Podemos alimentar al planeta entero… y dos veces

Podemos alimentar al planeta entero… y dos veces

Adam Majendie*. LQSomos.
Traducido por Cristina Ridruejo. LQSomos.

Al menos 600 millones de hectáreas están destinadas a cultivos para etanol, por ejemplo. Eso significa que hay grandes cantidades de maíz, trigo, arroz, sorgo, caña de azúcar, mandioca y remolacha azucarera que van a parar a depósitos de combustible de coches en lugar de a estómagos de personas

Sin desbrozar nuevas tierras de cultivo, podríamos alimentar dos veces al planeta entero

A finales de este año, 270 millones de personas podrían pasar hambre, según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, es decir, un incremento sobre la ya abrumadora cifra de 149 millones de antes del Covid-19. Si añadimos los efectos desestabilizadores del cambio climático y el crecimiento imparable de la población de nuestro planeta, parece que tenemos por delante tiempos difíciles.

En 2050, el año que cada vez más naciones se han marcado como objetivo para reducir a cero su contribución al cambio climático, la ONU estima que la población mundial será de 9.700 millones de personas, camino a los 11.000 millones en los que se estancaría en 2100. La presión para producir más alimentos, o al menos para sacar más beneficio económico de la agricultura, está llevando a los países a arrasar bosques y humedales para convertirlos en granjas y a desviar la escasa agua dulce a cultivos en zonas desérticas. ¿Pero es realmente necesario? ¿No podemos incrementar la producción de alimentos al tiempo que protegemos los preciosos recursos naturales?

Bloomberg Green se ha embarcado en un experimento de reflexión: teniendo en cuenta el número de habitantes de la Tierra y la cantidad de alimentos que típicamente ingiere una persona, ¿podemos alimentarlas a todas usando solo las infraestructuras agrícolas que ya tenemos? Y ha resultado que la respuesta es sí, ¡y de sobra! Al menos hipotéticamente, podríamos alimentar dos veces al planeta entero sin desbrozar una sola hectárea más de tierra. Estos son los cálculos que hemos hecho:

Ahora mismo la población del planeta es de unos 7.800 millones de personas, y cada una necesita, de media, alrededor de 1,4 Kg de comida al día, sin incluir el agua. Eso significa que necesitamos unos 3.700 millones de toneladas de comida al año para alimentar a toda la población mundial.

En este momento, el mundo produce unos 4.000 millones de toneladas de comida al año, pero en torno a 1.300 millones van a la basura, según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación). Un estudio internacional liderado por investigadores de la universidad de Edimburgo aún elevaba más esa cifra, sugiriendo que hasta un 44% de la producción agraria no se llega a consumir.

Los países en desarrollo desperdician tanta comida como los desarrollados, la diferencia radica en cómo lo hacen. En los países ricos, más del 40% del desperdicio se produce a nivel de minoristas y consumidores. Aunque en ciertos casos se intenta limitar ese desperdicio entregando los productos a punto de caducar a personas sin recursos, las normativas higiénico-sanitarias suelen dejar a los restaurantes pocas alternativas que no sean tirar la comida que no se haya consumido.

En los países empobrecidos, donde los hogares desperdician muchísimo menos, la ONU estima que más del 40% de las pérdidas de productos agrarios se producen entre los campos y los estantes de las tiendas. En la India, por ejemplo, algunas de las mayores pérdidas se producen durante la propia cosecha: los productos frescos se pudren antes de llegar a los mercados por culpa de los retrasos en el transporte y la falta de refrigeración. Una investigación de Esri, un centro de información geográfica mundial, sugiere que si tuviéramos en cuenta el desperdicio potencial por el mal uso de las tierras agrícolas, entonces solo entre un 30% y un 50% de lo que cultivamos acabaría en nuestro estómago.

La mayor parte de la ganancia potencial de producción provendría de cultivar de manera más eficiente las tierras agrícolas que tenemos por medio de la mecanización, del uso de mejores semillas y de escoger mejor los cultivos, así como de optimizar los sistemas de riego. Una parte de desperdicio y falta de eficiencia es inevitable: las malas cosechas, las plagas, el mal tiempo o las dificultades logísticas no son más que componentes de un sistema imperfecto por naturaleza. Pero en un mundo perfecto, en base a las estimaciones de Esri y las del desperdicio de comida de la ONU y otros, la cuestión es que podríamos producir 9.000 millones de toneladas de alimentos al año, 2,4 veces lo que se necesitaría para alimentar a todas las personas del planeta.

Pero también es posible incrementar la producción alimentaria del mundo sin depender de la mejora de la eficiencia ni de la reducción del desperdicio. Según investigaciones citadas por la ONU, unos 890 millones de hectáreas de antiguas tierras de cultivo degradadas podrían ser restauradas mediante un uso más responsable de los fertilizantes y del riego. Parte de esas tierras se usarían para reforestar, pero aún con eso, el resto podría producir unos 500 millones de toneladas de alimentos al año.

También ayudaría cambiar los hábitos alimentarios. Una investigación italiana sugiere que cada año se consume en exceso nada menos que 140 millones de toneladas de comida —lo suficiente para alimentar a más de 270.000 personas—, lo cual genera obesidad y enfermedades coronarias crónicas, como la hipertensión y la diabetes de tipo 2 (por supuesto, hacer llegar a las personas desnutridas toda esa comida sería otro problema de dimensiones épicas).

Por otra parte, no todas las cosechas se destinan a alimentación: al menos 600 millones de hectáreas están destinadas a cultivos para etanol, por ejemplo. Eso significa que hay grandes cantidades de maíz, trigo, arroz, sorgo, caña de azúcar, mandioca y remolacha azucarera que van a parar a depósitos de combustible de coches en lugar de a estómagos de personas. Los vehículos eléctricos y de hidrógeno podrían restar un buen pellizco a este mercado. Si todas esas tierras se volvieran a destinar a la producción de alimentos —lo cual es mucho suponer, pero tomémoslo como hipótesis— podríamos alimentar a otros 280 millones de personas, según un estudio de la universidad de Virginia.

Por último, están las cosechas destinadas a criar a los animales que nos comemos. Según la ONU, casi la mitad de los cereales que se producen en el mundo se destina a alimentar al ganado. La ganadería es una parte ancestral de muchas culturas; aparte de la carne, el ganado se usa para producir otras muchas cosas, como lana o productos lácteos. Y gran parte de la cabaña, especialmente en los países en desarrollo, consume pastos o material vegetal no consumido por humanos. Pero igualmente, reducir el consumo de carne a la mitad podría liberar una cuarta parte de la producción mundial de cereales, dejándola para los humanos.

Cualquier combinación de las acciones que hemos descrito situaría la producción mundial de alimentos por encima de 7.400 millones de toneladas, es decir, lo que se requeriría para alimentar a casi 16.000 millones de personas. Evidentemente, todo esto son cálculos hechos al vuelo. La política, la economía, la cultura y el comercio desempeñan un papel fundamental en el desarrollo y los intercambios comerciales, y ya se encargan de que ningún sistema agrícola llegue a ser óptimo jamás. Pero incluso con metas más realistas de reducción del desperdicio, recuperación de las tierras de cultivo perdidas y redistribución de la producción agrícola, tenemos tierras más que de sobra para cuidar de una familia global en aumento.

Y ese no es el único beneficio que podríamos extraer de la mejora de la gestión agrícola. Los animales rumiantes —como ovejas, cabras y vacas— representan por sí solos al menos el 2,5% de la emisión de gases de efecto invernadero; si comemos menos animales, se criarán menos animales y por tanto se reducirán las emisiones. Por otra parte, la ONU estima que restaurar el carbono y los nutrientes de los suelos degradados para cultivarlos de nuevo costaría la relativamente razonable cifra de 300.000 millones de dólares, y absorbería el equivalente a todas nuestras emisiones de carbono durante las dos próximas décadas, es decir, nos haría ganar un tiempo precioso para hacer que el resto de la economía mundial alcanzase el objetivo de cero emisiones netas.

* Nota original de Bloomberg Green
Traducido para LoQueSomos por Cristina Ridruejo

Crisis climática – LoQueSomos

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