Pensar y actuar más allá de la unidad de la izquierda

Pensar y actuar más allá de la unidad de la izquierda
Creatividad política distribuida y sin etiquetas
 
El 15M, aunque transformado, madurado, sigue con muy buena salud como han indicado recientemente las estadísticas que apuntan a una amplia mayoría ciudadana que simpatiza con este movimiento y expresan una mayor confianza en las movilizaciones ciudadanas que en la capacidad del gobierno para resolver los problemas de la ciudadanía. Sin embargo, a pesar del deseo vivo de una mayor democracia en la sociedad, no sé ve cuál es la forma por la que se puede romper el bloqueo político que impide que se ponga una solución a las necesidades urgentes que las actuales políticas de gestión de la crisis están generando.
 
 En esta situación surgen numerosas personas e iniciativas que proponen que la solución a este problema pasa por conseguir primero la unidad de la izquierda. Así, la únca opción para romper el bipartidismo pasaría porque todos aquellos que se consideran de izquierdas confluyesen en una unica iniciativa política que pudiera conseguir apoyo suficiente.
 
Desde nuestro punto de vista esta posición simplemente no es útil. Por un lado es falso que haya un consenso político que permita la unidad de la izquierda. Con esto nos referimos a que en la izquierda que se llama a la unidad no hay un consenso sobre qué hacer, no hay una apuesta política común. No es lo mismo buscar formar un gobierno nuevo de izquierdas en el actual marco político que impulsar un proceso constituyente o una revolución democrática a partir de la constatación del agotamiento del ciclo político que comenzó en el 78. Desde nuestro punto de  vista, es necesario hablar de organización y de estrategia para derrocar a este gobierno ilegítimo, pero a este régimen también, sin someterse a ningún tipo de chantaje de unidad con organizaciones conservadoras.
 
Por otro lado pensamos que este enfoque es reduccionista porque deja fuera a muchísima gente que está en contra del bipartidismo. Entender la conflictividad social que vivimos sólo en términos de derecha e izquierda es extremadamente simplista. Experiencias como la PAH o las mareas consiguen unificar sin hacer ese llamamiento a la unidad de la izquierda. Por otro lado, gran parte de las experiencias de auto-organización y acción más exitosas desde el 15M (la campaña Stop Desahucios, 25S Rodea el Congreso, 15MpaRato, por nombrar unas pocas) no han partido desde un enfoque de unidad sino como proyectos que avanzan de forma independiente y ganan terreno abriendo nuevos frentes de lucha sin pararse a buscar un consenso unitario.
 
 Más allá de la unidad: explorando horizontes políticos no totalizadores
 
En el fondo, para nosotras, el problema no está tanto en la unidad como en el discurso que  fue construido sobre ella. Fue construido porque se trata en realidad de un problema viejo como el siglo que ya abandonamos. En el fondo, lo que plantea la idea de la unidad de la izquierda es que todo el mundo entiende por izquierda y derecha lo mismo que nosotros. Que no vivimos en mundos múltiples donde las palabras construyen a su vez mundos diferentes. Que las palabras no están cargadas semánticamente con significados que no controlamos, pero que habitamos igualmente. También que la etiqueta “de izquierdas” no supone un límite para encontrarse con otras que son como tú, pero habitan imagenes diferentes de sí mismos y del mundo.
 
 No son los contenidos del universo político de quienes se autodenominan como la izquierda lo que está en declive. Más bien, sucede todo lo contrario, nunca en décadas ha habido un consenso tan amplio sobre la necesidad de radicalizar la democracia, los derechos sociales y políticos. Lo que está en declive es el imaginario clásico de izquierdas. La autorepresentación y la identidad de izquierdas clásica funciona como una frontera que deja fuera y se aisla respecto del mundo que la rodea.
En este sentido, el discurso de la unidad es también siempre el espacio de un chantaje. Un chantaje sobre lo que  podría ser hecho, de autolimitación, de frontera, de límite. El problema, como en todo discurso, no es lo que dice. El problema es lo que el discurso hace: capturar todo lo que podría ser dicho y reconducirlo hacia un lugar  reconocible de antemano. No discutimos el discurso de la unidad. Porque el discurso de la unidad no es discutible. No hay discusión posible. Todo esta ya dicho. Un escenario así no nos sirve como punto de partida.
 
 Al contrario, creemos en  hacer, en probar, en inventar. Creemos también en corregir, en echar marcha  atrás, cuando y si hace falta. Creemos en compartir y sumar, pero también en aceptar la ruptura. El punto donde hace falta construir caminos que no por ser diferentes, no son paralelos, y no por ser otros, no implican amor o respeto. Creemos que lo uno cree que debe ser hecho no significa lo que uno cree que debe hacer. Creemos en el amor libre. Que el amor que nos sentimos no debería ser nunca un límite o un condicionante acerca de lo que otra puede hacer.
 
 Creemos en estar juntas. Pero hemos aprendido que estar juntas no significa siempre ser lo mismo, hacer lo mismo o someterse a la voluntad del otro. Llevamos dos años organizándonos masivamente sin necesidad de etiquetas ideológicas cerradas, encontrándonos incluso con aliados inesperados. Nos hemos coordinado en momentos clave para golpear mortalmente a un régimen que se tambalea. Han perdido la calle, han perdido las redes y han perdido la opinión pública. Ya tenemos la unidad, somos el 99%,  no estamos sólo quienes nos etiquetamos como la izquierda.
 
 Somos muchísimas personas diferentes juntas quienes luchamos porque estamos afectadas por las mismas cosas, nos oprimen los mismos enemigos, y porque vivimos un mundo común que producimos. Y vamos a echarles. Pero para eso tenemos que darnos cuenta de que la izquierda es sólo una parte de una respuesta social mucho más compleja y difusa. Componiendo un espacio multicolor, diverso y distribuido, siguiendo el ejemplo de experiencias organizativas como la PAH pero extendido a otros frentes y a otros niveles, con un alto grado de conflicto con el poder y también una elevada capacidad de resolver la situación urgente de miles de ciudadanos, habremos ganado.
 
 

 

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