruo flamígero dispuesto a arrebatarle a Euskal Herria algo tan íntimo e inabordable como la identidad, el idioma, (¡el “Guernica!); los dineros de las arcas, los mapas y las meteorologías, obviad el nombre, “Madrid” en sinonimato de sacamantecas (¡incluso en profundos editoriales se lee a diario Casa Blanca, u Obama, L’Elysée, El Bündestag, Downing Street… y “Madrid” en concepto unitario de perversión destructiva ¡opresora, como un alicate! y robaperas). 
Solo se siente en opresión quien no se defiende; y las 
manifa-procesiones, los dazibaos y las consignas, son puñadas al punching-ball. Ello, cuando el destruido a conciencia fue un Madrid que no se rendía. Tres años que degeneraron en introguerras dentro del recinto asediado y colérico de hambre y tifus exantemático. O de tuberculosis sin penicilina.
Así que no os perdáis “Todo Madrid 36-39. Malos Tiempos”, ni otras selecciones de obra de Giménez, “Barrio”, “Paracuellos”, que reedita “Debolsillo”. Madrid fue el Gernika primario, famélico, duro y duradero. Si queréis el cuadro sin el culto al malestar de es mío, es mío, son cuatro horas a la capital manchega que es Magerit. Y boquiabríos. Hallaréis malencarados y furiosos al límite; también gentes revolucionarias y, en algunos casos, amigables y compañeras.
Madrid, oledlo en estos tomos, aportaba sacrificio titánico por la humanidad renegrida de hambre. Y a cambio de nada, porque no creían en Dios. Un poco de solidaridad, que tuvimos un batallón de gudaris en Somosierra. Ah, y otros de requetés voraces, como vosotros en Irún, pero en Villalba y El Escorial. Madrid, haced el favor, es una población afligida de penuria endémica y ptomaínas interiorizadas. Ello porque el facherío del extrarradio financiero coloca siempre a Aguirre de sátrapa, y ahora sufre a Ana Botella por cosas del escalafón. En el estadio del Rayo siempre hay buen rollo y por eso Vallecas es buen público de fútbol y fue el valle del Kas. Que aquí en Euskadi, de golpe, ha desaparecido y ha dado paso al zurito sin alcohol.
Leo otra página vasca, y columnas, subeditoriales, gigantescos titulares en Primera: Madrid nos despelleja, Madrid nos despluma, Madrid comete desafuero, Madrid nos desacata y mofa… Será porque os dejáis… Un poco de solidaridad y, si seguís burlando (el jebo no ha muerto) la gorra madrileña, la de los partisanos y combatientes de las Brigadas Internacionales, la de Sacco y Vanzetti, al menos un poco de diplomacia… Sugerencias de estilo para designar la raíz de vuestras desdichas: la Moncloa, El Congreso, San Jerónimo (donde los leones, frente a la tienda de turrones Mira) o, dependiendo de ello, el Gobierno Central: no viváis en la ucronía, que os convierte en neanderthales otéicicos de los ’70.
Así, no es que el ejército de espadones y una soldadesca forzada (excepto Falange) pasaran gracias a nazis, fascistas y apoyo cínico de la No Intervención (¿qué hostias hacemos en Europa?). Lo más repulsivo es que lo hicieron como mercenarios del pastón de los Grandes de España, terratenientes de la nobleza y clases medias santiguantes: de nuevo el pretexto FET y Jons de clase media, que eran casi todos los bombardeados y famélicos a quienes salvaban llevándolos al paredón. 
Señalemos, como no, a March. Y a muchos más que abonaron el impuesto contrarrevolucionario. Que eran Legión. El despliegue furibundo de novios de la muerte protege el dineral, las dehesas sin horizonte, las factorías como Altos Hornos y sus inmensos beneficios ferruginosos traducidos a chalés de Neguri y Algorta; mantiene en tiranía a los dueños de las minas asturleonesas; le hace guardia y rendibú a los Duque de Alba y similares (¿qué es eso de Grande de España?) pasados hoy al famoseo inmundo, la peineta y el gigoló, más otros caprichos que ruborizarían a Goya; y a la superstición clerical y el miedo al sinsombrerismo.
Se ha perpetuado una réplica hoy puesta en relieve por el gobierno PP, con Rajoy de portavoz del gran capital: “Siempre habrá ricos y pobres”… El raciocinio nos dicta que si los acaudalados enfermizos (¿Lo de Urdangarin que tiene de todo y más, es como el black-jack para entretenerse?); los que poseen 1.000 y aspiran a mucho más -ruleta bursátil, ludopática, lo corroboro- gracias el copago de quien cotizó 40 años, pobre julai que no sabía donde había nacido, ni que le negarían las boticas al decaer, lo cual no tiene insulto exacto, aún: solo se me ocurre ponerlos, a los que pueblan las revistas de antesala, a asfaltar carreteras con cepillos de dientes. Gentuza reverenciada, la dicha, que por encima de parados y desnutridos (si no es lo mismo) y abusando de los latinos que quisieron descubrir Europa y solo los contratan para fregar, hacer de canguros de chiquillería insoportable o pasear alzheiméricos que no dialogan; para andamios tambaleantes y alojamiento de campo de concentración (pisos patera, otro término naziespañol). Insisto, si esos plutócratas, cárteles de armamento-punta y señoritingos berlusconianos del cuché y el plató cacareante, obsesivos, que esperan pillar 20.000 que jamás podrán gastarse, aunque contraten a Mefistófeles; si fuesen fiscalizados comilfó, digo, y sin enchufes o secretillos a la oreja, Merkel abriría el puño: se siente la canciller a su vez atracada en el camino por ese Tempranillo/March subyacente en algunas termitas ibéricas.
 (Me informan, confidencial, desde Alemania, que la canciller se traslada en su propio coche y que está ofendida porque sus dineros iniciales sirvieran en España para llenar agujeros del timo fiduciario a gran escala y otros chanchullos, no les extrañe que hoy nieguen el rescate y la propina a un hatajo de rufianes).
Si alguien, ¿quién? controlara a estos chorizos del pelotazo infiel, no podrían despilfarrar. Ni siquiera en acompañantes que fingen no solo orgasmos, sino sonrisas; ni en yates con patrón de la Armada, chóferes y Rolls Royces de colección de haigas. Son hipermillonarios (recorran los muelles de Mallorca, cabréense más aún) que no abonan a Hacienda, o la manipulan porque Hacienda son ellos y, por ende, los más miserables deudores a la sociedad a la que pertenecen y roban; mientras que la sociedad de mano limpia y callosa es perseguida por 20 euros de atrasos mediante cartas sobrecogedoras…

* * *

Si se desvalijase concienzudamente a estos desgarramantas avaros y feudales por la vía judicial, el resultado será una paulatina, y más rauda de lo que se cree, desaparición de la miseria, del racismo clínico, de los al parecer irremediables pingos humanos que la mística de la indignación mansa no alimentará ni resucitará. Mendigos a quienes debemos sortear, con su vaso de calderilla en el antiguo puño alzado. Con el ánimo sobrecogido en este pútrido apéndice infectado de Europa. Fetichista de La Roja. (¿Por qué siguen permitiendo que los jugadores se asomen a las cámaras para decir jeroglíficos, más marcados que en el césped?).
Conste que lo de Europa como obsesión está causando los mismos males que el delirio imperial de una FET-JONS que puso la gallina aquella con yugos y flechas en el escudo de siempre ( ‘Constitucional’) e ideó imbecilidades y espejismos imperdonables como el trabalenguas de por el Imperio hacia Dios y que España -mírenla, pálpenla, espántenla, p.f.- es una Unidad de Destino en lo Universal. Será, en clave, una llamada al saqueo en golpe de Estado dinerario.
La masacre pudo no haber sucedido, de no haber dicho el sí Franco gracias a un acta ful amañada por su hermano Nicolás. Donde ponía Jefe del Gobierno (republicano hasta que los del detente bala impusieron la rojigualda carlista-tradicionalista y la boina, mira por dónde, que el dictador se encasquetaba) Nicolás coló en la imprenta: Jefe del Estado. Monarca, vamos. Dijo amén, 
pues, el mediador Franco (Areilza: cito a I. Egaña) a los conspiradores que exterminaron a fuego vivo el Madrid inmolado durante tres años de empeño madrildarra en preservar la república aguantando la gazuza mórbida a la que se lo sometió por cerco y bombardeos. Medieval, sí; medieval como todo el Movimiento inmóvil en la Historia. España, o lo que sea, sigue siendo feudal y nadie parece caer en ello.
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Surge en el tebeo de Giménez la oligarquía bancaria (ahí sigue, en titular actual de todos los medios informativos); la división terrateniente, sin uniforme; los curánganos precedentes a Rouco Varela, gas mostaza con incienso, que azuzaron a la intervención de su fantoche, el Ejército, y de FET y JONS junto con los fascistas de Mussolini, los nazis y, sobre todo (el capital es ecuménico) apoyados en el cínico Comité de No Intervención que confiscó convoyes de armamento pesado a una legua de Irún. 
¿El demoniaco Stalin? Un cutre, un roñoso, un cenaaoscuras. Cómo, pero cómo les convenía a los fachas argüir que España iba a ser otro satélite de la URSS, cuando resultó evidente que la limosna armamentística de Stalin, maquinal, burocrática, ergo escasa, ayudó a que el franquismo ganase. 
Investigo el porqué-porqué, de verdad, de verdad, de que la Brigadas Internacionales fuesen retiradas del frente.
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Todos y cada uno de los episodios de “Todo 36-39” invitan a ser releídos: el tebeo es el mejor instrumento para el paso atrás de las gafas; y si aún no están en las estanterías, buscad con ansia todas las tiras en volumen que Giménez, apoyado por el “Debolsillo” genuino, escoge. Los suyos y los creados a dúo con guión de Ivá. De exactitud que ha investigado con lupa insignias, armas, aparatos, vestimenta, uniformes; incluso el sello damasquinado de los botones de un tranviario, pongamos. Ajenos a la farsa o la tragicomedia, sus personajes sobreviven en sobresaltos de alegría, hasta que la sirena, vienen los Savoia, les regresa a la realidad. Quieren matarlos con napalm y carpanta total.
(Se me informa de buena fuente que en 2011 el único sector del libro que aumentó en ventas fue, precisamente, el de bolsillo).
Giménez, en este tebeo de expresionismo hondo y, aún así evitando lo caótico en estructura; fiel de documentación, estudio, calendario, indumentaria, mobiliario urbano y hogareño devastados, te encoge las tripas en plan ‘grunge’, espeluznante, al simbolizarte con el que muere a la madrileña, en fila, por relevos. Apartando al precedente ensangrentado, los sesos al aire, y arrebatándole el mosquetón de la mano crispada. No pasarás, tú que me apuntas. 
No había armas para nadie. Los cargadores, las cintas de ametralladora, los tanques de juguete, los obuses y morteros enviados por los perversos soviéticos, amén de la aviación escasa, de propina, eran una mierda y un ensueño alegóricos. A pecho descubierto y fusil de feria combatieron madrileños de ambos sexos. (El Comité de No Intervención, racista, les privaba de defensas, les amenazaba, lavándose las manos desde las nubes bajas con bombas incendiarias, ráfagas rasantes pilotadas por la Lüftwaffe: siguen siendo culpables sin su Nüremberg ibérico codo a codo con el Ejército de guerreras achatarradas por condecoraciones concedidas por matar al moro y ejerciendo sarracinas en aduares desarmados). 
El madrileño rojo, insisto, de cualquier facción -si todos pensásemos igual se anularía el fundamental debate-; el acribillado de la Casa de Campo, insisto, con mosquetón que abrasaba en la mano ya fría del caído, es de inmediato relevado por las zarpas del que a sus espaldas aguarda los balazos. Ha visto morir y sabe la que le espera. Merece una meditación. Y mucha reverencia de rosas rojas. Claveles, mejor.


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Respetad a Madrid (y a Barcelona, y a la Columna Durruti). No citéis como secuaz del gallego Rajoy a una ciudad, Magerit, que nunca quiso serlo y prefirió quedarse, en balde, en Al Andalus. Hasta que llegó Felipe II, o quien fuere, y dijo que aquel poblacho era el centro administrativo donde medrar hasta quedarse en la miseria pícara que vivimos. Un Madrid excesivamente enfurruñado y hostil (te notan el acento, usted es del Norte); no ocurriría esto si al paisanaje no se le incluyera en el poder de los oligarcas, o de lo que practican muchos protegidos por un Rajoy visiblemente chantajeado por los randas que amenazan con tirar de la cadena de las letrinas de su partido. De las de luxe y de las de apretar para abajo de esas mansiones que disponen de 34 cuartos de baño. Más las de ciertas factorías de Euskal Herria donde se trafica descaradamente, y con altos beneficios, con armas o piezas para montarlas. Desde que 
”La Esperanza” (y otras muchas Sociedades en completo Anonimato) se dedicaran a la fabricación de obuses y piezas, ¡oiga nosotros solo procuramos las espoletas! que carecen de déficits porque los efectivos tóxicos de más pingües dividendos son las máquinas de matar lo que siguen llamando humanos tercermundistas. Armas proporcionadas a ambas tribus en guerra de crueldad ilimitada; pero yo duermo tranquilo en mi colchón porque solo fabrico hilos de comuncación para los misiles y gano mi enfangada pasta, enfangada de sangre, por firmar contratos: soy un empleado sin juramento de sangre. Procuro, a quien me ordena el teniente coronel, que al fin y al cabo dirige el negocio, lo que me solicitan que redacte. Despacho a Somalia, y sobre todo a los “Oil Sheiks” de capa blanca y mentalidad purulenta. 
Se ha robado, estafado, usurado y proferido ese “¡que se jodan!” lanzado por una pija incurable (PP, cómo abundan, casi tanto como en el PSOE) a las bóvedas del Parlamento. Y se refería, nada de dijediegos, a los desvalijados por oligarcas de la ultraderecha y arrebatacapas de guante blanco, pero sucio. Es la práctica, mire su nómina quien a ella tenga acceso, de muchos periféricos aurílatras, vascos incluidos. 
Exterminó el Gran Capital, a fuego vivo, eternizado, al Madrid coriaz. Fueron tres años de averno que debemos recordar los de la generación más feliz comparativamente: la del boniato y la tortilla sin huevo. Los que viajábamos en el tope de tranvías amarillos con ruedas cuadradas. Los del Auxilio Social -eso sale también en obras de Giménez como “Barrio” y “Paracuellos”, también recopiladas por “De Bolsillo”, el genuino-. Surgía ya, y permanece, mire el telediario, otro parásito: el estraperlista. Lo llaman ahora ‘broker’, ‘alto ejecutivo’, miembro de la CEOE y otras delicadezas.
“No pasarán”
Todos y cada uno de los escenarios y diálogos invitan al repaso. Episodios reiterativos en lo tocante al desmayo de la gazuza sufrida, o al inevitable sapiens-canibalis a quien las arcadas reflejas ante un caldo de gato o los escrúpulos de pillar en el suelo una mísera colilla o unas casquerías de desecho no se lo impiden. O -esto es de mi cosecha- algún torpe vencido y desarmado, en casa: “Que conste que yo no disparé ni un tiro”. Rebote y carcajada refleja: “Jó, así no me extraña que perdiérais la batalla, porque el padre de la Lolita, la del 2º, le dice lo mismo”. O: “Madre, tú que eras tan religiosa y tan burguesilla ¿qué hacías en un hospital de sangre de la FAI?”. “Ellos también llamaban a su madre: todo hombre que sufre llama a su madre”. “O a su compañera”. “También”.
 ***
He visto de refilón en un escaparate de librería bilbaina el tomo de “Barrio”. O de “Paracuellos”. Que sigan publicando los tebeos y álbumes de Carlos Giménez, cronista exacto, Capa y Gerda Tara del testimonio crudo a lápiz.
Carlos Giménez, algo más jovencillo
Todo 1936-39. Malos tiempos.
Tebeo testimonial de Carlos Giménez
Edita “DEBOLSILLO”.
 * Texto y archivo:© Rafael Castellano

 

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