Cátulo Castillo: el poeta que hizo culto de lo nacional y lo popular

Cátulo Castillo: el poeta que hizo culto de lo nacional y lo popular

19 de octubre de 1975: sale de gira para no volver, el compañero poeta Cátulo Castillo.

Ovidio Catulo Castillo nació en Buenos Aires el 6 de agosto de 1906. Poeta, compositor y director. Hijo de José González Castillo, y como el anarquista de su padre, hombre de múltiple talento. Cátulo fue un hombre de Boedo, de la peña Pacha Camac, fundada por su padre; de la Librería Munner, donde comenzó el movimiento literario que tomó el nombre de una calle, que aún no era barrio. Allí estudio, de pibe, algo de música, con el maestro Cianciarullo. Como tenía la inspiración muy fresca, en 1923, a los 17 años, compuso la primera parte de Silbando, le pidió a Piana que compusiera la segunda, su padre le pidió la letra que faltaba y a Gardel que lo cantara.

Luego, en 1924, compuso Organito de la tarde, que no logró el primer premio en el concurso Max Glücksmann, sino el segundo, pero, en cambio lo estrenó Azucena Maizani y no tardó en convertirse en un clásico.

Toda su obra poética desplazó a su tarea como compositor, pero absolutamente todo lo que hizo está barnizado por la nostalgia: hasta en la temática del amor, siempre desde un tono característico melancólico, donde –lamentablemente- lo perdido resulta irrecuperable. El toque magistral del poeta consumado se encuentra en las preguntas de Tinta roja: “¿Dónde estará mi arrabal? / ¿Quién se robó mi niñez? / ¿En qué rincón, luna mía, / volcás como entonces / tu clara alegría?”. El tono plañidero de la generación literaria del ´40 parece haber influido fuertemente en sus versos le agregó el factor purista del sentido nacional y popular del que carecieron casi todos los poetas neo-románticos nativos y le otorgó a sus rememoraciones un marco en el paisaje ciudadano. Así, en su homenaje a Manzi, describe: “Fueron años de cercos y glicinas, / de la vida en orsai, del tiempo loco. / Tu frente triste de pensar la vida / tiraba madrugadas por los ojos, / y estaba el terraplén y todo el cielo, / la esquina del zanjón, la casa azul, / todo se fue trepando su misterio / por los repechos de tu barrio sur”.

Ese tono nostálgico se encuentra también en Caserón de Tejas, Café de los Angelitos, Patio de la Morocha, La calesita, y se hace más obvio desde los títulos de El último cafiolo.

El último farol y El último café. En La última curda aborda, en cambio, o podríamos decir que suma el drama de la finitud de la vida, mezclada en este caso con otro tema recurrente en Castillo: el alcohol, también inducido en Domani y Una canción. La última curda lleva a toda la poesía existente en el tango a un límite metafórico especial y a una lírica poco usual, sobre todo en las grabaciones insuperables de Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche y Susana Rinaldi, allí donde el protagonista de la letra desliza: “Un poco de recuerdo y sinsabor / gotea tu rezongo lerdo. / Marea tu licor y arrea / la tropilla de la zurda / al volcar la última curda. / Cerrame el ventanal que quema el sol / su lento caracol de sueño, / ¿no ves que vengo de un país / que está de olvido, siempre gris, / tras el alcohol?”.

Con anterioridad a su actividad como poeta, Castillo había desarrollado una amplia labor como músico, compositor y director de orquesta.

Condujo el elenco (Caló, Malerba, el cantor Roberto Maida, etc.) con el que actuaba en las glorietas de Boedo, viajando a España y Francia en 1928 y 1931 y de esa época son las partituras de Silbando, El aguacero y Viejo Ciego. Le fue bien e inclusive grabó con su grupo en España, donde el tango comenzaba a abrirse camino.

En otro costado de su rica vida, había efectuado más de 80 combates como pugilista de la categoría pluma, siendo preseleccionado para las olimpíadas de Ámsterdam de 1924. Incursionó permanentemente en el periodismo y tuvo cargos directivos en la conducción de SADAIC. En épocas peronistas fue el presidente de la Comisión Nacional de Cultura.

La Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires lo declaró Ciudadano Ilustre. Poco antes de su muerte, el Fondo Nacional de las Artes le otorgó el Gran Premio Anual. Murió en Paso del Rey, provincia de Buenos Aires, el 19 de octubre de 1975.

* http://profesor-daniel-alberto-chiarenza.blogspot.com/

http://youtu.be/dclJ9UlOgWE

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