Snowden o los siete velos del espionaje

Snowden o los siete velos del espionaje

Por Patxi Ibarrondo*. LQSomos.

¿Seguridad a cambio de cesión de libertades?¿Dónde poner los límites, sobre todo una vez implantada esa sistemática por parte del poder? Evidentemente, es mucho más fácil y rentable acudir al espionaje que cambiar a otro modelo de sociedad, donde no tuviera razón de ser ningún terrorismo.

A Edward Snowden, denunciante del espionaje del gobierno de los EEUU a los ciudadanos en general, le siguen persiguiendo los cazadores de hombres del presidente Obama. Quieren encarcelarlo en Guantánamo. La base norteamericana en territorio cubano es el gulag que el presidente Barack Obama prometió cerrar, en nombre de los derechos humanos. Evidentemente, no ha sido así. Obama y su retórica se han desinflado y el establishment es quien marca el paso. En plena era del tráfico digital de datos, a Snowden lo han convertido en el chivo expiatorio de los fantasmas paranoides del sistema. La obsesiva caza de este ex-analista de la NSA de 29 años es un aviso de escarmiento, para los cibernautas con tentaciones de infvestigaar y desvelar los secretos inconfesables de las autoridades que nos gobiernan. Y, peor aún, los de las esferas económicas que dirigen a los gobernantes. En función de sus intereses estratégicos.
Otro denunciante de anomalías oficiales, el soldado Bradley Manning, ya está capturado, torturado en celdas de alta seguridad y ahora mismo juzgado. Aún no se sabe el veredicto final, pero sin duda no habrá misericordia. Para el sistema, que quiere tener el monopolio de la fuerza y del control ciudadano, Manning es otro “traidor”. Su culpa fue tener conciencia y desvelar a Wikileaks, y por tanto a la Prensa internacional, las mentiras del gobierno de Bush (y sus aliados Aznar y Blair) que sirvieron de pretexto para invadir Iraq y colonizar su petróleo. Las famosas “armas de destrucción masiva” del derrocado Sadam Hussein jamás existieron, más que en la propaganda belicista de los EEUU y su aliados.

Luego vino Libia y ahora es el turno de Siria. Cada día hay menos disimulo a la hora de mancharse las manos con sangre. La CIA y la NSA están a pleno rendimiento.

Probablemente, en lo que respecta a la desfachatez quebrantadora del Derecho Internacional y la utilización de métodos terroristas para lograr su fines, no ha habido ni hay mayor ejemplo que el de los servicios secretos de Israel. Ahora los EEUU copian su estilo. Todo vale en pos de Snowden. Una vez colocado el anatema de traición, quieren hacer con Snowden lo mismo que el gobierno sionista hizo en 1998 con Mordejai Vanunu. Snowden navega en el limbo de los aeropuertos, esperando que le acoja un país partidario de la libertad de expresión sin ambages. El juego de hipocresías es infinito.

Los “traidores”, al igual que los desertores, son héroes groseramente incomprendidos por las masas ovejunadas a conciencia por la propaganda oficial. Se les acusa de ser elementos disolventes de las patrias, suscitan peligro… El mismo lenguaje incluso favorece al sistema. El vocablo “traidor” rersuena inhumano, a algo malo latente; crean desconfianza, son algo sucio…pecador, son…Herejes. Traidor es un eco que viene desde tiempos de lanzas, yelmos, mazas y antorchas; lóbregos pasadizos rezumando humedades medievales, ecos de catacumbas laberínticas del miedo inquisitorial; húmedos calabozos, cadenas, “guantánamos” de máxima seguridad, en una época, ésta, donde el sistema exhibe, paradójicamente y sin pudor, la panoplia de los Derechos Humanos y la libertad de expresión.

Los EEUU quieren hacer con Snowden lo mismo que hizo el Israel sionista con el ingeniero judío Mordejai Vanunu. Secuestrado en Italia, fue trasladado a Israel, juzgado en secreto y condenado a 18 años de prisión incomunicada. Cumplió 11 años y medio. El delito de este ingeniero nuclear fue informar a la Prensa británica (“Sunday Times”), en 1986, del programa atómico que llevaba a cabo su país. Concretamente, el secreto arsenal de bombas almacenado en el complejo nuclear de Dimona, donde él mismo trabajaba.

Pero el acoso no acaba nunca. El 18 de noviembe de 2005, Mordejai Vanunu fue otra vez detenido y pasó 36 horas en prisión preventiva por hacer unas declaraciones periodísticas, en las que afirmaba que “la posesión de la bomba atómica es lo que permite a Israel aplicar el apartheid sin temor”. Un tribunal lo encontró, en 2007, culpable “por vulnerar la prohibición de hacer declaraciones a la Prensa extranjera”.

En estos tiempos digitales el maestro Joseph Goebbels estaría encantado como pez en el agua. El uso y perfeccionamiento de sus mandamientos propagandísticos, han suplido con creces a los mandamientos de La ley de Dios y a todos los evangelios de la democracia. El afán ciudadano de ser manada de la fe comunal, hace que la decisión de alguien de no comulgar con el conformismo colectivo siempre esté bajo sospecha, cuando no es directamente señalada como culpable. La moralidad del sistema reside en un sustrato cultural profundamente religioso. A los modernos reos de “traición” se les persigue, tortura, juzga y condena con no menos saña que a los antiguos herejes, por parte de la Santa Inquisición. En el fondo, sólo han cambiado los instrumentales del tormento.

Director del desaparecido semanario “La Realidad”
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