Yo también estoy indignada: la indiferencia y sus consecuencias

Yo también estoy indignada: la indiferencia y sus consecuencias

Gaby Álvarez. LQS. Febrero 2021

Para quienes os indignáis con el avance de la ultraderecha, pero también con quienes queman contenedores en las manifestaciones antifascistas…

Yo también estoy indignada por todo lo que está pasando en general pero también por lo que pasó en la concentración del pasado jueves en la Plaza de San Agustín en particular. Yo también estoy indignada como muchas personas, pero por suerte para mí, no de la misma manera. Lo que voy a escribir es un poco largo e incómodo, pero me gustaría que lo leáis hasta el final.

El lema de la concentración era “Estem Fartes“. No era una concentración únicamente en apoyo a Pablo Hasél (claro que lo de Hasél ha sido la gota que derramó el vaso), sino también para expresar que estamos hartas de la violencia policial, contra los acontecimientos en Linares y en defensa de la libertad de expresión (no sólo la de Hasel, la de todos y todas).

No voy a entrar en detalles del tipo de persona que es Hasél, os podéis imaginar que como feminista cuando leo sus tweets misóginos me revuelve las tripas y sinceramente, me quita las ganas de mover un sólo dedo por él.

Lo que sí tengo claro es que no quiero vivir en un país donde se encarcelan raperos por las letras de sus canciones. O titiriteros por sus obras. O hagan pasar a una persona por un infierno judicial por chistes sobre Carrero Blanco. O por formar parte en una manifestación haciendo una performance de una procesión llamada “el coño insumiso”. O que Willy Toledo haya estado de juicio en juicio por decir que se caga en dios (perdón si ofendo poniéndolo en minúsculas pero para mí las mayúsculas son para otras cosas). O sin ir más lejos, que las compañeras de la Asamblea 8M de València estén aún pasando por juicios, teniendo que pagar multas y en un sin vivir continuo por hacer piquetes y participar en la huelga del 8M de hace tres años…
Y así podría seguir… Porque en este estado fascista, la Ley Mordaza, promulgada por el PP en 2015, pero que aún sigue vigente con “el gobierno más progresista de la historia”, esa ley, decía, se aplica a rajatabla para paralizar la movilización ciudadana y la libertad de expresión, en un acto de represión política y policial que nos trae a la mente otros tiempos tan lejanos y tan cercanos a la vez.
Sin embargo, ni políticamente ni policialmente se condenan, se persiguen o se reprimen actos como el de la división azul en Madrid de hace unos días. Ni el uso de símbolos pre constitucionales. Ni tantas manifestaciones que estamos viviendo los últimos años de enaltecimiento al fascismo, ése que sumió a España en los 50 años más oscuros de la historia.
Mientras que en Italia y Alemania hacer el saludo fascista es un delito, la legislación española da barra libre a la exhibición de símbolos de la dictadura, gracias nuevamente al PP.
Cuando era ministro de Justicia, Gallardón impulsó la reforma del Código Penal, que en el artículo 18 señala que “la apología (de ideas o doctrinas que ensalcen el crimen o enaltezcan a su autor) solo será delictiva como forma de provocación y si por su naturaleza y circunstancias constituye una incitación directa a cometer un delito”. Es decir, vitorear a Franco, su régimen del terror o hacer el saludo falangista, no es delito. (Fuente: El Periodico 1 de julio de 2017, sobre la tolerancia de los saludos fascistas en España)

Pero volviendo a la concentración de la Plaza de San Agustín.
Yo estuve allí. No por Pablo Hasél en particular. Estuve allí para defender la libertad de expresión. Contra el avance del fascismo. Porque al fascismo hay que plantarle cara. Y se nos está colando por todas y cada una de las rendijas que puede. Y lo peor, estamos dejando que suceda ante nuestros ojos. Estuve allí contra la represión policial, contra el estado policial. Estuve allí por mis hijas y porque me da vergüenza el mundo que le estamos dejando a nuestras generaciones futuras. Un mundo irrespirable, contaminado, enfermo y esclavo. Estuve allí por respeto a quienes lucharon antes y pagaron con su vida la defensa de derechos que tú y que yo estamos disfrutando ahora. Estuve allí por todas las personas que aún siguen en cunetas, hace ya más de 80 años, esperando la verdad, la justicia y la reparación.

No voy a entrar tampoco en detalle en las barbaridades que se dicen sobre las personas que allí nos estábamos manifestando, ni en las cosas que nos desean (cárcel, más represión, muerte…parece que aquí sí se despachan con la libertad de expresión).
Voy a contar mi vivencia en primera persona.
Ni bien llegar, al salir de la estación de metro, el miedo se apoderó de mí, ese estado de alerta que tenemos en nuestra memoria celular ante un peligro inminente, ése se me activó inmediatamente.
Jamás había visto un despliegue policial de tal magnitud para una concentración en la que seríamos unas 800 personas. Al salir del metro de Xàtiva, lo primero que vi fue unos 15 policías ataviados con todo su equipamiento de guerra. En los escasos 100 metros de la estación a la plaza, y sólo en una de las aceras, 4 controles policiales, pidiendo identificación y revisando mochilas. No sé la cantidad de furgonas que había pero aquello se parecía más a una escena de guerra que de “protección ciudadana”. La plaza estaba cerrada perimetralmente por furgones policiales, y, desde el aire, dos helicópteros sobrevolaban la zona con sus focos hacia los manifestantes. Meterse en la plaza era entrar en una ratonera rodeada de gatos. En todo momento la actitud de las fuerzas y cuerpos de in-seguridad del estado era desafiante y chulesca. La intención no era otra que la de generar miedo al principio y la de dar palos después. Claramente.
Sumado a esto, desde la iglesia San Agustín y desde los edificios que rodean la plaza algunas personas nos lanzaban huevos al grito de “viva España”.
El ambiente era de tensión absoluta. Después de un rato de concentración, la gente quiso empezar a moverse, entonces llegó la primera carga. Luego, en una estrategia repugnante, abrieron la Calle San Vicente. El agobio ya era notorio dentro de esa caja rodeada de policías, así que en cuanto abren ese hueco, la gente comienza a avanzar por la Calle San Vicente en dirección al río, siempre de manera pacífica gritando cánticos reivindicativos. Era una trampa. Al final de la calle estaban los antidisturbios. Una vez la mayor parte de las personas están allí, cierran la calle por detrás encapsulando a la gente. Y así, sin más, empiezan a cargar pegando y disparando lo que imagino serían bolas de goma, ya que desde donde yo estaba, no les veía pero oía el sonido de los disparos.
Demás está decir que tuvimos que correr varias veces, que temblábamos de miedo y que el corazón nos iba a mil.
Que incluso ya de regreso a casa tuve que volver a correr porque un grupo de policías empezó a cargar sin más contra las personas que íbamos andando por allí, ya sin siquiera estar en la manifestación.
Luego ya sabéis como sigue la cosa. Con la masacre de los contenedores (que parece que es lo que más importa a la mayoría) y demás (palos en la cabeza, balas de goma, persecuciones y detenciones. Esto importa un poco menos).

Entonces empiezo a leer por redes “que no es la manera”. ¿Cuál es entonces? ¿Quienes lo decís proponéis alguna idea? ¿Os estáis organizando, movilizando, haciendo algo? ¿Algo que no sea únicamente criticar y criminalizar a quienes sí hacen?.
Que si la polarización decís. ¿Qué hacemos entonces? ¿Seguimos navegando plácidamente en la moderación y en el dejar que otras hagan, mientras nos dedicamos a criticar desde la virtualidad de este mundo sin caras y sin gestos?
Es como cuando leo por ahí que el odio en este país desató una guerra. La guerra no la desató el odio. Ni siquiera debería llamarse guerra sino genocidio franquista. No fue el odio, fue el fascismo con su golpe de estado al gobierno republicano legítima y democráticamente instaurado, lo que generó la guerra. Fue el avance y el ataque del fascismo. Lo otro, lo del “bando republicano” como os gusta a tantos decir, fue legítima defensa.

¿Cómo es posible que os indigne más que quemen 4 contenedores a que le rompan la cabeza o le arranquen un ojo a una persona por manifestarse libre y pacíficamente? ¿Cómo es posible que os moleste más que rompan 10 papeleras (porque las pagamos todas) a que hagan ese gasto tan desproporcionado en helicópteros, furgones y policías como para parar una guerra? ¿Cómo es posible que os indigne tanto el dinero que nos cuestan los destrozos y que os dé igual los millones y millones que nos han robado el emérito, la clase política y la banca? ¿Cómo es posible que desde vuestros cómodos sofás, pantallita en mano, podáis juzgar tan fácilmente a las personas que están allí poniendo el cuerpo para defender los derechos de todas?.

¿Cómo puede ser que llaméis violencia a eso y no os deis cuenta de que cada día están ejerciendo violencia estructural contra nosotras?. Sí. Cuando hay un desahucio. Cuando no hay trabajo. Cuando nos cortan la luz por no poder pagarla. Cuando hay cada vez más personas en las colas del hambre. Cuando hay racismo. Cuando mueren personas cada día en el Mediterráneo intentando llegar a Europa. Cuando cada día violan, maltratan y matan a mujeres por el hecho de ser mujeres…Y así hasta el infinito día tras día, soportando violencias…

Si por estar allí manifestándome pacíficamente me hubiesen arrancado el ojo con una bola de goma, quienes me conocéis, ¿estaríais opinando de mí lo mismo que opináis del resto?.

¿En qué nos han convertido? ¿Cómo hemos perdido el Norte de esta manera?
Y luego suspiramos y decimos “ay que miedo, cómo está avanzando el fascismo”. Claro! Lo estamos dejando avanzar. Siempre estuvo allí, nunca se fue. Pero ahora los fascistas van a cara descubierta y orgullosos de serlo. Porque se saben impunes, porque se saben protegidos. Y hablan de matar a 26 millones de personas. Y no pasa nada.
Y llegará un momento en que vuelvan a tener sus pies en nuestras cabezas. Y cuando eso pase, ¿sabéis quién va a acuerpar esa lucha?. ¿Quién saldrá a la calle aún sabiendo que sufrirán represión?. ¿Quién se pondrá en primera línea?. Lo más probable es que sea esa juventud antifascista que sale a las calles a sabiendas de que probablemente vuelva a casa con la cabeza rota. O duerma en un calabozo. O que el miedo en el cuerpo les dure días.
¿Tenéis idea del miedo que se pasa en estas situaciones?. ¿Creéis que lo hacen por diversión?.

Probablemente quienes salgan a las calles a poner el cuerpo por los derechos de todas sean las mismas que criticáis por quemar contenedores (tenemos más empatía con un contenedor que con cualquier ser vivo).
Esto es serio. Y cuando nos queramos dar cuenta, les tendremos encima. Pero parece que a muchos os da igual. Al menos no critiqueis a quienes están plantando cara al fascismo.
Tened un poquito de vergüenza y respeto, por quienes lucharon antes y por quienes lo hacen ahora.
¿No os dais cuenta que no se trata de Hasel únicamente?. Mirad más allá. Observad el panorama desde lejos y mirad la que nos está cayendo y lo que se nos viene encima. Identificad a nuestros enemigos, que evidentemente no son las 4 personas que queman contenedores, ni Hasel con sus canciones. Hacedlo por favor, antes de que sea demasiado tarde.

Como decía aquella madre mexicana a la que le habían asesinado a su hija en uno de los feminicidios que sufre el mundo cada día, dirigiéndose a quienes condenaban más la quema de mobiliario público que al asesinato de su hija:
“Y la que quiera romper que rompa. Y la que quiera quemar, que queme. Y la que no, que no nos estorbe” (Os dejo el enlace al vídeo que pone los pelos de punta: https://youtu.be/uXSogVT1g8o

De esto va la lucha. Ningún derecho se conquistó desde la comodidad de nuestras casas. Ninguno. Haced un repaso a través de la historia para ver que cada uno de los derechos de los que gozamos hoy, han sido resultado de lucha, de revueltas, de pelear y resistir. Y no, no han sido luchas pacíficas. Pero han sido las que han logrado tambalear al sistema y conquistar derechos.

Para acabar, os recuerdo este poema (dejando de lado la polémica de su autoría). Habla sobre la indiferencia y sus consecuencias. “Fue dirigido como una flecha al corazón de los intelectuales alemanes, cuya cobardía (entre otros factores) permitió la llegada de los nazis al poder y sus pavorosas consecuencias”:

“Primero vinieron por los socialistas,
y yo no dije nada, porque yo no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas,
y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos,
y yo no dije nada, porque yo no era judío.
Luego vinieron por mí,
y no quedó nadie para hablar por mí”.

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