Mayorías falaces, minorías sometidas

Mayorías falaces, minorías sometidas
Desde que el imperativo del mercado universalizó el sufragio para rentabilizar la naciente sociedad de masas, el tema de las mayorías ha sido una constante en el ritual de eso que llaman democracia y no lo es. Bajo la etiqueta que proceda, interés general, mayorías o voluntad general, la “ley del número”, analizada con precocidad intelectual y gran lucidez por Ricardo Mella a principios del pasado siglo XX, ha sido la excusa con que el poder ha legitimidado el statu quo. Y aún hoy se cometen todo tipo de fechorías en su nombre. Sirvan unos ejemplos recientes para alertar sobre estas prácticas antidemocráticas con que nuestros representantes (un ejemplo de mayoría jibarizada en unos cuantos elegidos) justifican sus desmanes.
 
1.Conflicto de Iberia. Un caso de libro de abuso con amenaza de despido para miles de personas y el desmantelamiento de una compañía de bandera por la mala gestión (por decir poco) de sus directivos ha sido utilizado por el gobierno y los medios de comunicación para acorralar a sus empleados. Una vez más ha funcionado el recurso de excitar el lado depredador y consumidor de la gente frente a su condición de trabajador. El último precedente fue cuando montaron el cirio propagandístico para deslegitimar los paros en el Metro de Madrid, que además se habían convocado al margen de CCOO y UGT. También se puede citar el caso de la huelga de los controladores aéreos, haciéndoles aparecer como unos pijos ricos, que terminó en su militarización por el gobierno socialista de Rodriguez Zapatero (imitando a Reagan, por cierto). Vaya, que con esa apelación a la mayoría de españoles-viajeros que iba a ser perjudicada por el plante laboral, se crearon las condiciones para el arreglo. A la fuerza ahorcan.
 
2.El ERE de Iberia. Aquí otra vez se echa mano de la “ley del número”, por doble vía. De una lado, los llamados sindicatos mayoritarios CCOO y UGT (apenas un 20% de la población española está afiliada) pactan con la dirección de la compañía los términos del ERE (despido colectivo “civilizado”) logrando el “éxito” de rebajarlo en varios centenares (los empresarios siempre parten con cifras infladas). De otro, esas mismas centrales someten a ratificación los acuerdos en asambleas bien cocinadas, que cuentan con presencia activa, militante y circunstancialmente hegemónica de sus afiliados. En las dependencias de La Muñoza un 75% del personal dijo amén al ERE consensuado entre patronal y sindicatos, a mano alzada (descocemos que hubiera pasado de hacerlo mediante voto secreto, que es lo lógico cuando la presión ambiental interfiere la “jornada de reflexión”). De esta forma, por el rodillo de las mayorías (ejercitando el monopolio legal del derecho a decidir) se aprobó con todos los sacramentos una destrucción de empleo milenaria e indiscriminada, bajo distintas modalidades, que reportara buenos dineros a los sindicatos negociadores como gestores del masivo Expediente de Regulación de Empleo (Andalucía es un ejemplo perverso de ello). ¿Hasta qué punto serán voluntarias las bajas? ¿Habrá algún dirigente de CCOO y UGT afectado? ¿No se volverá a emplear, comme il faut, el ERE para hacer “limpieza étnica” entre los trabajadores más combativos y los miembros de los otros sindicatos que rechazaron el pacto?
 
-Derecho a decidir. Teóricamente es un derecho de las personas o colectivos con expectativas. Una mayoría cualificada. Como en el caso de la consulta catalana. Pero desde la legalidad vigente esa mayoría se convierte en minoría, ya que pasa a ser rehén de un contingente más amplio que, aunque colateral al debate, reclama asumir el derecho a opinar. De esta forma la mayoría original, titular y vernácula, es jibarizada por la mayoría oficial, artificial y contingente. Lo dice la Constitución del 78, la soberanía reside en el pueblo español, un totum revolutum. Así que el derecho a decidir de las partes protagonistas queda “colonizado” por quienes tienen la sartén por el mango y el mango también. Las mayorías legítimas en poder de las mayorías legales. Lo dijo bien claro Felipe González, siempre presto a defender el statu quo: “si deciden, yo quiero votar”. Mayorías ma nom troppo.
-Caso Ponferrada. Aquí, por una especie de carambola a varias bandas, la mayoría electoral salida de las urnas, la voluntad general strictu sensu, terminó pasando el poder efectivo a una minoría: la candidatura del PSOE que sacó algo más de 6.000 votos en los comicios (en una localidad de 68.000 habitantes y 200 socialistas afiliados). Un caso de mayorías subsumidas por el bien de la causa.
 
-Destrucción legal de empleo en grandes compañías. Además de Iberia, Bankia, el Banco Santander-Banesto y CaixaBank, tres mamuts del sector financiero, han anunciado su disposición de promover acuerdos con los sindicatos representativos (mayoritarios de aquella manera) para proceder al despido colectivo de miles de trabajadores vía prejubilaciones, jubilaciones anticipadas, bajas incentivadas y demás ralea. Todo ello antes de que entre en vigor el 15 de abril la norma que las hará más costosas para las empresas. Otra vez un zurrón de posibilidades económicas para ese sindicalismo de alta gestión. Aunque la pregunta de nuevo es dónde está realmente la mayoría con derecho a decidir. ¿En los despedidos a sueldo que entraran en la lotería de la regulación forzosa de empleo o en la otra mayoría que forma toda al sociedad que sufragará los costes del subsidio de desempleo (daño emergente) o perderá las cuotas de la seguridad social (lucro cesante)?
 
El juego de las mayorías a la carta es a la democracia como la música militar a las sinfonías. Sin minorías participativas la democracia es mera demoscopia y aritmética parda. La ley del numero. Númerus clausus. Democracia orgánica low cost. Indirecta, corporativa, ventrílocua, representada o suplida a través de instituciones. De los partidos y los sindicatos del poder. El dominio del 99% por el 1% que tanto se habla tiene en ese trágala parte de su irracional razón de ser. Una técnica de sometimiento que en 1821 el franciscano volteriano Juan Antonio de Olavarrieta diseccionó en su irreverente “diccionario tragalológico”, o “biblioteca portátil de todo lo tragable, por orden alfabético”.
 
* Publicado en Rojo y Negro
 

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