Tibet: el paraíso feudal (I)

Tibet: el paraíso feudal (I)

Hace ya unas semanas que estamos siendo víctimas bobaliconas de las informaciones que nos llegan sobre el problema de Tibet, con sus “angelicales monjes” perseguidos y acosados, con un pueblo “reprimido y oprimido” y con una sociedad bajo las botas de un “feroz” sistema comunista. Los medios de “comunicación sorda” se encargan de destacarlo machaconamente toda vez que los Juegos Olímpicos, a celebrar en Pekín, están muy cercanos pero lo hacen desde una óptica parcializada e interesada que sólo está beneficiando a una minoría del pueblo tibetano y a una mayoría de los países capitalistas, EE.UU, a la cabeza.

El sesgo interesado en las informaciones que estamos recibiendo es evidente ya que intentan convencernos de lo malos que son los chinos, así en plural, y lo buenos y sacrificados que son los seguidores del Dalai Lama; un Dalai Lama que amenaza con dimitir de su cargo como jefe del Gobierno en el exilio (cargo que nunca fue votado en las urnas). Sucesión divina y vitalicia… vamos, como los ayatolás en Irán, la familia saudí, los Hassan de Marruecos o los borbones españoles. “Democracia” pura y dura…

Los medios de comunicación que nos mal informan no dicen toda la verdad; la manipulan y, muchas veces, simplemente la ignoran en pos de no se sabe (sí lo sabemos) qué intereses interesados.

Yo, como dijo aquél capitán francés, Beltrán de Du Guesclín, en el año 1369 y al servicio de don Enrique II de Trastámara cuando éste pugnaba en lucha a muerte con su hermanastro Don Pedro I “el cruel” o “el justiciero” por el reino de Castilla: “Ni quito ni pongo rey… pero ayudo a mi señor”; cuando Don Pedro, puñal en mano, se encontraba sobre Don Enrique, el mercenario francés intervino dándole la vuelta facilitando el asesinato del Rey de Castilla, Don Pedro. Evidentemente, Beltrán de Du Guesclín ayudó a quien le pagaba por ejercer de sicario. Esto sucedió en mi pueblo, Montiel, en ese año de 1369. Parece que no ha pasado el tiempo viendo las prácticas que vemos a diario, tanto en política nacional como internacional.

Y yo, en este artículo, tampoco quito ni pongo rey con respecto a lo que sucede en Tibet. Creo que hay que contextualizar las cosas y ponerlas en el lugar que corresponde.
¿Y cual es o ha sido el lugar o la realidad de Tibet? ¿Alguien la conoce y se ha preocupado de explicarla en su contexto histórico? Pienso que no (o tal vez yo esté mal informado) y esta quiere ser mi aportación en el presente artículo.

Se nos ha presentado Tibet como una región independiente bajo la opresión china. Una región con cultura y tradiciones propias que nadie niega; yo tampoco. Pero Tibet pudiera ser para China lo que el País Vasco, Catalunya o Canarias pudieran ser para España con la diferencia tremenda de que Tibet, desde hace más de 700 años, era parte de ese país asiático y España no existía como tal.
Las ocupaciones territoriales siempre las imponen los vecinos más poderosos, caso de España con esa falsa unidad inventada por los Reyes Católicos, caso de Israel con Palestina o caso de Marruecos con respecto al Sahara Occidental, entre otros muchos más.

Vamos a ir, de forma breve por cuestión de espacio y para no agotarles, a la historia de Tibet; y lo hacemos de la mano del sociólogo español José Antonio Egido, experto en el tema.

Tibet, según Egido, está instalado en el corazón de Asia y ha pertenecido a China desde hace más de 700 años (como antes apuntábamos) pero quedó marginado por la precariedad de las comunicaciones con la “gran nación”. El budismo entra en esa zona profunda del Himalaya allá por el siglo VII y lo hace como fórmula religiosa de “unos señores feudales” mientras los tibetanos de a pie practican ritos chamanistas.
El budismo se impone  por la fuerza en el siglo XI y durante este siglo y el XII se construyen innumerables monasterios con sus monjes al frente, llamados “lamas”.

Ya metidos en el siglo XII, siempre según Egido, y hasta el año 1644, la dinastía china de los Ming protege de manera oficial al budismo hasta que surge otra corriente reformadora que impone otra disciplina con la obligación de, por ejemplo, llevar gorros y ropa de color amarillo (ahora creo que son de color naranja…). Vamos… que se va al traste toda la espiritualidad budista, si es que existió, y se imponen como máximas jerarquías de Tibet los emperadores chinos que nombran a sus capataces de confianza con el apelativo por el que se les conoce ahora: “Dalai Lama”.

El Dalai Lama de la época gobierna y tiraniza Tibet a favor del emperador chino (de nuevo, Beltrán de Du Guesclín) y establece un régimen feudal en la región donde los monjes son los que llevan la vara y dominan a la clase campesina, evidentemente privada de derechos políticos o sociales a los que únicamente tenían acceso los jerarcas budistas.

En estos siglos de los que hablamos, XI y XII, y para no perdernos por carecer de la brújula de Jose Antonio Egido, parece ser que la clase “alta” en Tibet estaba compuesta por un 2% de la población; el 80% eran SIERVOS, el 8% ESCLAVOS y el 10% monjes que trabajaban como autómatas para sus superiores “divinos”.

Nos dice Egido, “Hoy, el actual Dalai Lama se presenta ante el mundo como un hombre sagrado a quien no le interesan las cosas materiales. La realidad es que fue el primer dueño de SIERVOS de Tibet. Según la ley, era dueño de todo el país y de SUS HABITANTES. En la práctica, su familia disponía de 27 fincas, 36 prados, 6.170 siervos y 102 ESCLAVOS domésticos…” Y llegó el inoportuno Mao y le fastidió la fiesta; jooeerrr con el comunista.

Seguimos la semana próxima con este culebrón sobre los Dalais y la miseria de sus esclavos. Queda mucho por contar, pero si este tema, tan de actualidad ahora, no les interesa… no pasa nada. Seguiremos contando igualmente porque toda moneda tiene dos caras.

Pregunta idiota que se me ocurre esta semana: ¿Por qué le dan el Premio Nóbel de la Paz a este Dalai Lama, con sus esclavos y todo, y no se lo dan a ustedes que están soportando este artículo?

LQSRemix

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