Miradas del amor a través del cine

Miradas del amor a través del cine

Dentro de Acción en Red, el 8 de marzo de 2005, surgió el Programa por los Buenos Tratos (PLBT). Nació como un instrumento dirigido preferentemente a jóvenes. Su principal objetivo es la mejora de las relaciones interpersonales.

El trabajo de PLBT se vertebra a través de cuatro ejes básicos:

a) Contribuir a consolidar valores esenciales sobre los que deben asentarse las relaciones interpersonales, particularmente, las parejas: igualdad entre mujeres y hombres, autonomía personal, libertad, resolución no violenta de conflictos…

b) Está basado en voluntariado joven y, a su vez, se dirige prioritariamente a chicas y chicos jóvenes.

c) Llegar a la juventud inmigrante: visibilizarla e implicarla en este importante reto común que es la igualdad y la erradicación de la violencia.

d) Formar a nueva gente, formándose a la vez las personas que coordinan el programa» (1).

Teoría y acción han ido unidas en el trabajo de PLBT. Desde su web podemos acceder a un buen número de materiales, pero además los diversos talleres y actividades en la calle han permitido que su trabajo sea mucho más visible. A todo lo anterior hay que añadir el rodaje de un cortometraje, Hechos son amores, cuya proyección ante diversos espectadores ha resultado ser otra herramienta útil para el aprendizaje y promoción de los valores del programa.

Frente a los malos tratos, la propuesta de PLBT se dirige hacia la educación para la promoción de los buenos tratos, que ha de ser la que refuerce lo mejor de cada persona. Uno de los temas en el que han  trabajado es el del amor, siempre complejo, desarrollando «una actitud crítica contra algunos mitos sobre el amor y la pareja, demostrando que donde manda corazón, también tiene que mandar cabeza, ya que, a pesar de lo que muchas veces se piensa, la razón no es algo frío ni contrapuesto a lo emocional, sino más bien un instrumento que permite una mejor elección» (2).

En este contexto, en las últimas jornadas de Pensamiento Críticoorganizadas por Acción en Red, celebradas el 3 y 4 de diciembre de 2011, Noemí Parra y Carlos Pérez presentaron un trabajo, titulado “Miradas del amor y la sexualidad a través del cine”, que se ofrece como una herramienta del programa PLBT. Es un ejercicio teórico-práctico, en donde la utilización de escenas de determinadas películas es un instrumento para desarrollar una crítica constructiva sobre las buenas y malas prácticas en las relaciones de amor y sexualidad.

Analizar una película significa preguntar y extraer respuestas posibles a lo que vemos ante nosotros. Podríamos afirmar que conviven dos grandes bloques desde los que podemos descifrar una película. Imanol Zumalde lo resume bastante bien:
· «La de aquellos que conceden prioridad a los condiciones subjetivas y ambientales en las que se produce la recepción de la película, protocolo hermenéutico que, salvando las distancias, comparten los Cultural Studies, la teoría de la respuesta, la pragmática y los estudios de género.

· La de quienes centran el foco en el texto (3) postulando un abordaje de la emoción fílmica que atienda a las instrucciones que sobre el particular propone la película a su espectador, extremo que, con matices, comparten la teoría cognitiva y la semiótica estructural (4)».

Tanto uno como otro presentan en sus extremos límites imprecisos. Por poner un ejemplo, una película como La pasión de Cristo permitiría un análisis desde su condición evangélica, atendiendo a que el personaje principal es cultural e históricamente conocido, por lo menos, en todos los países cristianos. Pero si lo desconociéramos, el análisis de la película permitiría englobarla en lo que se ha denominado como torture porn, que no es otra cosa que aquel conjunto de películas en donde su reclamo es el de la mostración de la carne lacerada y cuya premisa es colocar «al espectador en una posición incómoda: la obligación a observar la violencia desatada contra un cuerpo que bien puede ser el suyo» (5). El modelo de este tipo de películas correspondería a la interminable saga de Saw, la cual es un catálogo de torturas bajo una liviana trama.

Para su exposición, Carlos y Noemí partieron de cuatro postulados previos:

1. Una selección de escenas de películas heterogéneas, de calidad artística muy variada y con un impacto social diverso.

2. Un análisis de las escenas centrado en los contenidos, obviando el análisis técnico de la formación de esos mensajes.

3. Como objetivo, mostrar la diversidad del amor desde las películas, que nos permita la reflexión.

4. Ser conscientes de que las reflexiones no sirven a todos por igual, ni son las mismas con el paso de los años.

El segundo de estos postulados especifica con claridad el tipo de análisis que desarrollaron, ocupándose más de los diálogos de ciertas escenas que de la forma en que están contadas, primando más el “qué dicen” sobre el “cómo lo muestran”. Primaron el efecto y la información que proporciona una escena, con el riesgo que siempre tiene el hecho de que una escena descontextualizada puede tener otros significados diferentes del que pretende el autor.

La primera parte de su trabajo, que es la que tratamos aquí, se subtituló “El amor y las relaciones de pareja: del mito del amor-fusión al amor como convergencia”. Entre ambos términos establecieron un camino por el cual habríamos de transitar desde el primero hacia el segundo. Según ellos, la idea del amor-fusión, de la media naranja, muy habitual en el cine, tiene como principales características las siguientes:

· El amor como condición necesaria y suficiente para construir una relación satisfactoria y para conseguir la felicidad. Proyecto vital, sobre todo para las mujeres.

· Basar exclusivamente en el hecho de estar emparejado (y no en otras relaciones y esferas) la experiencia de bienestar.

· Un amor en el que se concibe al otro como propiedad, pues uno forma parte del otro.

· Y como paradigma, el amor a modo de balsa de aceite. La felicidad como estado constante sin conflictos o circunstancias dolorosas.

· La sexualidad ligada al amor, complemento de éste.

· La pareja hetero, casada y con hijos para toda la vida como ideal (6).

En cinco apartados generales clasificaron los ponentes el análisis y valoración del contenido de las escenas elegidas y proyectadas:

a) La pareja como única fuente afectiva frente a la pareja como una parte más de nuestros afectos.

El modelo de Romeo y Julieta es el centro de este apartado. La tragedia de Shakespeare resume ese idilio entre dos personas que deciden “convertirse” en una. Las películas que se basan en este modelo de un amor sin fin son numerosísimas: una de las más conocidas es West Side Story. Pero también tiene sus variantes, como aquella en que la reciprocidad no existe, como el caso de La gata sobre el tejado de cinc (7), sobre una obra de Tennesse Williams, en donde la pareja compuesta por Elizabeth Taylor y Paul Newman no son más que dos máscaras. Él está obligado a convivir con una mujer por la que no siente ningún deseo. Ella se siente infravalorada como mujer ante la imposibilidad de tener un hijo, frente a un hombre que ni siquiera la mira.

Dos variantes muy apropiadas dentro de este apartado son, en primer lugar, aquellas películas en donde aparecen los celos, la mayoría de las veces verbalizados mediante frases posesivas. Aquí el modelo, y volvemos otra vez a Shakespeare, sería Otelo. Dos ejemplos cinematográficos son Te doy mis ojos y Yo soy la Juani (8), que representan la presencia de la posesión con la que se trata a la persona amada. La película de Iciar Bollaín lo muestra en toda su crudeza. La película de Bigas Luna lo transmite mediante frases concretas, y bastante habituales en las películas, como cuando el novio de la Juani afirma: «Que no, coño, que no te puedo ver con otro, que no quiero que mires a nadie», a lo que contesta la Juani: «Me mola cuando te pones celoso, pero escucha, no te pases (…) ¡que yo soy libre!».

La segunda variante tendría como diana la caza del varón, con el objetivo de casarse con él. En muchas películas el matrimonio se representa como un fin necesario para obtener la felicidad. La boda de Muriel muestra la obsesión de una joven para llegar, sea como sea, al altar, mientras El diario de Bridget Jones presenta a una mujer, independiente económicamente, pero acomplejada por estar en la treintena y no tener una pareja estable.

Tanto Noemí como Carlos, como corolario de este apartado,  señalaban la importancia de que «nuestra vida afectiva esté cubierta por diversas relaciones […], [lo que] no solo facilitará una relación de pareja de calidad, donde decidamos qué compartir y qué no, sino que además nos hará vivir como algo menos traumático no encontrar pareja o dejar una relación que ha llegado a su fin o que no nos resulta positiva, pues solo se vendrá abajo una parte de nuestra vida y podemos apoyarnos en el resto para continuar nuestro camino».

b) El amor te llega, no se decide, frente a elección consciente.

Muchas veces hemos escuchado aquello de que “el amor es ciego”, a lo que habría que añadir que muchas veces, además de ciego, es tonto. Citas a ciegas, casualidades, encuentros fortuitos, son reclamos en donde se pone de manifiesto que el amor “aparece” y que, además, casi siempre lleva aparejado expresiones como “y ese amor es para toda la vida”. El número de películas que, de forma evidente o indirectamente, lo muestra permite afirmar que es una de las ideas más recurrentes en las películas provenientes de Hollywood. Un ejemplo es el conjunto de películas de la factoría de dibujos animados Disney, historias que “endulzaron” a unas cuantas generaciones con cuentos de princesas y príncipes, bellas y bestias, Cenicientas y demás.

Aparte de ese sustrato, una de las variaciones en esa idea del “amor ciego” se encuentra cuando es uno el que afirma lo dicho y busca convencer, “abrir los ojos”, a un segundo, secuestrado emocional y, a veces, físicamente. Es el caso de Átame, donde Antonio Banderas, de forma impulsiva busca (y consigue) convencer a Victoria Abril de que están hechos a imagen y semejanza. Esto conduciría a películas con personajes enfermizos, caso de Vértigo, en donde James Stewart “recrea” a una mujer idealizada, metafóricamente la trae “de entre los muertos”. Otra variación se puede encontrar en la pasividad en la que la protagonista de Carta de una desconocida vive un amor en el que el amado desconoce por completo la identidad de la amante.

Existen variantes en esa elección del amor como un flechazo. Una de ellas es la limitación temporal, un fecha de caducidad a ese amor, con lo que el deseo de quienes se aman es el de suspender el tiempo, como sucede en dos películas tan diferentes como Habitación en Roma o El marido de la peluquera. Similar caso representa Cuatro bodas y un funeral, en donde un hombre y una mujer se enamoran y, a lo largo de esas cuatro bodas y un funeral del título, se resume las vidas de sus protagonistas. En este caso, además, ese lapso temporal es lo suficientemente amplio para –tal y como señalan Noemí y Carlos– indicar que «no se puede dejar en manos de la suerte o del destino, ni de otra persona, el tipo de relación que ha de construirse, más allá de la fuerza de la pasión del enamoramiento. El amor y la emoción no están reñidos con la conciencia y responsabilidad. Más bien al contrario, esta conciencia y responsabilidad nos pueden ayudar a vivir los amores con mayor plenitud y satisfacción y evitar relaciones de abuso o maltrato».

c) El amor eterno frente a la calidad del amor.

Este apartado es una continuación del anterior. Una vez que se produce el flechazo, llega el deseo de estar toda la vida con la persona amada. Esta premisa es habitual en numerosas películas de y para adolescentes; en ellas, el amor es ciego, es único y debe ser para toda la vida. Fiel reflejo aparece en dos películas recientes y muy populares, Crepúsculo (2008) y Tres metros sobre el cielo (2010), que subliman ese deseo, el de estar siempre juntos, que el tiempo no pase, cuando ninguno de sus protagonistas ha alcanzado los veinte años.

Un recomendable ejercicio es el de, una vez finalizada la proyección, volver a recrear la película con otros ojos. Por ejemplo, podemos crear su continuación, producir mentalmente el ejercicio de ver qué pasaría después de que la palabra FIN inunde la pantalla. Muchas veces lo que una película nos muestra es un momento vital, pero su reflejo en una vida es nimio.

Otra forma de afrontar este mismo tema, el del amor para toda la vida, lo podemos hallar en la singularidad y disparidad de otros personajes  presentes en la película. Si los personajes secundarios no son estereotipos, su presencia aporta una mirada diferente al tema central. Un ejemplo certero en su lectura generacional proviene de Te doy mis ojos. Mientras que la madre de Pilar, la mujer maltratada, aconseja a su hija que arregle las cosas con su marido y vuelva a casa, ya que «lo peor que le puede suceder a una mujer es estar sola» –expresión que mide su fracaso en la vida–, su hermana Ana dibuja una realidad asentada en el miedo y el silencio.

Noemí y Carlos señalaron que «cada quien ha de decidir si le conviene o no mantener un vínculo que no es del todo satisfactorio en función de sus posibilidades, de lo que considera inaceptable en una relación, de sus planes de vida o grado de bienestar. Lo importante es hacernos conscientes de cómo nos puede estar influyendo el mito del amor en la toma de decisiones, de hasta dónde estamos dispuestos a sufrir por amor y qué necesitamos para que el balance sea positivo, más allá del hecho de estar emparejados. En definitiva, se trata de poner en el centro la calidad de la relación y no la duración que tenga».

d) La armonía perfecta frente a la inevitabilidad de los conflictos.

Todo amor naciente tiende a la armonía, a la complementariedad. Love Story (1970) tiene una de las frases más famosas del cine: “Amar significa no tener que decir nunca lo siento”. Y como tal, una de las más problemáticas y falsas, pues evita encarar la disensión, la resolución de un conflicto por la vía dialogada.

En numerosas películas de Woody Allen sí aparece reflejado ese intento de resolver los conflictos de forma dialogada. Es raro ver en el cineasta neoyorquino personajes de una pieza; más bien al contrario, sus personajes masculinos son dubitativos, incluso a veces cobardes, caso del protagonista masculino de la maravillosa Hannah y sus hermanas. Pero desgraciadamente muchas películas suelen obviar el conflicto, lo cual equipara a muchas películas con esa máquina de sueños que siempre fue el mensaje más evidente de Hollywood.

Difícilmente se producen películas tan singulares como Antes del amanecer y Antes del atardecer, dirigidas en 1994 y 2004 por Richard Linklater. La primera refleja esa noche de amor-fusión que se produce entre dos desconocidos, un estadounidense y una francesa, que se conocen en un tren del que bajarán para pasar una sola noche en Viena. Hablarán de ellos, disfrutarán con intensidad esa noche especial y soñarán un futuro idílico, esperando encontrarse unos meses después, siempre que sigan sintiendo lo mismo. Diez años después, el mismo director y los mismos actores retoman la historia en Antes del atardecer. Ahora estamos en París, él es un escritor que está de paso en esta ciudad para promocionar su última novela, que narra los acontecimientos de esa idílica noche vienesa. Ella se acerca a la presentación y vuelven a disfrutar de otro día. Ahora se deleitan en recordar el pasado, comprobando cómo esos diez años han producido que ambos recuerden placenteramente esa noche pero los detalles y ciertos recuerdos difieran.

En su intervención, Noemí y Carlos señalaron la necesidad del diálogo, de encarar los conflictos, de promover el autoconocimiento y la autoestima, pues solo así «tendremos las condiciones indispensables para poder negociar en pie de igualdad respecto a cómo queremos que sea nuestra relación de pareja».

e) El amor como convergencia.

En El mismo amor, la misma lluvia (1999), el personaje femenino, Laura, expone su visión de lo que es una relación adulta. Tras cinco años sin verlo, se reencuentra con Jorge, con el que mantuvo una relación sentimental. En un café se cuentan cómo son sus vidas en la actualidad. Laura, que va a casarse, afirma, recordando la relación: «Yo pensaba que ese fuego era amor, y ahora me doy cuenta de que no, de que es fuego, te quema y nada más. Entendí que el amor es otra cosa, que tiene más que ver con el cariño, con el compromiso, con las cosas compartidas, con la seguridad, con la confianza. Eso es amor, no esa cosa adolescente de Romeo y Julieta».
Finalizaron los autores este trabajo exponiendo que «el amor como convergencia supone que dos personas, cada una con su intimidad y privacidad, deciden libremente qué esferas comparten y con qué condiciones, convergiendo en sus intereses, pero manteniendo su individualidad y libertad para decidir, y no fundiéndose en uno solo».

 * Publicado en la revista Página Abierta”

Notas:

(1) www.porlosbuenostratos.org.

(2) Noemí Parra y Belén González, “La caja de herramientas del Programa por los Buenos Tratos”, en María Antonia Caro y Fernando Fernández-Llebrez (coords.), Buenos tratos: prevención de la violencia sexista, Talasa Ediciones, Madrid, p. 21.

(3) El término “texto”, en este contexto, significa lo que comúnmente se denomina como análisis fílmico. Se utiliza en el análisis semiótico, para equiparar el análisis fílmico con cualquier otro tipo de análisis de enunciados escritos.

(4) La experiencia fílmica. Cine, pensamiento y emoción, Cátedra, Madrid, 2011, p. 96.

(5) Roberto Alcover Oti, “Diez apuntes para una década de terror”, en www.miradas.net.

(6) Extraído de su trabajo.

(7) En www.filmaffinity.com se pueden encontrar las sinopsis de todas las películas citadas en este texto.

(8) A las que se podría añadir Laura, Celos, Las hermanas Bolena, Match Point, Luna nueva, Mi desconfiada esposa, Él, Otelo, El infierno, Juana la Loca, La maté porque era mía.

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