Mi comunidad es tan calavera como la sociedad

Mi comunidad es tan calavera como la sociedad

“En mi comunidad, moquillo verde, en España palo y albarda”, dice mi vecino del quinto derecha.

Nos encontramos en una comunidad de propietarios de la Avenida de la Constitución Española, antes Carretera de Logroño. Es un edificio de veinte viviendas, diez pisos a cada lado, que pertenece al barrio de Capiscol más aborregado que su primo hermano el barrio de Gamonal, justo al lado. Si te asomas a una ventana balcón, ves a la derecha, dirigiendo la mirada hacia La Ventilla, una casa residencia de jovencitas regentada por monjas. Más allá,  la Iglesia de san Salvador. Cuentan que hace un no muy Largo Tiempo un cura de su iglesia se ofrecía a una casada del barrio, que cuando iba a comulgar en vez de decirle “el cuerpo de cristo”, le decía “mucho os quiero, María”, y solía visitarla a mediodía, cuando el marido no estaba, por estar trabajando en la Firestone, en el polígono industrial de Pentasa. Que un día, por causa de un catarrazo, a eso de las once de la mañana y por haberle dicho el médico de empresa que mejor guardara cama pues la fiebre le subía, regresó a casa. Cuando la mujer y el cura escucharon abrir la puerta, el cura saltó de la cama y se arrojó por la ventana del dormitorio que da a un patio interior cubierto de “aviones”, de esos de tender la ropa, librándole de estrellarse contra el suelo, y  cayendo su cuerpo desnudo envuelto en sábanas, pantalones y bragas recién tendidas y mojadas. El cura ni se descalabró ni perniquebró, pero corrió como alma que lleva el diablo, echando leches, saltando por una tapia que da a la Deportiva Militar, desapareciendo entre la frondosidad de sus árboles.

Una vecina del sexto izquierda, que se asomo al oír el ruido de escacharrar los aviones, dice que le vio correr  cruzando el hipódromo, saltando los obstáculos mejor que cualquier potranca en la Carrera Militar.

Muchas ganas le quedaron al esposo, como él mismo dijo en la tarde, en el bar que frecuentaba, de inflarle a hostias a la esposa. Pero se contuvo. También, dijo que le había dicho a la esposa: “Mañana nos divorciamos hija de la gran puta, y ya buscaré yo a ese cura animal que ha pacido en tu sembrado”. Un contertulio, hablando a más, dijo: “ Mira con el curita ese, y parecía maricón”.

Bueno, si diriges la vista al otro lado, a la izquierda hacia Burgos, abajo, ves la empresa de lácteos Clesa, Central Lechera Española; más abajo, el patio del colegio de las Jesuitinas, conocido en el barrio como el colegio de las Putinas; a seguido, Campofrío, y todavía más abajo, la empresa de galletas Loste-Balsen.

Mañana, que es hoy,  hay reunión de vecinos en el portal de la casa. “Dios nos la depare buena”, dice una señora del noveno izquierda. Las reuniones todas de esta Comunidad no son tan juerguistas y puteriles como las de la serie de televisión “La que se avecina”, pero, a veces, se le parecen. Aquí se urde la tela y se trama la lana. Aquí el sacar los trapos sucios y el odio de las personas entre sí es flor del día. Nunca se cubre la mayoría  en primera convocatoria.

Veamos el orden de día:

Hoy se aprueban las cuentas del ejercicio pasado, y se aprueba, igualmente, el presupuesto de este año. Hasta ahora, se llevan las cuentas en un libro legalizado de Debe y Haber. La presidencia y secretaría se adjudican por piso y año. El portal lo limpian el presidente y secretario entrante. La limpieza de los rellanos y escaleras corresponden a casa piso y sus lados.

– Ya hay quórum, dice el secretario saliente. Vayamos al grano.

Al momento, comienzan los insultos y los toques de atención de forma grosera y mal sonante entre vecinos. El quinto izquierda le dice al tercero derecha que se las va a ver con él. Que es un asqueroso y sinvergüenza, por haberse cagado por dos veces a la entrada de su puerta. El del tercero lo niega, y llegan a las manos. Suenan golpes, y la mujer del tercero le anima a su marido a que le de al del quinto de esos caldos harto. Los demás, espantados; algunas mujeres  se hacen cruces , porque, como dicen,  de siempre han sido muy amigos. “Han ido hasta de caza juntos”, afirma una señora del sexto derecha, pequeña pero pechugona ella. Y sigue: “¿sabe usted? Los dos maridos iban a cazar a un coto de la Peña Amaya, un macizo de 1.377 metros de altura situado al noroeste de Burgos.  El del tercero, prosigue la señora, es un cazador de pacotilla. El mismo cuenta en los bares que frecuenta, entre risitas, que su escopeta es de barraca de feria, de perdigones de tiro al palillo, pero que siempre va de caza por dejar  a su mujer contenta y sola, pues así aprovecha ella a vender su coneja casera, que recién ha parido, y que el marido siempre tiene que traerle caza, pues como le recrimina ella “esposo, ya sabes que si no traes palomino no hay chumino”. El, a la vuelta de la caza, pasa por una tienda que vende piezas de caza, que se encuentra en la calle Arzobispo Pérez de Castro, en Gamonal, y compra cuatro palominos, que entrega feliz a su esposa para fines de sus amores”.

El segundo izquierda recrimina a la del  tercero izquierda porque arroja sobre su ropa recién tendida el cubo de la fregona con agua sucia, como también, restos y colas de pescado. Ya ha llamado varias veces a la policía local, echándoles de ver los malos hechos cometidos por la vecina, pero como si nada. La del tercero sigue echando más mierda sobre la ropa tendida en cuanto los agentes se marchan.

El del sexto izquierda se queja del séptimo izquierda, y le recrimina diciéndole  que ya está bien de sus fiestas hasta las tantas de la noche; y que  todavía es peor la cantidad de pedos que se tira en la noche y la madrugada; pedos altisonantes, que han sobrepasado con creces los límites legales municipales de la ordenanza sobre ruidos; pedos que llegan claros hasta los pisos quinto y cuarto, por abajo; y a los  del octavo y noveno por arriba. Que por eso, y no se sabe quien lo ha hecho (hay risas en algunos presentes),  le han escrito en el buzón de cartas “pedorro”, y le han quemado la luna trasera del vehículo, pinchándole, además, una rueda. Pues “que de estos pedos estamos hartos,  que no dejan estudiar y concentrarse a nuestros hijos”, confirman los dolidos vecinos.

“Por ejemplo, dice el del sexto izquierda, mi hija que no puede dormir por tanto y fuerte pedorreo, ha perdido el apetito y el ánimo por los estudios, que por eso ha dejado de estudiar y se ha puesto a trabajar en una tienda de chucherías y revistas del corazón”.

– Deja de tirarte pedos, le dice el del octavo izquierda, que trabaja en el Diario de Burgos, pues si no, caerá la azuela y matará a Garcigüela” como dice el romance.

– Quedas advertido, le con firma el del sexo izquierda.

A la del noveno derecha, ya en plan marujeo, le critican, que, una vez muerto su marido ha cumplido la sentencia de que “a rey muerto, rey puesto”, y que ya ha llevado a tres maridos a la gloria; que por eso la llaman las mujeres “la viuda alegre”,( “y parecía tonta”,  dice la del sexto derecha); y los maridos  la dicen “la araña reclusa o violinista, Loxosceles, araña araneomorfa de la familia Sicariidae; que por eso uno del octavo derecha cuenta que su nuevo amante encontrado en la iglesia de Los Dominicos, en el barrio de El Plantío,  le dijo un día que, al realizar el acto sexual sobre el suelo, él le ruega a ella, diciéndole:

– Mujer, no me jodas en el suelo, como si fuera un chucho de arena, que con esos labiazos del coño me muerde  tu araña de veneno llena”.

Es creencia, leyenda urbana, que las viudas que ya han gozado de enterrar a varios maridos, es porque su coño produce un veneno letal, que amordaza y mata. Que el amante salido se conviene con ella, así noramala, y ella le enseña el cielo al impertinente que se dispone a hacer nada, aunque se corra, y se está atado y entumecido aventurándose a cumplir  la sentencia de “no asamos y ya empringamos”.

Ha amainado el temporal. Hay un poco de calma. El secretario y presidente salientes, sin consultar a los demás,  aprueban el estado de cuentas y el nuevo presupuesto por unanimidad. Entregan los documentos y el libro de cuentas a los nuevos presidente y secretario. Algunos ya se han marchado, otros, los más pacíficos, se quedan increpándose unos a otros por la limpieza del portal y el mal uso del ascensor.

Volviendo al tema de las cagadas a la puerta del vecino, dice el del quinto derecha, quizás haya sido un perro que llevaba atado al pescuezo un garabato largo que se les pone para que no puedan saltar paredes y bardas de las viñas, ni montar perras, que trajo un día de Salas de los infantes el del octavo izquierda, a quien, también, se le ha criticado, por poner una música rapera hasta altas horas de la noche mientras se fuma algún porro. Este perro hizo bagujada del vientre, cacas, en el ascensor, pero que él las recogió lindamente.

Por lo que nada de nada.

Al instante, aventurándose a opinar de lo que está bien o al, el del quinto derecha se acalora con el del séptimo derecha en lo referente a la batalla, ahora famosa, de el Gamonal libre y comunero.

Dice el del quinto derecha:

-A mi me parce que la actuación represora de la policía fue exagerada y brutal a su estilo. Estos parecen que estudian en escuelas de mamporrazos y quebranta huesos. Es impresentable que unos jóvenes, viniendo a pedir cosas sociales dignas y buenas, éstos en vez de unirse a ellos, les muelan a palos les esposen y les ataquen al grito de “a por estos bobos de Porro y Pedernal”.

Replica el del séptimo derecha:

-Eres un cabro, cabrón. Y un tonto, pues ya sabes que aquí en España, como en todas las naciones,  la autoridad viene de dios y del palo santo del garrote vil. Que a los represores les encanta quebrar piernas y brazos y torcer cabecitas y echar en costal, al talego, es una verdad como un templo.

Ya se como me dices, responde el del quinto derecha. El palo y tentetieso guarda al pueblo de libres  y dignos sucesos.

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LQSRemix

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