Silenci… rebel·leu-vos…

Silenci… rebel·leu-vos…

Lluís-Ignasi Pastrana Icart*. LQS. Junio 2019

Un año de silencio delante del Palau de Justícia de Tarragona
Cuatro meses delante del Tribunal Supremo.
La única presencia en el juicio farsa del procés de Madrid

La acción “Silenci rebel·leu-vos” (Silencio, ¡rebelaos!) surge de la necesidad de interpelar a la sociedad en general, pero también a los colectivos de jueces, fiscales y policías en particular, ante las infracciones sistemáticas de los principios y límites del derecho penal y del alarmante retroceso de derechos y libertades que, reconocidos en la Constitución Española, parecían libres de cualquier ataque.

La acción, en buena parte, está inspirada en la frase de Luther King: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los que no tienen ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”.

No ha resultado fácil la interactuación con los miembros de estos colectivos (jueces, fiscales y policías). Efectivamente, durante la acción, por desgracia, nos hemos encontrado con jueces que se definen en la línea de Podemos pero que callan. Hemos observado diariamente el silencio de jueces que pertenecen o han pertenecido a Jueces por la Democracia; fiscales muy de Iglesia y/o de familia muy catalanista, conocida por todo el mundo, y que han callado y no se han atrevido a manifestar ningún tipo de desacuerdo ante las inmoralidades y las injusticias que estamos viviendo; o policías que se definen con vocación de justicia y que justifican su silencio por un corporativismo mal entendido, callando y no denunciando actuaciones sistemáticas al margen de la ley y contrarias a la Constitución. Y, tristemente, no me refiero solamente a miembros de la Guardia Civil o del Cuerpo Nacional de Policía, sino también –y en buena medida– a integrantes del Cos de Mossos d’Esquadra.

La experiencia en Tarragona que, precisamente el 11 de junio cumple un año, ha sido brutal. El convencimiento y persistencia de los integrantes del Silencio –buena parte de ellos ni siquiera se conocía–, venidos de diferentes lugares y por diverses razones, tenía un único objectivo: La recuperación de los derechos y libertades, la libertad de los presos y el Derecho a decidir nuestro propio destino.

Tanto este año delante del Palau de Justícia de Tarragona como, sobre todo, los cuatro meses delante del Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional de Madrid, han sido el mejor entrenamiento para la acción no-violenta que podíamos haber imaginado. Y queremos insistir en que sin la ayuda de Madrileños por el Derecho a Decidir la acción no habría sido posible. No debemos olvidar, como a menudo nos recuerda Pepe Beunza, que somos aprendices de la no-violencia. La gente que ha participado consciente y perseverantemente en la acción ha demostrado, como lo hicieron los centenares de miles de catalanes el 1 de Octubre, que la ciudadanía está preparada para plantar cara al Estado y rebelarse con las herramientas más potentes que tenemos al alcance, como son la desobediencia civil y la no-cooperación. Porque, como canta María Arnal interpretando a Brossa, “La gente no se da cuenta del poder que tiene”.

Tenemos que insistir que, como todos sabemos, no ha sido solamente el Silenci. La respuesta ciudadana ha sido brutal: iniciativas como las concentraciones periódicas e incansables de Lledoners, Mas d’Enric, la prisión de Tarragona; la tercera juventud de Tarragona, los abuelas y abuelas de Reus, los “teixidores per la república” (“tejedores por la república”), todos y cada uno de los CDR y los miles y miles de actos y acciones reivindicativas de estos comités, así como la iniciativa de autoinculpaciones llevadas a cabo por “La taca d’oli” (“La mancha de aceite”) con más de 1.300 autoinculpaciones presentadas ante la Fiscalía de Tarragona, que respondió que ninguno de los actos de preparación y ejecución del referéndum constituían delito (siendo, en buena parte, los hechos que se están juzgando en el TS), son muestras de la fuerza de nuestro pueblo.

Probablemente, la otra cara de la moneda de esta reacción y perseverancia de la ciudadanía han sido los partidos, los políticos, las entidades, las organización y algunos de sus líderes. Creo que estamos en condiciones de afirmar que, tristemente, no han estado a la altura de las circunstancias, especialmente a la altura de la ciudadanía. Porque también en el Silenci hay gente de todo tipo y con diferencias importantes… pero hemos tenido claro el interés general, cosa que a menudo no han sabido hacer aquellos que constantemente se están mirando su propio ombligo o el de sus organizaciones.

También de esto se puede aprender y aprovechar la experiencia que nos dan los errores cometidos. Y, con la fuerza del trabajo bien hecho y la fuerza del aprendizaje de los errores, ahora es el momento de dar un paso adelante definitivo. Es la hora de darnos cuenta del poder que tenemos. Creo que ha llegado la hora de que sea el pueblo el que lidere el procés que nos ha de llevar a ser lo que queremos ser. En palabras de Llach: es la hora de “caminar para poder ser y querer ser para caminar”.

Y que nadie se confunda, nos necesitamos todos y más unidos que nunca. No es necesario reuniones para decidir quién de los partidos y entidades encabezará la “mani”. A la cabecera de la “mani” tiene que ir el pueblo, que es el protagonista de esta lucha; y la ruta de la mani la tiene que establecer el pueblo, que es el que ha demostrado por dónde hay que ir; y el final de la “mani” lo tiene que decidir el pueblo, que es quien sabe dónde quiere ir a parar. Pero en la “mani” tenemos que estar todos: partidos, sindicatos, entidades, organizaciones, CDR,… todos.

Con la no-violencia podemos alcanzar lo que queramos. No será fácil, sufriremos, pero las principales herramientas de la no-violencia, como son la no-cooperación y la desobediencia civil, como formas de manifestar nuestra consciencia o el íntimo convencimiento de lo que tenemos que hacer y que por eso lo hacemos, son suficientes para derrotar al Estado más poderoso.

Al Estado no le dan miedo los políticos, si no le convienen, los encarcela; ni le da miedo la política, si no le conviene, la judicializa; ni siquiera los partidos o las organizaciones, si no le convienen, los ilegaliza. Al Estado lo que realmente le da miedo es la ciudadanía. Una ciudadanía dispuesta a no cooperar y a desobedecer las leyes que considera injustas, y a hacerlo, no con una táctica o estrategia, sino por el íntimo convencimiento de que desobedecer es lo que hay que hacer y por eso lo hacemos. Porque, como dijo Thomas Jefferson: “Cuando la injusticia se convierte en ley, la rebelión se convierte en un deber”.

Si, hasta ahora, la dinámica ha sido la de las movilizaciones en forma de concentraciones o manifestaciones multitudinarias (entre otras, las múltiples Diadas del 11 de Septiembre), ahora es el momento de las autoinculpaciones, también multitudinarias. Y no hablamos de autoinculpaciones de ningún delito, sino de autoinculpaciones de unos hechos que no son ni han de ser considerados delito.

Tomando como referencia la “Marcha de la sal” de Gandhi, y salvando todas las distancias habidas y por haber, me atrevería a proponer que, si hasta ahora uno de los gritos más escuchados y más característicos de las movilizaciones ha sido el de “els carrers seran sempre nostres” (“las calles serán siempre nuestras”) y, efectivamente, hemos estado en la calle, a partir de ahora el grito habría de ser el de “omplim les presons” (“llenemos las prisiones”) y llevarlo a cabo como un máximo exponente de la desobediencia al Estado por parte de un movimiento que ha resultado imparable y nos ha llevado al logro de nuestro objetivo, que no es otro que el de “decidir nuestro futuro”. Y para esta lucha definitiva necesitamos líderes. Creo que, hoy por hoy, quien ha de liderar este movimiento ha de ser, indiscutible e insoslayablemente, Jordi Cuixart, desde fuera de la prisión o desde dentro, le guste o no al mismo Cuixart. Jordi… ¡el pueblo manda!. ¡¡SEGUIMOS!!

* Miembro del colectivo Silenci… rebel·leu-vos.
@silenci_tgn

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