Nicaragua (2017)

Nicaragua (2017)

Francisco Cabanillas*. LQSomos. Septiembre 2017

Siempre el peor chancho se come
la mejor mazorca.
Franz Galich

De prosas salvajes, carnívoras, como esta
[de Galich]…
Juan Murillo

I

Managua. Hotel El Almendro (marcado por los puntos azules en el mapa de avenidas amarillas).

De la 8 Avenida Sureste donde está El Almendro, cerca de la Rotonda Rubén Darío, hacia la izquierda, por la Pista de la Resistencia / Pista Juan Pablo II; temprano en la mañana.

Avenida larga, Pista Juan Pablo II, con cambio de nombres en algunos mapas; hacia el oeste, muchas intersecciones después, en dirección opuesta a la Rotonda Darío, la Carretera Panamericana marca el final del periplo.

¿Poesía o contrapoesía?

Fragmentación y multiplicidad. Abundancia de partes en movimiento. Ruta de ida y de vuelta.

6 de julio.

Primera mañana en el país de Sandino. Managua; calor y humedad, como en San Juan de Puerto Rico.

A pie y a pelo, bajo la canícula, sudando como si fuera un personaje de la novela centroamericana de posguerra…

Caminar, caminar y caminar por la Pista Juan Pablo II hasta dar, leguas después, con la Carretera Panamericana; bajo el sol que, en Managua, Salsa City (¡devórame otra vez!) (2000), Franz Galich, rindiéndole tributo al lenguaje popular, plantea así: “hasta los cojones se le cuecen a uno en Nicaragua.”

Zona logocéntrica del periplo: Universidad Centroamericana, Universidad de Managua, Universidad del Valle Nicaragua.

¡Calor, demasiado calor! Ruta en busca de una crónica, sacudida por el eco rubendariano que, asincrónico, surgirá después, en la zona de la Plaza de la Revolución: “Si pequeña es la patria, uno grande la sueña.”

Entre el subtítulo de Managua, Salsa City —que es una cita, “¡devórame otra vez!,” de una canción del salsero boricua Lalo Rodríguez, “Ven, devórame otra vez” (1988), también usada como título en una colección de ensayos periodísticos de Luis Rafael Sánchez, Devórame otra vez (2004)— y la cita de Darío sobre la grandeza de la patria chica, algo que pudo haber dicho Pedro Albizu Campos en la isla, Nicaragua me empuja hacia Puerto Rico. ¿Roberto Clemente?

A lo largo de la Universidad Centroamericana (UCA), la realidad se confunde con la literatura. Proliferación de imágenes y condensación de significados; hilera zigzagueante de quioscos a ambos lados de la pista. Multitud; gentío de clase. Movimiento. Parada de buses y microbuses. Flujo y traslación. Política de un capitalismo terrero con pinta mesoamericana.

II

Frente a la UCA: principio y fin de la ruta del minibús Toyota que va y viene de la universidad a la plaza de Granada, ciudad postcolombina más antigua de Nicaragua (1524). Ruta: Managua-Masaya-Granada. Carretera con movimiento y sonidos que producen colores olorosos a colonialidad y a lucha. Sinestesia y visualidad; a lo largo de la UCA, caminando entre grafitis, la ficción tienta la realidad.

Realidad; materialidad; colonialidad; lucha. Al pasar la Rotonda del Periodista, la escultura conmemorativa que la centra perfora la novela de Galich con una de sus puntas: “Siguieron hasta llegar a la intersección con la pista de la Resistencia, como se llamó durante la revolución…”

A cierta distancia de la Rotonda del Periodista y su escultura de picos, la novela se mete en la realidad. Derrame literario; charquero que compite infructuosamente con el torrente de tráfico que va y viene por la pista; un pluriverso vehicular.

Del camión a la carreta de caballos; de la moto a la bicicleta; del minibús al bus, entre carros y SUV. Constancia de un movimiento que se vale de su propio fluir, cuyo zumbido, aunque sea de día, penetra las páginas de la novela nocturna de Galich: “sonaba la salsa en la Salsa City.”

¿Reguetón y rancheras por la Pista Juan Pablo II?

Hasta la Carretera Panamericana, telos, como quien dice, de una flecha descalza (la mía); meta cuya densidad logocéntrica, y como contradiscurso, poeticocéntrica —sí, Managua, Salsa City, además de ser un thriller y mucho más allá de su realismo sucio, es una novela poética—, sobrecoge; densidad, caminata en aumento de la velocidad del paso, último fragmento de la Pista Juan Pablo II que, por ser zona de hospitales, dramatiza, en términos de su referencia a la muerte, la carnicería final de Managua, Salsa City.

Tiroteo literario; justicia poética. ¡Qué mueran los más machos de la ficción¡: ”devórame otra vez.”

Por eso también, este tramo de enfermedad y muerte hasta la Panamericana evoca, desde otra inflexión, el poema “Lo fatal” (1905), cuyo autor, desde la rotonda que lleva su nombre en la otra punta de la caminata, Rubén Darío, estremecido por la entropía, pespuntaba a principios del siglo pasado: “Y el espanto seguro de estar mañana muerto.”

Punto final del primer tramo de la caminata mañanera: de la rotonda del Poeta a la Panamericana. Comienzo del regreso; travesía hacia el punto de salida, cuya realidad de retorno aumenta la frecuencia de espejismos novelísticos. Intersecciones literarias que, desde Managua, Salsa City, se meten en la realidad de la caminata: “El carro bordeó la rotonda Rubén Darío, por el costado de la gasolinera iluminada como un barco, fueron subiendo por el bulevar hasta la colonia Centroamérica.”

Discontinuidad; “la gasolinera iluminada como un barco” de la que habla la novela publicada en el 2000, está hoy, diecisiete años después, representada por un puma.

En la 8 Av Sureste, Managua, Salsa City se mira a sí misma; en la 10 Av Sureste, a un paso de la Rotonda Rubén Darío, la novela se sale de la literatura: “Al llegar a la rotonda y ver que la fuente, como cosa rara, estaba encendida, no pudo evitar el ¡qué bonita es!”

III

El peso de la realidad que camino a pelo, con la canícula encima, atenta contra la ficción de la novela que se me mete en el camino; ¿dónde está la literatura, dentro o fuera de la novela?

Desde el centro de la Rotonda Rubén Darío, Managua, Salsa City se muerde con gusto coloquial la cola: “No hombre, lo que seguramente está haciendo el maje es llevarla a un lugar alejado, cercano a los mataderos. Simón, yo creo lo mismo. Dale, pues. ¿Y si nos sale brincando el hijueputa! Le damos agua, pero ojalá que esté bien bolo para que no haiga problema.”

Desde la crítica literaria, el sentido de la fuente raras veces prendida, que Managua, Salsa City plantea en clave, se expande: “Así la cosificación y comercialización de la salsa romántica lite –‘devórame otra vez’– es re-semantizada como el horror de una ciudad que devora a sus habitantes, por lo menos los que se ganan la vida viviendo de manera tributaria de los desechos de la burguesía que ha sobrevivido la época bélica (Jeff Browing).”

Repliegue Táctico hacia Masaya: 7 de julio de 1979. Hoy, celebración sandinista; 38 años de una estrategia ganadora: alejarse hasta Masaya del fuego somocista de Managua, para no quemarse y volver después a dar finalmente el jaque mate.

IV

Medio día de fiesta para los empleados estatales.

De la Rotonda Rubén Darío, de día, con sus chorros de agua entre cuadrados y rectángulos blancos, se empieza a crear un arco de imantación que llega a la Plaza de las Victorias (homenaje al boxeador Alexis Argüello) en la avenida Paseo de la Unión Europea, donde se construye desde temprano en la mañana la tarima de donde hablará por la tarde Daniel Ortega.

Trayecto que se va llenando progresivamente de gente. Llegado el mediodía, aunque el evento empieza a las 3:00, la celebración se establece como un mercado popular, en el que, sin lugar a dudas, la cerveza Toña domina el paisaje creado para la celebración nacional.

Entre las imágenes que se imponen desde el color y el calor, la venta de rebanadas de mango, metidas en bolsitas plásticas, muchas veces cargadas en una vasija balanceada en la cabeza de un/a vendedor/a, evoca a su manera la realidad frutera de la palenqueras de Cartagena de Indias, Colombia.

Amarillos.

Distancia y proximidad; amarillo de mango en bolsa, color todavía cercano, en muchos casos, al verde: marca de identidad de la calle nicaragüense.

Multitud, divino tesoro. Gentío con sabor centroamericano.

Una hilera doble de minibuses fleteados de diferentes comunidades, cada uno con su número y su banderita roja y negra, ocupa un tramo largo de la Rotonda Rubén Darío a la plaza Argüello. Calle bloqueada, como otras. Al revés; del templete en dirección a la rotonda del Poeta, una secuencia de columnas de altoparlantes, colgando de andamios, lleva el sonido de una punta a la otra del tramo. ¡Volumen! Se escucha la música que celebra el sentido político de la celebración.

“Nicaragua triunfará,” canción oficial del FSLN, se oye entre cumbias, salsas y reguetón; honor a la victoria épica contra el azul y blanco de la bandera somocista.

“Por gracia de Dios,” dicen algunos pasquines que anuncian y celebran el aniversario del Repliegue Táctico hacia Masaya de 1979, vinculado con la imagen de la vicepresidenta Rosario Murillo y su esposo, el presidente Ortega.

“Socialista, cristiana y solidaria,” reza la consigna del nuevo sandinismo que modelan Rosario y Daniel.

“¡Tiempos de victorias!” En dos semanas, el 19 de julio, los sandinistas celebran el triunfo de la Revolución de 1979.

Desde Managua, Salsa City, “Dos bichitas bien frívolas,” el lenguaje callejero, florido en referencias a la cerveza, “un par de cerbatanas,” resulta más descifrable para el extranjero. Claro que sí, dice un personaje, “clarinelo,” mientras otro pide, en plano literal, “Una carne a la plancha y un ceviche de camarones.” Entre la multitud que va y viene, otra cita de la novela hace que las imágenes tiemblen: “El vencedor es vencido y el vencido sale vencedor.”

Ortega habla durante 15 minutos. Agradece a héroes y mártires de la Revolución Popular Sandinista la vida que dieron por el pueblo.

V

Hacia el final de la celebración, el torrente de agua que cae desacelera la actividad, pero no la apaga. Llueve como en Puerto Rico, me digo, mientras, a su vez, “Gota de rocío volcánico a punto de explotar,” Managua, Salsa City plantea en tono jocoso: “¡el que cruce la raya!, ¡le quemamos la papaya!”

Como si fuera un personaje de Galich, entro mojado al restaurante Don Pargo, en la 25 Calle Sureste, justo al salir de la avenida Paseo de las Naciones Unidas, y le digo al mesero, citando la novela, “que me prepare un par de huevos fritos, que me ponga sopa de frijoles con chile y un buen pocillo de café negro, de palo.” Después de comer, camino hacia la librería Hispamer en la 10 Avenida Sureste, cerca, demasiado cerca, y releo la reseña de Juan Murillo: “A nuestro modo de ver esta [Mangua, Salsa City] es una novela esencialmente acerca de la masculinidad en Nicaragua…” (2014).

Escupo tinta dentro del cenicero.

Para mitigar la presión que ejerce la reseña, “Las violaciones en particular parecen en la novela ser parte integral del imaginario masculino, en vista de que todos los personajes masculinos de la novela, o la han practicado, o la piensan practicar pronto, o la consideran una alternativa viable para tener sexo con una mujer,” hojeo el nuevo libro del escritor exsandinista Sergio Ramírez, A la mesa con Rubén Darío (2017), cuya propuesta, una prolongación del modernismo, explora el sentido del sabor; libro del cual me alejo todavía más en el tiempo al pensar en la gastronomía protofeminista de Sor Juana Inés de la Cruz durante el siglo xvii mexicano.

Sin embargo, vuelvo rápidamente a la reseña de Managua, Salsa City: “Es la guerra la que ha abierto este espacio donde este tipo de violencia es posible y aceptada.”

Regreso a la novela, “Montañas donde, según algunos viejos, todavía podía escucharse el murmullo de la gritería que andaban armando los hombres de Sandino, atacando a los gringos,” pero no me detengo mucho. En vez, termino de releer la reseña: “Queda claro que esta [la de Managua, Salsa City] es una noche de tantas en Managua y que la violencia, el crimen, las drogas y el sexo retornarán con la oscuridad, como cada noche, para devorar a los personajes que la habitan. De prosas salvajes, carnívoras, como esta, no tendremos más, ahora que Galich ha muerto [1951-2007]. Se pierde un poderoso narrador, pero nos queda su inolvidable novela.”

VI

Del 6 al 14 de julio en Nicaragua, mayormente en Managua, alrededor de la Universidad Centroamericana, donde, del 11 al 13, se celebra el VI Congreso Centroamericano de Estudios Culturales.

Encuentro feroz con la literatura de Galich.

Medio día en la colonial ciudad de Granada, frente al Lago Nicaragua, respirando, más allá de las cenizas decimonónicas del filibustero William Walker que la quemó en 1856, lo que llega de Ernesto Cardenal desde el lejano Archipiélago de Solentiname.

Poesía a quemarropa, de agua dulce.

El congreso termina con la conferencia magistral de una historiadora que desarrolla una tesis brutal: la continuidad del sandinismo neoliberal de Murillo y Ortega con el capitalismo de Somoza.

Espanto: imagen de una estatua somocista que cae, cuya base de hormigón, intacta, acoge la nueva imagen sandinista que pone Ortega. Continuidad en la ruptura.

Boricuacéntrico, consciente de la solidaridad que, en la III Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC, 2015), Ortega establece con la independencia de Puerto Rico, al cederle su turno al presidente del Partido Independentista Puertorriqueño, Rubén Berrios, después de criticar a Estados Unidos, según este parte de prensa: “’Nosotros aquí con nuestros esfuerzos para erradicar la miseria y la pobreza, y ellos, los yanquis (en referencia a EE.UU.) conspirando en contra’, dijo Ortega, el único gobernante acompañado por su esposa, Rosario Murillo, en la sesión plenaria de esta cumbre”; atento a esa deferencia, ante el resplandor de la tesis de la continuidad neoliberal entre Ortega y Somoza, me pregunto: ¿se revuelca Roberto Clemente en su tumba?

De regreso a San Juan; la realidad de que me iba de Nicaragua sin haber visitado León, ciudad natal de El Poeta, golpeaba desde su poema “Lo fatal”: “y no saber adónde vamos, / ni de dónde venimos.”

Entre el poeta, Darío, y el revolucionario, Sandino: Nicaragua (2017).

Más artículos del autor
* Francisco Cabanillas (1959, Puerto Rico) enseña lengua española, cultura y literatura hispanoamericana en Bowling Green State University, Ohio. Ha publicado cuatro libros de ensayo: Escrito sobre Severo (1995), Pedreira nunca hizo esto (2007), K-lores del trópico: ensayos transboricuas (2012) y Ensayos silenistas (2014). Miembro de LoQueSomos

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