Ni la derecha ni la izquierda, sino todo lo contrario

Ni la derecha ni la izquierda, sino todo lo contrario

Arturo Seeber Bonorino. LQS. Abril 2019

El actual fervor independentista de Cataluña pero, por sobre todo, el apoyo de ciertos sectores de la izquierda, me ha volcado, por extraños impulsos, a releer a Ortega y Gasset, pensador que, por ser rechazado tanto por la derecha como por la izquierda, merece todo mi respeto.

“La España Invertebrada” es un libro clave para comprender la idiosincrasia del español, y sólo conociendo al alma que mueve a cada persona y de cada pueblo, podremos deducir el por qué de sus triunfos y sus fracasos y prever los futuros.

El pueblo español en su conjunto es incapaz de unirse para un objetivo común, antes bien, su impulso natural lo lleva a diferenciarse. Ortega llamaba a esto su “particularismo”. Por la falta de empatía con el otro, el ciudadano español, por esa incapacidad de salirse de sí mismo, no le queda otra posibilidad de ser que imponer sus criterios “por cojones y a lo bestia”. Eso hace que cada español sea un líder, un lidercillo de andar por casa. Y porque la cuestión es “vencer pero no convencer”, aprende primero a gritar antes que hablar.

La definición más clara del último intento independentista de los catalanes la expresó con claridad Julio Anguita. Los catalanes y el Estado Español son como dos trenes que circulan por la misma vía pero en sentido contrario. Van a chocar, van irremediablemente a chocar, pero ninguno está dispuesto a pisar el freno. Ante tanto desatino no han faltado voces clamando por el diálogo entre ambos sectores, pero, ¿ha visto usted alguna vez a un español que dialogue?

Repito algo que he contado varias veces, asombrado y anonadado: estando en casa de una amiga, en Zürich, se le ocurrió a ella encender el televisor. Trasmitían, desde una cadena alemana, un programa de debate político. Un moderador iba dando la palabra a cada uno de los panelistas. No entiendo ni palabra de alemán, pero me quedé como atontado viendo el desarrollo del programa. Cada panelista hablaba a su turno, sin que nadie lo interrumpiera y, una vez concluido su discurso, tomaba otro la palabra.

Póngase usted a ver en España, en Argentina, en ese comunitario mundo hispano, un programa semejante. Comenzará un fulano a hablar, y antes siquiera de que esbozase una idea, aparecerá otro que le llevará la contraria, quién tampoco llegará a explicarnos por qué, pues otro saldrá también a llevarle la contra.

Blanco o negro, los hispanos somos irreflexivos. El fanatismo no piensa, avanza por extraños impulsos. En Argentina, en materia política se es o peronista o gorila, trasladado a estos tiempos, kirschnerista o macrista. Es inconcebible aplicar la humorada española “ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”.

En Hispania los ríos están revueltos, para alegría de los pescadores. En España no sólo los catalantes quieren formar rancho aparte, lo quieren también los vascos, los gallegos, los murcianos, los… En España cada español es un país aparte. No en vano hay que recordar que uno de los motivos de peso que hicieron a la República perder la guerra fue la contienda, no contra los enemigos, sino con ellos mismos. Comunistas contra anarquistas, el POUM comunista contra a los comunistas, anarquistas contra anarquistas, FAI contra CNT, el ejército nacional contra el republicano.

España tuvo un movimiento maravilloso, ejemplo para el mundo, que fue el de las acampada en la Puerta del Sol. Recuerdo en aquel tiempo las reuniones que se hacían en los distintos barrios pidiendo un cambio radical en la política española. Coincidimos allí gente de izquierda, de derecha, de centro, apolíticos. De ese espíritu surgió poco después el partido político Podemos.

Yo me entusiasmé con ellos. Era un partido nuevo, con energías vírgenes, con ideas claras, aún incorrupto (aunque no tardó mucho en ir apareciendo la corrupción). Se lo veía como un bloque, como una columna militar cuyos variados componentes se aúnan para abatir al enemigo. Poco duró la unidad. Pronto sobre el bien común empezó a aparecer el bien individual. Errejón quería imponer su liderazgo al de Iglesias hasta, al fin, separarse.

Esta falta de un proyecto conjunto, de una acción conjunta, ha llevado al mundo hipanoamericano a engrosar las filas del Tercer Mundo, y a España a convertirse en un país también tercermundista, aunque del Primer Mundo que eso, de momento, es una gran ventaja. Pero a no confiarse: nuestra deuda externa a sobrepasado ya con creces nuestro PBI.

¿Habrá algún partido político que nos arregle, algún Mesías que nos traiga la solución definitiva? No existen los milagros. No se cura una enfermedad si no se conocen las causas.

Creo que es necesario reflexionar sobre nuestros países, sobre cómo son, sobre cuáles son las trabas que achican sus destinos. Es más, me atrevo, desde mi posición de absoluta falta de poder, formular, no un partido político, sino un movimiento de reflexión, un movimiento sin líderes, un movimiento de dialogantes, un movimiento en la busca de una España una, pero por convencimiento, no por imposición, como la España Franquista, una Argentina una, una Hispanoamérica una y, fertilizando las ilusiones, un Mundo uno. Un movimiento que opte por entrar por la “puerta estrecha”.

Ya sé que es mucho pedir, pero si es por pedir…

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