Vidas rotas, sepultadas y olvidadas

Vidas rotas, sepultadas y olvidadas

ETA ha anunciado el cese definitivo de la violencia armada. Tendría que ser una buena noticia para todos, pero las felicitaciones son de baja intensidad pues deja con el pie cambiado a los que hasta hace cinco minutos tenían un gran argumento político de increíble rédito electoral en su existencia.

Los candidatos a la presidencia el próximo 20 de noviembre han leído un comunicado casi calcado donde hablan de la victoria de la democracia, donde han recordado la lucha contra el terrorismo y la heroicidad de las fuerzas de seguridad del estado y de los jueces y fiscales, ha sido una retahíla de felicitaciones que ha llegado hasta el presidente francés. Pero en lo que todos han enfatizado es en las víctimas, de tal manera lo han hecho que parecía que esta noticia era mala para ellas, cuando deberían alegrarse de que nadie más comparta su suerte. Es como si hubiera miedo a decir abiertamente que hoy es un día histórico que cambia el panorama político de este país, ni los políticos, ni los periodistas, ni los analistas políticos han hecho una valoración de lo que puede suponer esto, teniendo en cuenta que era una noticia que se olía en el aire. Nadie ha hecho una valoración mínimamente digna de un país maduro democráticamente, que ilusa, si no lo somos. Todos han tirado de hemeroteca para enseñarnos atentados, asesinatos, víctimas, como si mirar hacia adelante y seguir el camino de la paz fuera una traición a las víctimas de ETA. Y a este punto quería llegar.

El presidente Zapatero ha dicho que la historia la escribirán las víctimas, todas inocentes, pobre Melitón Manzanas, pobre Carrero Blanco. Las víctimas de ETA tienen un caché, un poder mediático y un valor en el mercado de los votos, cotizan en la bolsa política, son un actor más, y en su dolor no están solas ni moralmente, ni económicamente. Pero en este país hay muchas víctimas, mucho más numerosas que las 857 que han nombrado hoy hasta la saciedad. Estas víctimas hoy no sonríen sino que exigen que se les pida perdón, que los terroristas se rindan y se entreguen para cumplir las penas que les impongan, porque como ha dicho el presidente de la asociación de víctimas de Catalunya tiene que haber vencedores y vencidos. Esto nos ubica en la realidad de la que muchos disfrutan y otros sufren, en la de un estado donde tiene que haber quien venza y quien pierda y de eso sabemos mucho los familiares de otras víctimas que no tienen voz ni voto, las vencidas, las y los antifascistas que defendieron la República.

Transición bendecida
Aquí en el año 77 se pactó una ley de amnistía, ley de impunidad y punto final por la que los encarcelados por luchar contra el franquismo pudieron salir a la calle a cambio del salvoconducto de intocable para los asesinos, verdugos, autores y cómplices del terrorismo de estado de la dictadura franquista. Un asqueroso chantaje que los que tenían algo que decir bendijeron y subieron a los altares bautizando como inmaculada nuestra execrable Transición.

Nadie entonces salió a leer un comunicado diciendo nos alegramos de que haya desaparecido el dictador y su régimen dictatorial y recordamos en este momento a todos aquellos que lucharon hasta las últimas consecuencias para derrocarlo, a los que vinieron de fuera a ayudar a la democracia y ante todo a las víctimas, a las cientos de miles de víctimas que el franquismo aniquiló, torturó, aterrorizó y desapareció. Tenemos que pensar en ellas y en su sacrificio, su pena y su dolor. Nada de esto pasó, simplemente se ignoraron, se silenciaron, se pasó por encima de ellas para construir la tan bonita transición democrática que acabó coronada y con una mordaza para las víctimas del franquismo. Víctimas invisibles que a partir del año 81 fueron soterradas hasta la entrada en el siglo XXI, cuando la llamada Memoria Histórica explotó en la conciencia de los hijos y sobretodo de los nietos de los represaliados y se hizo visible y reivindicativa.

Todas son víctimas del terrorismo aunque no todas son iguales, todo es terrorismo, el de ETA y el del estado, el de la dictadura y el de los gobiernos democráticos que intentaron eliminar a la banda terrorista con armas inadmisibles en un estado de derecho, pero no todo el terrorismo es igual. Las víctimas no son iguales porque no han sido tratadas de la misma manera, unas pueden decir abiertamente que lo son, las de ETA; otras a pesar del tiempo transcurrido aún tienen miedo de hacer público que fueron víctimas del franquismo. Las primeras despiertan la conmiseración de toda la sociedad, las segundas son tratadas de revanchistas llenas de rencor que no hacen más que sacar a la luz cosas que deben olvidarse por el bien del buen funcionamiento de la democracia española, incluso desde supuestas izquierdas son ninguneadas. Unas merecen loanzas y prebendas, otras ponerse un punto en la boca porque sus exigencias son inadmisibles, la verdad, la justicia y la reparación no son para ellas.

Las víctimas del franquismo han vivido muchas décadas sin que nadie les pida perdón, sin que nadie sea juzgado ni condenado por los crímenes que cometieron con estas, y la mayoría sin exigir que los que quedan vivos y ocupan incluso cargos públicos en todos los estamentos del poder o dirigen grandes corporaciones, sean juzgados por sus crímenes, por colaboración necesaria, cobertura o complicidad.

No he visto rostros de pesar unánimes en la clase política en su totalidad al recordar o nombrar a las víctimas del franquismo, sí aburrimiento, desdén, burla o escarnio directamente por parte de los herederos de los ejecutores.

Así, el presidente del gobierno central, presidentes autonómicos, incluso aquellos que en un momento decisivo para su pueblo están de viaje por los EE.UU., candidatos del bipartidismo, el rey y las víctimas han tenido sus minutos televisivos en igualdad de condiciones. Esto es su democracia y su estado de derecho del que participan los que cumplen los requisitos para entrar en el club de los buenos demócratas.

El otro día una señora se presentó ante los conferenciantes de paz en Donosti para entregarles un tomo de título “Vidas rotas”, era un libro gordo y contundente, lo llevaba para decirles a los mediadores internacionales que son unos indocumentados y que no saben lo que pasa en este país. El día que las víctimas del franquismo y de la transición tengan que ir a los que están al frente de las instituciones, unas democráticas y otras no, pagadas de nuestros bolsillos, a decirles que no se enteran de lo que pasa y que no saben tan siquiera lo que es respetar los derechos humanos no habrá carretillas suficientes para llevar tomos y tomos de vidas rotas, sepultadas y silenciadas por el terrorismo de estado, por el fascismo.

LQSRemix

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